Por Luis Ernesto Martínez González
May 19, 2025
Este 19 de mayo se conmemora el aniversario 130 de la caída en combate de José Martí.
La ciencia ocupó un lugar primordial en el proyecto nacional liberador de José Martí y en su visión del futuro de América Latina. Esto se manifestó mediante las valoraciones que realizó acerca la importancia y necesidad de la ciencia y la tecnología. También en la defensa de la educación científica, el reconocimiento del valor y utilidad de los hombres de ciencia. Lo mismo sucedió en la utilización de métodos científicos en la preparación y conducción de la Guerra Necesaria. Fiel a estos fundamentos, criticó a los que entendían
“…por ciencia en América, y por literatura científica y principal, el estudio minucioso de los pueblos de que les apartan origen y costumbres, y el desconocimiento punible y sistemático del país en que han de vivir”.
José Martí defendió la necesidad de aplicar la ciencia en América Latina como vía para salir del subdesarrollo. “Utilísimas cosas sabría la ciencia si a ella se dedicase la perspicaz inteligencia americana”, afirmó en 1883. Al comentar sobre una obra del naturalista cubano Felipe Poey, escribió:
“Cuando descanse al fin de sus convulsiones –necesarias todas, pero de término seguro- la América que habla castellano- ¡qué semillero de maravillas no va a salir a la luz del sol! Nuestras tierras son tan fecundas en oradores y en poetas, como en sabios. Ya va siendo notabilísimo en los poetas y oradores de nuestra raza el afán de hacerse hombres de ciencia. ¡Y hacen bien! Heredia debe estar templado de Caldas”.
En la revista La América José Martí defendió la libertad de los pueblos de América Latina. Archivo del autor.
En Patria, a propósito del Congreso Panamericano de Medicina, escribió en 1892:
“En la política de América, es riesgosa la idea de política del continente, porque con dos corceles de diferente genio y hábitos, va mal el carruaje. Pero la ciencia es toda una, y conviene todo lo que junte a los pueblos, si la amistad no llega a la funesta e imposible unión de caracteres que han de chocar y padecer, en los métodos y en los intereses de una obra que sólo en lo final de la libertad puede ser común, y en lo real contemporáneo no lo es”.
En el célebre alegato Vindicación de Cuba, enfilado contra los que tenían una concepción anexionista del futuro de Cuba y no reconocían las virtudes del pueblo cubano. Defendió con argumentos históricos, la vocación cubana por el estudio científico, la capacidad de sus científicos, ingenieros y educadores:
“…hombres de inteligencia viva y actividad poco común…”.
También resaltó que Cuba tenía suficientes condiciones para ser una república independiente, puesto que era
“…un pueblo que posee –junto con la energía que construyó el primer ferrocarril en los dominios españoles y estableció contra un gobierno tiránico todos los recursos de la civilización- un conocimiento realmente notable del cuerpo político, una aptitud demostrada para adaptarse a sus formas superiores, y el poder, raro en las tierras del trópico, de robustecer su pensamiento y podar su lenguaje”.
Exaltó a los científicos cubanos como representantes de/lV
“…pueblo nuevo que ha de suceder al que hoy agoniza y se desordena en nuestra patria”,
pues destacó:
“De estos hombres se hace un pueblo, aunque hoy lleven un mote en política y mañana lleven otro, el pecado no está en equivocarse de ruta, y creer que sea remedio lo que no lo es, sino en perpetuar el carácter flojo e indeciso de la colonia, cuya soberbia y nulidad entorpecerían el trabajo creador y distinto de la república. Y porque tenemos estos hombres puede Cuba ser libre”.
Portada del libro La República Española ante la Revolución Cubana (1873). Archivo del autor.
Toda la labor revolucionaria para la creación del Partido Revolucionario Cubano fue expresión del carácter científico que imprimió José Martí a su labor política. Esta estuvo marcada por un amplio estudio de las condiciones históricas en que se desarrollaba la sociedad cubana, sus causas, problemas y remedios más eficaces. Ello le permitió concebir la fundación de un partido político que uniese a todos los patriotas y dirigiera el proceso forjador de la república cubana.
Esta vocación de estudiar científicamente el problema cubano, se manifestó inicialmente desde su folleto La república española ante la revolución cubana (1873). Se concretó con más fuerza en su Lectura en Steck Hall, de 1880, donde analizó el fracaso de las guerras independentistas de 1868 y 1879. Además, destacó los pasos a seguir para que no muriera el ideal de la independencia. Como pautas para la futura labor revolucionaria de los cubanos, defendió principios de indudable carácter científico:
“Debe hacerse en cada momento, lo que en cada momento es necesario. No debe perderse el tiempo en intentar lo que hay fundamento harto para creer que no ha de ser logrado”. Por lo cual, “Los que intentan resolver un problema, -no pueden prescindir de ninguno de sus datos”.
Desde este momento José Martí enfatizó en lo inútil de la labor autonomista y en que los ideales de libertad estaban firmemente arraigados en el pueblo cubano:
“Antes que cejar en el empeño de hacer libre y próspera a la patria, se unirá el mar del Sur al mar del Norte, y nacerá una serpiente del huevo de un águila!”.
Gracias a los conocimientos que alcanzó sobre la realidad de la sociedad y la política españolas, pudo identificar la necesidad que tenía Cuba de ser independiente. Consideró que viajar a ese país y conocerlo de cerca era
“…útil camino, para aprender de raíz como no hay nada que esperar de allá: que no cabe un pueblo nuevo de América en una capa de cesante, ni en un bonete grasoso y verduzco, ni en el coche de Rosa la torera, ni en la chistera de un parisiense de peluche, ni en la vaina de un sable”.
Reconoció también, con gran claridad, que el desarrollo social de los pueblos de nuestra América era requisito esencial para su avance científico, en lo cual la educación jugaba un papel primordial. Es por esto que, refiriéndose a Cuba, criticó en 1890:
“No nos ciega el entendimiento el hábito de haber vivido en nuestra tierra como señores; ni imaginamos, crueles y desagradecidos, que el único modo de resolver nuestro problema social es enconarlo: ¿de qué sirve tener a Darwin sobre la mesa, si tenemos todavía al mayoral en nuestras costumbres?”.
En el ensayo “Nuestra América”, donde fundamentó el proyecto liberador para los pueblos del Río Bravo hasta la Patagonia, enfatizó la necesidad del conocimiento científico ajustado a las características y condiciones históricas y sociales de Latinoamérica. Por ello planteó: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos”.
Defendió igualmente la originalidad y el esfuerzo creador de los latinoamericanos, con palabras como estas: “De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas”, lo cual había traído como resultado que
“…el libro importado ha sido vencido en América por el libro natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”.
Mostró sólidos argumentos en defensa del estudio científico de las problemáticas nacionales en esta región, utilizando todos los medios posibles: “En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país”, puesto que “Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos”, para lo cual, ya que “Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano”, era necesario asumir que: “Crear es la palabra de pase de esta generación”.
Por otra parte, José Martí señaló las principales dificultades que se opondrían al pleno desarrollo económico, científico, político y social de los pueblos latinoamericanos:
“El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe”.
Fiel a este criterio, dio un sentido especial a la divulgación de las realidades de la sociedad norteamericana, labor que, comenzada desde las páginas venezolanas de La Opinión Nacional, tuvo su colofón en Patria cuando escribió “La verdad sobre los Estados Unidos”, artículo que inició una sección con este objetivo a partir de la siguiente divisa:
“Ni se debe exagerar sus faltas de propósito, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes”.
Sin embargo, para estar ajustado a la verdad científica, reconoció que
“…conviene, y aun urge, poner delante de nuestra América la verdad toda americana, de lo sajón como de lo latino, a fin de que la fe excesiva en la virtud ajena no nos debilite, en nuestra época de fundación, con la desconfianza inmotivada y funesta de lo propio”.
Imagen del primer número del periódico Patria. Archivo del autor.
En los años de 1892 a 1895, José Martí desarrolló una labor política de sólido contenido científico, que se expresó en sus estudios acerca de la situación cubana del momento y a la única solución viable: la lucha armada por la independencia. Reconoció, por tanto, que “La política no es ciencia emprestada; sino que ha de ser propia” y, refiriéndose a los que propugnaban una solución autonomista del diferendo entre Cuba y España, declaró:
“La cobardía no es la única ciencia. La ciencia está en conocer la oportunidad y aprovecharla: en hacer lo que conviene a nuestro pueblo…”.
Consideró la revolución, que no fue nunca para él la guerra en sí misma ni el mero cambio de formas con la república, como la única solución científica para los problemas de la sociedad cubana:
“La ciencia, en las cosas de los pueblos, no es el ahitar de la pluma de digestos extraños, y remedios de otras sociedades y países, sino estudiar, a pecho de hombre, los elementos, ásperos o lisos del país, y acomodar al fin humano del bienestar en el decoro los elementos peculiares de la patria, por métodos que convengan a su estado, y puedan fungir sin choque dentro de él. Lo demás es yerba seca y pedantería. De esta ciencia, estricta e implacable —y menos socorrida por más difícil— de esta ciencia pobre y dolorosa, menos brillante y asequible que la copiadiza e imitada, surge en Cuba, por la hostilidad incurable y creciente de sus elementos, y la opresión del elemento propio y apto por el elemento extraño e inepto, la revolución”.
Tras estas palabras, defendió con gran claridad:
“Eso es el deber patrio de hoy, y el verdadero y único deber científico en la sociedad cubana”.
Toda la labor de José Martí a favor de la emancipación política de Cuba y espiritual de todo el sudcontinente, le permitió concebir y aplicar dos conceptos políticos e históricos de suma trascendencia, que contienen un marcado carácter científico. Estos fueron el de ‘Guerra Necesaria’ y el relacionado con el ‘Equilibrio del Mundo’. Ambos fueron, resultados y aportes de la profunda cultura científica de José Martí, soporte principal de su labor política.
En relación con la guerra necesaria, la consideró la única vía para liberar a Cuba y poner al pueblo cubano al nivel de la época. Sólo así podía disfrutar de los productos de la libertad. Esto debía lograrse, por el camino de las vías y los métodos de la ciencia. Sería mediante una guerra, que calificó de ‘generosa y breve’, pues, según fundamentó en varias ocasiones:
“Hay tiempos de maravilla, en que para restablecer el equilibrio interrumpido por la violación de los derechos esenciales a la paz de los pueblos, aparece la guerra, que es un ahorro de tiempo y de desdicha, y consume los obstáculos al bienestar del hombre en una conflagración purificadora y necesaria”.
No obstante defender la guerra por la independencia como única solución de los problemas de Cuba, Martí no fue un promotor de la violencia en pos de un ideal insensato:
“Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable. Es criminal quien ve ir al país a un conflicto que la provocación fomenta y la desesperación favorece, y no prepara, o ayuda a preparar, el país para el conflicto”.
En esto radicó la grandeza de la genialidad revolucionaria de José Martí, que se sustentó en una sólida cultura científica. Esta le permitió dominar los secretos y métodos de la política, así como definir que la guerra era la forma de poner a Cuba
“…en condición de que pueda en ella vivir feliz el hombre!”,
para lo cual, esta no debía ser
“…el aprovechamiento furtivo de una coyuntura feliz, sino el alzamiento incontrastable y final de la conciencia pública”.
Igualmente, concedió gran importancia al ejemplo de la guerra por la independencia de Cuba para la humanidad, puesto que
“La guerra por la independencia de un pueblo útil y por el decoro de los hombres vejados, es una guerra sagrada, y la creación del pueblo libre que con ella se conquista es un servicio universal”.
Muy singular y revolucionario fue su criterio acerca de la importancia de la independencia de Cuba para el equilibrio del mundo. Idea nacida como una síntesis de amplios conocimientos científicos sobre la política internacional, las condiciones históricas en que se desarrollaba el imperialismo norteamericano y la situación económica, política y social de los países de América Latina, fue expresada por primera vez en la historia por José Martí.
Al respecto, aludió a la necesidad de la liberación de las Antillas
“…antes de que el desarrollo desproporcionado de la sección más poderosa de América convierta en teatro de la codicia universal las tierras que pueden ser aún el jardín de sus moradores, y como el fiel del mundo”.
Este proceso emancipador, lo consideró “…el suceso histórico indispensable para salvar la independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la república norteamericana”. Consideró, por tanto, que la lucha independentista de los cubanos rebasaba el marco de lo nacional para convertirse en la emancipación de toda Latinoamérica. Sus compatriotas serían los que,
“…en el crucero futuro y cercano del mundo, y frente a una nación ajena y necesitada, van a batallar por el decoro y bienestar de sus compatriotas, y el equilibrio y seguridad de nuestra América”.
Consideró que
“Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo”.
José Martí con un grupo de patriotas cubanos. Archivo del autor.
Como colofón del pensamiento de José Martí y síntesis de su cultura científica, el “Manifiesto de Montecristi”, de 25 de marzo de 1895. Este contenía, en un análisis luminoso en razones y formas, un estudio de las causas que conllevaron a la guerra, de las características que debía tener la lucha armada recomenzada, de las diferencias entre los problemas sociales y económicos cubanos y los de los países de América Latina, del problema del negro en Cuba y de la posición que debían ocupar los españoles de la isla.
Es por ello que ratificó esta convicción, en la que enlazó ciencia, libertad y emancipación:
“La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo. Honra y conmueve pensar que cuando cae en tierra de Cuba un guerrero de la independencia, abandonado tal vez por los pueblos incautos e indiferentes a quienes se inmola, cae por el bien mayor del hombre, la confirmación de la república moral en América, y la creación de un archipiélago libre donde las naciones respetuosas derramen las riquezas que a su paso han de caer sobre el crucero del mundo”.
Tomado de: TV Yumurí
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