sábado, 24 de febrero de 2007

De donde crece la palma.

Sábado, 24 de febrero de 2007

ISABEL MARÍA PÉREZ GONZÁLEZ

Habrá muy pocos lectores a quienes no les resulten familiares aquellos versos del cantor: «Yo soy un hombre sincero, / de donde crece la palma, / y antes de morirme quiero / echar mis versos del alma». Es posible incluso que estos lectores, ahora, al recordarlos, sientan la calidez del corazón cubano que llega hasta nosotros en la voz de la canción popular. Lo que tal vez muchos de ellos no sepan es que esas palabras constituyen no sólo la confesión vital de un hombre honesto, sino que es además una declaración literaria, una poética sincera que nos legó en sus 'Versos sencillos', José Martí, la voz de la patria cubana. Porque si hay un país cuyos hijos todos respiran el aliento de un mismo hombre, ese país es Cuba. Y si hay un hombre que ha respirado el aliento todo de su patria, ese hombre es José Martí.

En efecto, Cuba entera -su suelo, su vuelo, sus hijos-, continúa alimentando los ecos de aquel hombre alzado desde el coraje de una tierra a la que él prestó su palabra. Y es que José Martí -el pensador, el activista- fue, de todos los libertadores, quien vislumbró con más clarividencia y honestidad cuál era el destino de su patria. En realidad la lucidez de Martí supo otear más allá del horizonte cubano y alcanzó el espacio de toda la América hispana -«nuestra América», como solía decir-, y más lejos aún, más lejos en el tiempo, pues sus ensayos han devenido en palabras visionarias de ese presente que hoy asfixia a la América nuestra, «nuestra» también aquí. Y es justo reconocer que José Martí no erró en sus previsiones acerca de los peligrosos designios imperialistas de los Estados Unidos, de los zarpazos de posibles dictaduras militaristas, o del germen violento que encierran las desigualdades sociales. Y lo gritó, en verso y prosa, con la honestidad de quien actúa desde la rigurosidad ética y la firme creencia en los valores indígenas secularmente amordazados por voluntad de la metrópolis y de la propia sociedad criolla.

Tal vez por eso, porque la voz del pensador, del activista, del héroe muerto por la libertad en el campo de batalla, sigue oyéndose viva, intacta y necesaria en toda «nuestra América», tal vez por eso, digo, hemos dejado de escuchar la voz íntima del poeta y la prosa del educador.

Porque es preciso recordar que José Martí fue el poeta cuyos versos preludiaron el movimiento modernista del Maestro Rubén Darío, aquella otra voz del hispanismo - «ínclitas razas ubérrimas / sangre de Hispania fecunda...» -, que se extendió hasta España. Y desde luego modernista es, de pleno derecho, el poder sensorial de la imaginería martiniana, esa misma que escuchamos en la voz del pueblo que la canta, porque así lo imaginó su poeta: «Mi verso es de un verde claro / y de un carmín encendido: / Mi verso es un ciervo herido / Que busca en el monte amparo».

Pero José Martí, también es preciso recordarlo, supo otear el horizonte de futuro esperanzador encerrado en el mundo infantil. Así lo vislumbró y lo materializó en cuentos y ensayos escritos para 'La Edad de oro', una revista mensual enteramente suya, dedicada a los niños de toda América. No logró esta revista la pervivencia que su creador habría deseado, pero sus contenidos constituyen hoy un excelente testimonio del sentido didáctico que guía a quien concibe la educación como instrumento de desarrollo integral y regeneración de los pueblos.

Y es a ese José Martí -poeta modernista y educador- a quien se quiere recuperar desde el diario HOY y la Consejería de Cultura a través del Plan de Fomento de la lectura. Es a ese José Martí, poeta y educador, a quien Extremadura puede y debe recuperar en la lectura del libro que acompañará al periódico el próximo domingo.

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