sábado, 3 de febrero de 2007

La Argentina en José Martí

Sábado 3 de febrero de 2007. Año 11 / Número 34

Raúl Rodríguez La O

La Argentina en José MartíLuego de varios años de investigaciones en Cuba y en la República Argentina donde pude consultar en el Archivo del diario La Nación, de Buenos Aires, todos los artículos originales escritos por José Martí para ese órgano de prensa durante los años de 1882 hasta 1891 y entre los cuales descubrí algunos que no aparecen registrados en los veinte y ocho tomos de sus Obras completas y otros con pequeñas modificaciones, escribí un libro de 244 páginas titulado La Argentina en José Martí, publicado en 1997, por la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina.

Aunque parezca imposible debido al profundo conocimiento que tenía sobre la Argentina y las relaciones de amistad con prestigiosas personalidades de la cultura, la diplomacia y la política de ese país hay que decir que José Martí nunca la visitó a pesar de haber recibido una invitación del diario La Nación y que, según él mismo relató en carta del 20 de octubre de 1887 a su amigo uruguayo Enrique Estrázulas, no pudo aceptar por sus responsabilidades con la causa independentista de Cuba: "La Nación me manda a buscar de Buenos Aires: claro está que no puedo ir, con mi tierra sufriendo a la puerta, que algún día pueda tal vez necesitarme" (...).

Al desaparecer La Nación Argentina, el 31 de diciembre de 1869, surgió su continuador, el diario La Nación, de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre, en cuya primera edición del domingo 4 de enero de 1870 puede leerse un editorial titulado "Nuevos horizontes", en el cual se afirma que La Nación Argentina era un puesto de combate y La Nación sería una tribuna de doctrina.

Si alguien cumplió con ese lema, no obstante algunas limitaciones de censura impuestas al inicio por la dirección del diario, fue precisamente José Martí. Ahora bien, ¿cómo, cuándo y en qué circunstancias se produjo su vinculación con esa publicación bonaerense?

Según nuestras indagaciones, y coincidiendo con las opiniones de otros autores, todo parece indicar que el señor Carlos Carranza, amigo suyo y Cónsul argentino en Nueva York, lo puso en contacto con la dirección del diario. Además Carranza era propietario de la casa comercial Carlos Carranza and Company, en cuyas oficinas trabajaba Martí en el primer lustro de la década de 1880.

La primera crónica publicada por Martí en ese diario está fechada en Nueva York, el 15 de julio de 1882, y aparece en la edición del miércoles 13 de septiembre. Es la única de ese año y trata sobre la ejecución de Charles J. Guitteau, asesino del presidente de Estados Unidos, James Abraham Garfiel, y otros problemas sociales y políticos de la sociedad norteamericana.

En aquella época, Argentina dependía más económica y políticamente de Inglaterra que de Estados Unidos; se sentía el mensaje civilizador de Alberdi y Sarmiento, y por muchas razones resultaba muy conveniente que estuviera al tanto de cuanto sucedía en la república norteamericana. Eso tal vez permita explicar la decisión del diario de, conociendo el prestigio intelectual de Martí y sus grandes cualidades como periodista, nombrarlo como su corresponsal en Nueva York.

Claro está que esa primera crónica fue censurada en algunas de sus partes, porque a la dirección del diario le pareció demasiado radical y así se lo hizo saber al autor el señor Bartolomé Mitre y Vedia (hijo), en carta fechada en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1882, la cual ha suscitado muchas opiniones. A mi entender, fue franco al exponerle las ideas de la dirección del diario y seguir publicando todas sus posteriores crónicas sobre Estados Unidos, así como otros temas que él considerara de interés para Argentina. De esa manera se mantuvo como corresponsal hasta el 20 de mayo de 1891, cuando apareció en La Nación su última crónica, fechada en Nueva York, el 26 de marzo de igual año y también referida como la primera al asesinato esta vez de italianos en cuyo titular podemos leer lo siguiente: "Estados Unidos de América. El asesinato de los italianos.—Las escenas de Nueva Orleans.—Los antecedentes y el proceso.—La Mafia y la política local.—El asalto a la cárcel.—La reunión, la marcha, los muertos."

En honor a la verdad y haciendo justicia siempre habrá que agradecer a La Nación, de Buenos Aires, y por ende a los Mitre, haber permitido al Héroe Nacional de Cuba la publicación de todas esas cartas que, junto con las publicadas en La Opinión Nacional, de Caracas (1881-1882), y El Partido Liberal, de México (1886-1892), constituyen una exhaustiva y valiosa fuente de información, conocimiento y análisis crítico de la sociedad norteamericana en el periodo inicial de la fase superior capitalista en ese país.

La remuneración por sus colaboraciones con La Nación, la destinaba a ayudar económicamente a la madre, doña Leonor Pérez, como confesara en carta del 13 de noviembre de 1885 a su íntimo amigo mexicano Manuel Mercado: "Trabajo para un gran diario de Buenos Aires; pero ese sueldo va a mamá".

Martí amó entrañablemente a la Argentina como al resto de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños. Estaba al tanto de todo lo que en dichas tierras sucedía.

Pero no solamente escribió con amor y profundidad de conocimientos en defensa de la Argentina, dando a conocer sus grandes valores humanos y riquezas materiales y espirituales, sino que además mantuvo relaciones de amistad con excelentes personalidades de ese país como los ex presidentes Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña a quienes conoció en la Conferencia Internacional Panamericana de Washington, celebrada en Estados Unidos desde octubre de 1889 hasta abril de 1890 , así como Vicente G. Quesada, Miguel Tedín, Carlos Aldao y Carlos Carranza.

En sus escritos podemos encontrar referencias y menciones a figuras argentinas de relevancia nacional e internacional como Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan Bautista Alberdi, Manuel Belgrano, Juan Martín Pueyrredón, Justo José de Urquiza, Bernardino Rivadavia, Juan Manuel Ortiz de Rosas y el poeta Víctor Olegario Andrade, entre otros.

Su amor y lealtad hacia los pueblos latinoamericanos y la forma en que siempre los defendió, en especial durante la ya mencionada Conferencia Internacional Panamericana de Washington, según puede confirmarse en las crónicas publicadas en La Nación, así como sus excelentes relaciones con la delegación argentina participante en ese evento y presidida por Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña, constituyeron aval suficiente para que el gobierno de la República Argentina, dando prueba de confianza y reconocimiento de sus capacidades y méritos personales, decidiera nombrarlo Cónsul en Nueva York, mediante decreto presidencial del 24 de julio de 1890. En dicho cargo permaneció de manera brillante y leal a la Argentina hasta octubre de 1891 cuando renunció para no crearle problemas a dicho país por sus actividades revolucionarias y patrióticas contra España y dedicarse así por completo a la preparación de la tercera y última guerra por la independencia de Cuba. En su carta de renuncia, dirigida a Vicente G. Quesada, ministro de Argentina en Washington, fechada el 17 de octubre, diría para justificar su decisión:

"Tengo la honra de dirigirme a V. E. para ratificar, en testimonio de mi respeto y agradecimiento a la República Argentina, la renuncia del cargo de Cónsul argentino, en esta ciudad que ansioso de evitar comentario alguno contra aquel agradecimiento y respeto, envié a V. E. por el telégrafo el día 11.

Como el premio más honroso a mi cariño vigilante por los pueblos de mi raza en América, recibí y procuré justificar en su desempeño, el nombramiento, ni directa ni indirectamente solicitado, y por eso mismo más halagador, de Cónsul argentino en Nueva York. Pero se me dice que un periódico español en esta ciudad ha publicado un artículo en que intenta hallar incompatibilidad entre mi nacimiento de cubano, que me obliga a luchar para obtener para mi patria lo mismo que los padres de la patria argentina obtuvieron a su hora para su país,-- y mi carácter de Cónsul de la República en Nueva York. Y como añade el periódico, a lo que se me dice, que pudiera mi permanencia en este puesto provocar un conflicto entre el país que me honró con él y la monarquía de la Península, ni por un momento puedo consentir en continuar, por honrosa que ella me sea, en una situación por donde viniera yo a pagar con una controversia ingrata una distinción de tanto valer para mí, que contará siempre entre las más caras y lisonjeras de mi vida.

Ruego a V. E. se sirva ordenar al Sr. Vicecónsul, se haga cargo del Consulado que renuncio, y creer que si en mi persona desaparece el Cónsul argentino en Nueva York, queda en mí siempre para la República Argentina, un hijo agradecido.

Saludo a V.E. con el testimonio de mi más alta consideración.

José Martí"

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