sábado, 24 de febrero de 2007

Inicio de la Guerra Necesaria.

24 DE FEBRERO DE 1895

Autor: LUIS PAVÓN

Ya en 1894, José Martí— a pesar de que no tiene día sin febril actividad y aún sin disgustos– podía sentirse confiado y satisfecho hasta donde podía estarlo quien preparaba una contienda en territorio hostil. Llevaba años de prédica y ardoroso trabajo para unir hombres y juntar dinero y recursos.

Había trazado el plan para el alzamiento armado con paciencia y cuidado. José Martí llevaba todos los hilos en la mano con talento y desvelo ejemplares.

Pero por lo menos, aparte de la preparación de la Guerra, ya en fase decisiva, dos contrariedades le amargan: Una, el estallido de la huelga de tabaqueros cubanos en Cayo Hueso, y la medida contra ellos tomada por norteamericanos y españoles: usar rompe huelgas enviados por las autoridades coloniales desde Cuba. El otro, toca su intimidad: Habría querido, antes de partir, despedirse de su madre, pero Doña Leonor, casi ciega, no puede ir a encontrarse con él. Atenderá el conflicto social confiando la parte legal al abogado norteamericano Horatio P. Rubens, que le ha presentado Gonzalo de Quesada y le ofreciera sus servicios. La ausencia de la madre se mantendrá en su corazón como dolor irremediable.

En su primera juventud había colocado su voluntad y su inspiración junto a los patriotas, por lo que habría de sufrir persecuciones y ya a los 16 años de edad será condenado a cárcel y trabajos forzados, y luego al destierro. Cuando puede regresar Cuba, aquí, en 1878, la única alegría recibida, además de la de vivir en la Patria que le negaban, es el nacimiento de su hijo. No cesará de luchar por la Independencia, y junto a Juan Gualberto Gómez, hijo de ex esclavos, patriota que se gana la vida como periodista, y a otros, conspira a favor de los planes de la que fue llamada Guerra Chiquita. España lo expulsará nuevamente de Cuba.

No dejaría la lucha por su Patria. Batirá los obstáculos que se oponen a su independencia. Y los que ya levanta el imperialismo norteamericano.

Y es allá, en las entrañas del monstruo, donde ha ido preparando la asonada que esperaba fuese definitiva.

Lo primero sería lograr la unidad. La reclama a jóvenes y a combatientes veteranos, y pone su ánimo y su pluma, su gestión y todo el ardor de que es capaz su patriotismo ilimitado, en favor de esta unidad que abarca a blancos y negros, a ricos y pobres, aunque sabe que sus más firmes baluartes están entres los humildes.

Está pensando en esa unidad cuando crea, en 1892, el Partido Revolucionario Cubano y cuando funda el periódico Patria. En sus cartas, en sus viajes, va sentando la unión imprescindible.

Viaja a Santo Domingo a poner al tanto a Máximo Gómez de los planes, y a oírle. Va a Costa Rica donde lo escucharán y ganará otra anuencia y participación imprescindible, la de Antonio Maceo. Tiene junto a sí a otro veterano heroico, Serafín Sánchez.

Necesita recursos. Y a su palabra acuden los cubanos. —los tabaqueros, en primer lugar, pero también gente que tiene ahorros y aún riquezas pero no olvidan a Cuba. Su verbo encendido –Doctor Torrente le han llamado en América– logra vencer dificultades, suavizar oposiciones, limar obstinaciones.

Ha logrado comprar tres embarcaciones, el Amadís, el Lagonda y el vapor Baracoa.

Éstas irían hasta el puerto floridano de Fernandina donde recogerían las armas y municiones que allí habían sido asignadas Una vez cargadas, el Lagonda, el Amadís —nombre seguramente casual pero tan vinculado a la cultura hispana que parece anunciar que la guerra no es contra España– y el Baracoa, seguirían destinos distintos: uno a Costa Rica para llevar a Maceo, Crombet y otros patriotas, a Oriente. Otro, conduciría a Serafín Sánchez y a Carlos Roloff, hasta las Villas. El tercero, después de zarpar de Fernandina, iría a Santo Domingo y trasladaría a Martí y a Gómez hasta Camagüey. Además, en Cuba estaba dispuesto el alzamiento. Aunque España sospechaba e incluso se vigilaba y perseguía a Guillermo Moncada y a otros comprometidos, se contaba con el factor sorpresa al atacarse por tres lugares mientras en el interior del país se llevaban a cabo distintos alzamientos.

Sin embargo, quien debía cuidar el secreto en Fernandina, López de Queralta, veterano de la Guerra Grande, habló por imprudencia o traición: españoles y norteamericanos, alertados, hicieron fracasar el plan.

Fue el desastre mayor e inesperado. Centavo a centavo se había reunido lo necesario para llevar a cabo la invasión. En Cuba estaban los patriotas decididos; desde Masó, Moncada, Bandera, los Lora, hasta Juan Gualberto. Maceo y Gómez esperaban, en Costa Rica y Santo Domingo, respectivamente. Se habían enviado emisarios del Partido a favorecer la unidad de los revolucionarios y vincularlos al plan.

Todo se vino abajo.

Martí no se dejó vencer por la desgracia. Juntó lo que pudo, ajustó los planes, encargó al abogado Rubens la reclamación de lo ocupado por el gobierno norteamericano y encomendó otras tareas a Quesada antes de partir para Santo Domingo a reunirse con el General Gómez. Ya en enero obtuvo que se devolvieran las armas. Desde la Isla vecina y entrañable, continuaría el ajuste del plan a las nuevas dificultades.

En Cuba, según lo previsto, el alzamiento se produjo el 24 de febrero, fecha escogida por los combatientes: era domingo de Carnaval lo que facilitaba los movimientos. En realidad, el plan dio resultados plenos solo en Oriente, con múltiples levantamientos en Santiago, Manzanillo, Baire y otros puntos, aunque fallaron los distintos planes de Occidente y cayó prisionero Juan Gualberto Gómez.

Pero la Guerra estaba ya iniciada vigorosamente. En abril, tras un viaje azaroso, desembarcaron en Duaba, cerca de Baracoa, Maceo, Crombet y los hombres que integraban su expedición. Martí y Gómez lo harían por Playitas, al Sur de Oriente, el día 11. Hicieron en bote la última parte del viaje. La lluvia y las olas atacaban a los expedicionarios. Los remos pesaban. Al fin, salta a tierra. Está en Cuba. Escribe en su diario: "¡Dicha grande!". En Estados Unidos, Serafín Sánchez y sus compañeros logran venir con una expedición en Julio. El barco tendría un nombre al que todos hacen honor: José Martí.

La Guerra iniciada el 24 de febrero envolvería a todo el país. España, obligada primero a sacar a Valeriano Weyler, luego a inventar una "autonomía" que no tuvo efecto alguno sobre nuestro pueblo. Aunque los colonizadores continuaran en el país, sus tropas eran diezmadas por el machete, el desconcierto y las enfermedades. Indudablemente derrotada por las fuerzas mambisas, ya en 1898 peleando en todo el país, España estaba vencida de hecho cuando Estados Unidos decidió intervenir y frustrar nuestra Independencia. Precisamente lo que quiso evitar Martí. Se sentiría especialmente en ese momento, su ausencia y la de Maceo. Pero si Martí no se dejó achicar por la traición en Fernandina, Cuba sabría combatir hasta conquistar su verdadera independencia, por él prevista.

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