sábado, 19 de junio de 2021

Antonio Maceo: su ética patriótica como prenda más relevante

Narciso Fernández Ramírez
13 Junio 2021
narciso@vanguardia.cu
@narfernandez
narciso.fernandezramirez

Homenaje al Titán de Bronce en el aniversario 176 de su natalicio, ocurrido en Santiago de Cuba, el 14 de junio de 1845.

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Antonio Maceo - (Foto: Tomada de Internet)

El Maceo guerrero siempre ha sido enaltecido. No hay cubano que desconozca sus proezas y su cuerpo lleno de heridas gloriosas.

La Protesta de Baraguá, igualmente, está profundamente arraigada en el imaginario popular con su famosa frase: ¡Guarde usted ese documento. No queremos saber nada de él!

Mas, queda mucho por aprender de la grandeza de su pensamiento, de su acrisolado patriotismo y de su ética de servicio puestos en función de la independencia de Cuba y de la hermana isla de Puerto Rico, a la que pretendía liberar, si la vida se lo hubiese permitido, tal y como era su deseo.

José Martí lo aquilató en toda su magnitud, cuando afirmó que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, por lo que había que prestarle atención a lo que decía.

Leonardo Griñán Peralta, en su libro Maceo. Análisis caracterológico, afirmaba que el patriotismo era su prenda más relevante: «(…) fue como el sol en derredor del cual girasen todos sus gustos e inclinaciones»

Mientras el malogrado poeta Julián del Casal, una de las figuras clave del modernismo en Latinoamérica, quien lo conociera en La Habana, escribía a un amigo en carta del 1.o de agosto de 1890: «Solo he encontrado en estos días a una sola persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura usted que sea? Maceo, que es un hombre de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro».

Y si bien se conoce lo acontecido el 15 de marzo de 1878 en los famosos Mangos de Baraguá, resulta casi desconocida la propuesta que se le hiciera a Maceo de aprovechar la ocasión para asesinar al militar español, entonces capitán general de la isla de Cuba.

La respuesta del general Antonio resultó contundente y aleccionadora: «(…) llegó a mi conocimiento que pretendían que trancase al general Campos el día de la conferencia; llenóme de indignación cuando lo supe, y le dije que el hombre que expone el pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero libertad, si unida a ella va la deshonra».

La providencia quiso que la carta cayera en manos de Martínez Campos: «La casualidad ha hecho que caiga en mi poder una carta que usted dirigía el 4 del pasado, al señor Flor Crombet, y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de usted como amigo, pues que ha sido enemigo leal. Se despide de usted con toda consideración, s.s.q.s.m. Arsenio Martínez Campos».

Se cuentan por cientos otros ejemplos de la ética del Titán y su patriotismo inmaculado. Tal es el caso de esta frase suya de incalculable vigencia: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; pues mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos».

Maceo, como Gómez, también se opuso a la intervención militar norteamericana en el conflicto contra España, y avizoró sus aviesas intenciones contra Cuba: «¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas, que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su libertad con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en plazo breve, sin que haya menester otra ayuda».

Y célebre, por su marcado antimperialismo, resultó lo expresado en carta al coronel Federico Pérez Carbó, fechada el 14 de julio de 1896: «De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. (…) Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso».

María Cabrales, su esposa amantísima, lo acompañó los diez años que duró la llamada Guerra Grande (1868-1878); ya los achaques propios de la edad le impidieron seguirlo a la manigua en la de 1895, pero el lugarteniente general la mantuvo siempre al tanto de su vida en campaña.

Así, el 25 de marzo de 1896 le escribió: «La patria ante todo; tu vida entera es el mejor ejemplo; continuar es deber; retroceder, vergüenza oprobiosa. ¡Adelante pues; para el terruño, la gloria de sacrificarlo todo!».

Ese es el Maceo que a la distancia de más de siglo y medio los cubanos debemos mantener vivo. Ese es el ideario patriótico y la ética de servicio que nos hace ser mejores cubanos y enfrentar los duros tiempos de hoy.

Somos hijos de Baraguá, por eso —como dijera Miguel Díaz-Canel, el 26 de julio de 2019, al hablar a nombre de las nuevas generaciones—: «No, no nos entendemos, ni nos entenderemos jamás con los que pretendan devolver a Cuba al estado de cosas que en 1953 llevó a lo mejor de la juventud cubana a asaltar dos cuarteles militares con más moral que armas».

Y esa frase de Maceo nos lo dice todo. Un llamado inexcusable al combate.El Maceo guerrero siempre ha sido enaltecido. No hay cubano que desconozca sus proezas y su cuerpo lleno de heridas gloriosas.

La Protesta de Baraguá, igualmente, está profundamente arraigada en el imaginario popular con su famosa frase: ¡Guarde usted ese documento. No queremos saber nada de él!

Mas, queda mucho por aprender de la grandeza de su pensamiento, de su acrisolado patriotismo y de su ética de servicio puestos en función de la independencia de Cuba y de la hermana isla de Puerto Rico, a la que pretendía liberar, si la vida se lo hubiese permitido, tal y como era su deseo.

José Martí lo aquilató en toda su magnitud, cuando afirmó que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, por lo que había que prestarle atención a lo que decía.

Leonardo Griñán Peralta, en su libro Maceo. Análisis caracterológico, afirmaba que el patriotismo era su prenda más relevante: «(…) fue como el sol en derredor del cual girasen todos sus gustos e inclinaciones»

Mientras el malogrado poeta Julián del Casal, una de las figuras clave del modernismo en Latinoamérica, quien lo conociera en La Habana, escribía a un amigo en carta del 1.o de agosto de 1890: «Solo he encontrado en estos días a una sola persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura usted que sea? Maceo, que es un hombre de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro».

Y si bien se conoce lo acontecido el 15 de marzo de 1878 en los famosos Mangos de Baraguá, resulta casi desconocida la propuesta que se le hiciera a Maceo de aprovechar la ocasión para asesinar al militar español, entonces capitán general de la isla de Cuba.

La respuesta del general Antonio resultó contundente y aleccionadora: «(…) llegó a mi conocimiento que pretendían que trancase al general Campos el día de la conferencia; llenóme de indignación cuando lo supe, y le dije que el hombre que expone el pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero libertad, si unida a ella va la deshonra».

La providencia quiso que la carta cayera en manos de Martínez Campos: «La casualidad ha hecho que caiga en mi poder una carta que usted dirigía el 4 del pasado, al señor Flor Crombet, y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de usted como amigo, pues que ha sido enemigo leal. Se despide de usted con toda consideración, s.s.q.s.m. Arsenio Martínez Campos».

Se cuentan por cientos otros ejemplos de la ética del Titán y su patriotismo inmaculado. Tal es el caso de esta frase suya de incalculable vigencia: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; pues mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos».

Maceo, como Gómez, también se opuso a la intervención militar norteamericana en el conflicto contra España, y avizoró sus aviesas intenciones contra Cuba: «¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas, que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su libertad con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en plazo breve, sin que haya menester otra ayuda».

Y célebre, por su marcado antimperialismo, resultó lo expresado en carta al coronel Federico Pérez Carbó, fechada el 14 de julio de 1896: «De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. (…) Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin su ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso».

María Cabrales, su esposa amantísima, lo acompañó los diez años que duró la llamada Guerra Grande (1868-1878); ya los achaques propios de la edad le impidieron seguirlo a la manigua en la de 1895, pero el lugarteniente general la mantuvo siempre al tanto de su vida en campaña.

Así, el 25 de marzo de 1896 le escribió: «La patria ante todo; tu vida entera es el mejor ejemplo; continuar es deber; retroceder, vergüenza oprobiosa. ¡Adelante pues; para el terruño, la gloria de sacrificarlo todo!».

Ese es el Maceo que a la distancia de más de siglo y medio los cubanos debemos mantener vivo. Ese es el ideario patriótico y la ética de servicio que nos hace ser mejores cubanos y enfrentar los duros tiempos de hoy.

Somos hijos de Baraguá, por eso —como dijera Miguel Díaz-Canel, el 26 de julio de 2019, al hablar a nombre de las nuevas generaciones—: «No, no nos entendemos, ni nos entenderemos jamás con los que pretendan devolver a Cuba al estado de cosas que en 1953 llevó a lo mejor de la juventud cubana a asaltar dos cuarteles militares con más moral que armas».

Y esa frase de Maceo nos lo dice todo. Un llamado inexcusable al combate.El Maceo guerrero siempre ha sido enaltecido. No hay cubano que desconozca sus proezas y su cuerpo lleno de heridas gloriosas.

La Protesta de Baraguá, igualmente, está profundamente arraigada en el imaginario popular con su famosa frase: ¡Guarde usted ese documento. No queremos saber nada de él!

Mas, queda mucho por aprender de la grandeza de su pensamiento, de su acrisolado patriotismo y de su ética de servicio puestos en función de la independencia de Cuba y de la hermana isla de Puerto Rico, a la que pretendía liberar, si la vida se lo hubiese permitido, tal y como era su deseo.

José Martí lo aquilató en toda su magnitud, cuando afirmó que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, por lo que había que prestarle atención a lo que decía.

Leonardo Griñán Peralta, en su libro Maceo. Análisis caracterológico, afirmaba que el patriotismo era su prenda más relevante: «(…) fue como el sol en derredor del cual girasen todos sus gustos e inclinaciones»

Mientras el malogrado poeta Julián del Casal, una de las figuras clave del modernismo en Latinoamérica, quien lo conociera en La Habana, escribía a un amigo en carta del 1.o de agosto de 1890: «Solo he encontrado en estos días a una sola persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura usted que sea? Maceo, que es un hombre de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro».

Y si bien se conoce lo acontecido el 15 de marzo de 1878 en los famosos Mangos de Baraguá, resulta casi desconocida la propuesta que se le hiciera a Maceo de aprovechar la ocasión para asesinar al militar español, entonces capitán general de la isla de Cuba.

La respuesta del general Antonio resultó contundente y aleccionadora: «(…) llegó a mi conocimiento que pretendían que trancase al general Campos el día de la conferencia; llenóme de indignación cuando lo supe, y le dije que el hombre que expone el pecho a las balas y que puede en el campo de batalla matar a su contrario, no apela a la traición y a la infamia asesinándole, y que aquellos que quisiesen proceder mal con ese señor, tendrían que pisotear mi cadáver: no quiero libertad, si unida a ella va la deshonra».

La providencia quiso que la carta cayera en manos de Martínez Campos: «La casualidad ha hecho que caiga en mi poder una carta que usted dirigía el 4 del pasado, al señor Flor Crombet, y los sentimientos caballerescos que en ella manifiesta usted, anatematizando un proyecto contra mí, me han impresionado vivamente, y desearía tener ocasión de estrechar la mano de usted como amigo, pues que ha sido enemigo leal. Se despide de usted con toda consideración, s.s.q.s.m. Arsenio Martínez Campos».

Se cuentan por cientos otros ejemplos de la ética del Titán y su patriotismo inmaculado. Tal es el caso de esta frase suya de incalculable vigencia: «La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; pues mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos».

Maceo, como Gómez, también se opuso a la intervención militar norteamericana en el conflicto contra España, y avizoró sus aviesas intenciones contra Cuba: «¿A qué intervenciones ni injerencias extrañas, que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su libertad con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en plazo breve, sin que haya menester otra ayuda».

Y célebre, por su marcado antimperialismo, resultó lo expresado en carta al coronel Fed

María Cabrales, su esposa amantísima, lo acompañó los diez años que duró la llamada Guerra Grande (1868-1878); ya los achaques propios de la edad le impidieron seguirlo a la manigua en la de 1895, pero el lugarteniente general la mantuvo siempre al tanto de su vida en campaña.

Así, el 25 de marzo de 1896 le escribió: «La patria ante todo; tu vida entera es el mejor ejemplo; continuar es deber; retroceder, vergüenza oprobiosa. ¡Adelante pues; para el terruño, la gloria de sacrificarlo todo!».

Ese es el Maceo que a la distancia de más de siglo y medio los cubanos debemos mantener vivo. Ese es el ideario patriótico y la ética de servicio que nos hace ser mejores cubanos y enfrentar los duros tiempos de hoy.

Somos hijos de Baraguá, por eso —como dijera Miguel Díaz-Canel, el 26 de julio de 2019, al hablar a nombre de las nuevas generaciones—: «No, no nos entendemos, ni nos entenderemos jamás con los que pretendan devolver a Cuba al estado de cosas que en 1953 llevó a lo mejor de la juventud cubana a asaltar dos cuarteles militares con más moral que armas».

Y esa frase de Maceo nos lo dice todo. Un llamado inexcusable al combate.

Tomado de: Vanguardia.cu

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