lunes, 21 de junio de 2021

El padrazo de los niños de América

Autor: Amador Hernández Hernández
internet@granma.cu
18 de junio de 2021 08:06:51

A 132 años del primer número de la revista convertida ya en libro retorna Martí a la Cuba, asediada por los mismos enemigos de entonces, para recordarnos que «el nombre de los padres es una obligación para los hijos, y no tiene derecho al respeto que va por todas partes con la sombra del padre glorioso, el hijo que no continúa sus virtudes»

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La Edad de Oro - Foto: Yadiel de la Campa

Si los hijos del subcontinente de América honran la Pachamama como su madraza universal, justo sería entonces reconocer en José Martí al padrazo de los niños que han brotado de la tierra del Gran Semí. Concebirlo solo como el batallador incesante por la independencia de Cuba y con ella el logro del equilibrio en las relaciones, respetuosas, internaciones, es vislumbrar únicamente una parte de toda su dimensión humana.

Fue mucho más: fue el padre cariñoso, devenido igualmente en el maestro infinito, guía de todos los saberes universales. Fue, del mismo modo, el genio, el hombre suma y síntesis de una cultura ganada con honor en los campos de batallas y en los libros necesarios. Y por esa razón hubo de legar, robándole horas al descanso y a la gloria, para los niños de su América cuatro números de la revista La Edad de Oro, escritas para la diversión y la sabiduría de los infantes.

En ellas, el Apóstol les entregó textos inolvidables: cuentos de hechicería, de amor infinito por los pobres, y cuentos para saber de hermosos pájaros que cantan a los hombres; poemas de niñas magnánimas y de niños traviesos que besan mariposas y aquel hermoso recorrido por la exposición de París.

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Por eso el homenaje a Martí

Reconozco que nunca antes había leído con tanta pasión un artículo mediante el cual la mano del futuro héroe de Dos Ríos nos permitió recorrer la primera exposición de desarrollo y ciencia, que tan elegantemente organizaron los franceses para honrar el centenario de su revolución. Bajo el arco de sombra de la recién estrenada torre Eiffel, los pueblos del mundo llevaron lo mejor de su mercado para extasiar a los demás con sus productos. Todo lo que el hombre había sido capaz de crear para su bienestar estaba expuesto en la bella Ciudad Luz. Imaginé mi agotamiento, feliz, de andar sobre los viejos adoquines, fascinado de ver tanta hermosura, impaciente porque no habíamos encontrado los pabellones de nuestra América. Y fue al doblar una de las calles más concurridas cuando aquel padrazo,el menudo hombrecito de ojos de miel y mirada de fuego, exclamó: ¡Ahí están!

Y cierto, se veían bellamente descritos por el viajero interminable cada uno de los pabellones de las naciones americanas, uno tan original como el otro. Y qué frescas sus frutas, y qué exquisitos sus vinos, y qué preciosas mercaderías en sus tiendas. Y las mujeres repartían flores y besos, y los hombres apretones de mano como si el mundo entero fuera su amigo. A esos hemos venido, dijo el Maestro, a buscar amigos. ¿Y Cuba?

En un rinconcillo del pabellón español encontramos los rones de caña, los mariscos, el azúcar con sabor a sudor africano, los dorados plátanos y la guayaba seductora. En ese rincón perdido de la exposición contaban sus mismas tristezas los hijos de Céspedes y los hermanos puertorriqueños. "En la próxima será, advirtió el guía vuelto padre consolador y gentil, en la próxima fiesta del comercio mundial estaremos en el más digno pabellón, con nuestra tricolor de única estrella y el himno de Bayamo como canto de amistad". Yo lo vi salir con sus pasos menudos de las páginas del libro a continuar escribiendo para los pobrecitos que aún andan con sus calzas de indios por cordilleras nevadas y ríos enojosos.

A 132 años del primer número de la revista convertida ya en libro retorna Martí a la Cuba, asediada por los mismos enemigos de entonces, para recordarnos que «el nombre de los padres es una obligación para los hijos, y no tiene derecho al respeto que va por todas partes con la sombra del padre glorioso, el hijo que no continúa sus virtudes».

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Tomado de: Periódico Granma

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