viernes, 21 de octubre de 2022

Mirada martiana a la naturaleza

Ricardo R. González
18 Octubre 2022

En el Día Mundial de Protección a la Naturaleza, vale detenernos en las consideraciones martianas.

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(Foto: Tomada de Internet)

A veces me pregunto cómo José Martí pudo adelantarse tanto a su tiempo. ¿Acaso magia, hechizo, intuición, presagios, inteligencia privilegiada…? Diría que un poco de todo en épocas en que ni se soñaba con un satélite espacial recorriendo el espacio, o que el impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación mostrara un universo inimaginable.

Dentro del espectro natural, la visión martiana navegó a largo alcance para dejar clara la indisoluble relación entre el entorno y el hombre como presupuesto prioritario para lograr el equilibrio que evite la extinción de los terrícolas.

Allá por 1892 el Apóstol remarcaba una frase de ley: «El mundo sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en el contra la Naturaleza».1

Una interpretación evidente nos adentra en el insuperable magisterio al insistir no solo en el cuidado del entorno, sino en inculcarles a los hombres y las mujeres el amor por el planeta, para que las generaciones futuras puedan disfrutar de las grandezas de este universo.

No podía concebir el Maestro que un día la propia irreverencia humana fuera reduciendo las disponibilidades de subsistencia en el planeta. Para él «La Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece, y prepara para la virtud al hombre», como sentenciara en La Opinión Nacional, de Caracas, en 1882.

Sin embargo, más allá de admirar un árbol, de describir el canto de un ave, de recrearnos en la descripción de las aguas transparentes de un río, hay una invitación a diversificar los cultivos sobre la base de la preservación de los suelos.

Lecciones inigualables las ofrece en su Diario de campaña. De Cabo Haitiano a Dos Ríos, en el que se descubre a un Martí anonadado ante el paisaje natural que le brinda su Patria.

Por ello habló de los bosques, «de reponer las maderas que se cortan, para que la herencia quede siempre en flor».2

Y esa flor hay que encontrarla en un mundo donde las especies en extinción están cada día al borde del abismo, donde arpones desmedidos atraviesan la piel de los delfines, done la tala indiscriminada de árboles nos hace cada vez más pobres.

Un mundo onde las contaminaciones ambientales nublan el aire, y las aguas son empañadas con total irreverencia por tantos residuos vertidos a sus afluentes. El hogar común donde persiste el sacrificio masivo de ballenas y el hábitat de los ingeniosos pingüinos está en una cuerda floja por las inexplicables agresiones y la posible desaparición de los glaciares.

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(Foto: Tomada de Internet)

Y crece la marea negra teñida por los derrames de petróleo que escapan de los buques por errores humanos; sin embargo, las naciones industrializadas se alejen de los protocolos protectores de nuestro medio ambiente, cuando los estragos de un cambio climático refuerzan un panorama a las puertas del holocausto.

Solo el instinto benéfico de la humanidad alumbrado por las buenas acciones podrá aliviar esas marcas irreversibles exhibidas por cada continente.

Por ello seguiré preguntándome cómo pudo Martí adelantarse a su tiempo, pero sobre todo, debemos preocuparnos por los pasos errados que da el mundo, donde la verde vegetación, poco a poco, se opaca y toma tonalidades oscuras o la fauna agoniza. Con el Maestro quedamos en deuda, esa arrastrada ante un hombre real que con su mirada pudo acariciar la natura.

Referencias

1 José Martí, Obras completas, tomo 8, p. 303.

2 Rafael Serra. «Para un libro». Edición 3, Nueva York, marzo 26 de 1892, en Obras completas, tomo 4, p. 381.

Tomado de: Vanguardia

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