viernes, 5 de mayo de 2006

José Martí: Referencias a la etnología y el folklore en su obra (Parte I)

Cultura - Cuba

Por: María Teresa Linares Savio* (Fecha publicación:04/05/2006)

Las acotaciones, descripciones y criterios sobre la vida del hombre, que José Martí vierte en los artículos, críticas y relatos de viaje, demuestran su preocupación por aspectos relacionados con la antropología de los pueblos americanos. En estos breves comentarios se señala su valiosa labor pionera como estudioso de la etnología y el folklore americano.

En muchos de sus trabajos, José Martí demuestra su profunda preocupación por el desconocimiento que existía sobre la vida cotidiana del hombre americano. Considera y manifiesta en sus trabajos que es necesario analizar las costumbres -vida familiar, economía, artesanías, comidas, medicinas y remedios caseros, vestuario, la filosofía expresada en sus decires- y todos aquellos aspectos que entrarían en la cultura material y espiritual del hombre 'natural', para con ello entenderlo y guiarlo por el mejor camino de su desarrollo.

En agosto de 1887 José Martí publicó en El Economista Americano un artículo crítico sobre la lectura que hiciera el antropólogo y etnólogo norteamericano Daniel Garrison Brinton, de Filadelfia, ante la Asociación de Adelanto de las Ciencias, titulado 'Noticia de los datos actuales para el estudio de la cronología prehistórica de América', en el que destaca los libros publicados por aquel autor referidos a las lenguas aborígenes, las leyendas mayas, una gramática de la lengua cakchiquel y un baile -comedia en nahuatl- español llamado El guegüense, de los primeros años de la conquista.

Se refiere a las teorías del antropólogo sobre la antigüedad de la raza americana y su procedencia del oeste de Europa a través del puente de tierra preglacial que la unía a América.

Señala también cómo el antropólogo demuestra sus hipótesis por los '... hallazgos de depósitos de conchas y huesos de especies distintas donde se han hallado restos de cerámica y útiles de piedra pulidos con relativa habilidad, y en los arenales de Trenton y lugares varios, ricos en residuos paleolíticos que revelan la existencia del hombre americano en la época glacial, cuando no antes en lo esparcido del cultivo del maíz y del tabaco, que en edad remotísima se cosechaban desde el Canadá hasta la Patagonia'.
Martí se refiere también en este artículo a la mención que hace Brinton de las más de 200 lenguas aborígenes diferentes de raíz que existían en Norte y Sudamérica, '... quizás desaparecidas hoy muchas de ellas, pero que acusan una edad muy lejana, pues sólo por la duración de ella pudo parar en esas opuestas ramas una raza cuyo común origen se comprueba por la identidad de los cráneos hallados en los depósitos cuaternarios más antiguos: -y en el descubrimiento de útiles de labor en los depósitos glaciales-, lo que remonta la existencia del hombre en América hasta la época del hielo, hace unos 35 mil años'.
Estos sorprendentes comentarios nos sitúan ante el interés de José Martí por un conocimiento de nuestros orígenes para apoyar la defensa de nuestra identidad americana y el interés por aspectos de la lingüística, la etnología y la antropología de los pueblos de América. Por esto quizás se pronuncia contra el injerto de elementos culturales exóticos en nuestra cultura cuando dice:
'La historia de América [...] ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia'.
Y no es que esté en contra de la cultura universal, sino que está consciente de que, por conocer y dar prioridad a aquélla, se descuida la nuestra.
Sobre esto sentencia: 'Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco [abonado, irrigado] [...] ha de ser el de nuestras repúblicas'.
El pensamiento de Martí no puede considerarse por esto localista. Su pensamiento americano trasciende todas las fronteras, a través de las descripciones de sus visitas a Guatemala, Isla de Mujeres (México), los Estados Unidos; a través de sus comentarios críticos y en sus poéticas visiones del Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos.
En Livingstone, Guatemala, encontramos que se detiene ante el hombre y su contexto social: 'Pues, ¿qué hacen en aquella plaza tantos hombres que van y vienen?
No es plaza, es que están embarrando una cabaña. Ese bullicio es simpático; atrae ojos y corazones, porque lo engendra un sentimiento fraternal. [...] En este lugar el pueblo no permite que un hombre solo haga su casa: todos le ayudan, sea cualquiera la época del año; ellos la arrancan de la tierra y la acarrean para endurecer el suelo, ellos cruzan las varas, ellos construyen bruscos ladrillos, ellos coronan la choza de abundantes hojas de palmeras'.
Su mirada rápida de viajero, ávida del conocimiento del pueblo, capta una escena que es común en toda nuestra América, tal como se realiza en Cuba una junta o reunión de vecinos para la construcción de su bohío. Y describe todos los pasos de la preparación de la arcilla, los cujes que le sirven de apoyo a las paredes de embarrado, el techado de guano.
En nuestros grupos primitivos fue necesaria la unión para no perecer, y en estas visiones de América comprueba los elementos de la cultura material derivados de grupos indígenas similares en Centroamérica y Cuba y su permanencia en las poblaciones contemporáneas a sus viajes.
Se refiere luego Martí a las relaciones humanas: 'El marinero es saludado por todo el mundo [...] hablan su Caribe primitivo, su dialecto puro [...]. Y ¡qué manera de hablar! Una vez admiró el viajero la rápida palabra de los vascos: ahora ve que ésta le es muy superior. Son locuaces con la lengua, con los ojos, con las caderas, con las manos [...]'.
Gestualidad y cordialidad propias también del cubano. Describe así detalles importantes para el estudio de un pueblo, su lengua y expresividad, el hombre y su parla, el carácter social del conglomerado, la mujer y su vestuario: 'Y cómo se viste esa negra: es el vestido del país. Un pañuelo blanco, atado de manera de turbante le cubre por delante la frente; y por detrás el cuello, dejando las largas puntas sobre la ebúrnea espalda. Un camisón de azul listado deja al aire brazos y cuello, y, más debajo de las rodillas, deja paso a la saya que le cuelga de la cintura [...] más debajo de la cintura ciñe con un lazo abandonado el camisón de hilo, un pañolón azul de largas puntas'.
Y como Martí describe otros lugares, no usa los términos de aquel pueblo, sino un lenguaje sencillo, poético, que a todos nos llega como un paisaje a todo color, captado por su mirada panorámica, acuciosa, similar a la de su llegada a Livingstone.
Cuando Martí llega a Zacapa, encuentra que los pobladores viven del cultivo del tabaco y la fabricación de sombreros de petate, y al usar una palabra del lugar aclara su significado: '[...] éste es el patrimonio, como dice la gente del pueblo'.
Y con esta noticia aclaratoria va la base económica y el nombre que le dan en el lugar a la producción y al material del sombrero, especie de guano de palma para tejer.
Luego de un azaroso viaje en mula por lugares inhóspitos durante varios días llega a Isla de Mujeres y observa formas de transacciones comerciales comunes en Cuba y en poblaciones rurales en desarrollo en países centro y sudamericanos durante el siglo XIX, y quizás aún en algunos. Se refiere al comercio de productos de cambio en la bahía.
'Se compra aquí con huevos, se llama al aguardiente de caña habanero, se hacen frecuentemente bailes con poninas, contribución voluntaria que no excede nunca de cuatro reales, y con ellos, como en todas partes, se bebe abundante vino dulce'.
Los bailes de ponina fueron descritos por los costumbristas en Cuba como los realizados en zonas campesinas o en barrios humildes en los muelles y alrededor de la ciudad de La Habana. En éstos se vendía ponche de leche y agualoja.*
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(*) María Teresa Linares Savio es cubana, musicóloga, una de las más importantes estudiosas de la raíz africana en la cultura de Cuba.

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