Viernes 19 de mayo del 2006
María Delys Cruz Palenzuela
María Delys Cruz Palenzuela
Existen innumerables versiones de los sucesos relacionados con la caída en combate del ilustre patriota cubano José Martí el 19 de mayo de 1895. Una recopilación realizada por el investigador Rolando Rodríguez, en su libro "Dos Ríos, a caballo y con el sol en la frente" nos aproxima en gran media a la posible realidad, aun cuando no se tiene ninguna por conclusiva.
Se dice que a Ángel de la Guardia, en el avance junto a Martí, le habían herido su cabalgadura. Prácticamente salió de debajo de ella, tomó posición detrás del fustete y se batió con los enemigos españoles. A su vista estaba el cuerpo del "Presidente". Logró acercarse, trató de rescatarlo y no pudo. Dominador de la Guardia recordaría después que, de pronto, distinguió en la distancia a su hermano que le hacía señas para que fuera a donde estaba. Solo atinó a preguntarse qué hacía Ángel en una línea tan adelantada, y comenzó a llamarlo para que retornara junto a las fuerzas cubanas.Con el alma en vilo, en medio de espesas nubes de pólvora, que según los testigos poco permitían divisar del escenario de lucha.
De la Guardia retornó por fin a los suyos y comunicó la noticia. Demoró algo en llegar por las condiciones en que traía su caballo. Al escuchar aquella infausta nueva que traía el joven teniente, Máximo Gómez, en gesto impulsivo, ansioso, al que no le faltaría su propio convencimiento de que la historia podía pedirle responsabilidades por no haber impedido la muerte de Martí, prácticamente solo, se encaminó al lugar del suceso y trató de ubicar el cuerpo con la idea de recobrarlo, pero no le resultó posible porque, tan pronto De la Guardia había dado la espalda, los adversarios avanzaron hacia el lugar de la caída del prócer y una barrera de fuego vedaba llegar. Tanto se acercó a las filas españolas, que los enemigos presumieron que lo había herido (...) El Generalísimo (así se le llama a Máximo Gómez), al no poder distinguir el cuerpo, quizás llevado más que todo por la ilusión y la esperanza, llegó a pensar que Martí "sano o herido" podía estar extraviado.
Pero, las tropas españolas habían hallado el cuerpo.
Gómez continuó la búsqueda.El día 20, a las tres de la tarde, el cadáver del Maestro, que había sido guardado por centinelas de vista, fue conducido al cementerio del poblado conocido por Remanganaguas. Lo cargaban cuatro soldados.
Fue enterrado en tierra viva y solo con el pantalón que había vestido. Se le dio sepultura en una fosa, debajo del cadáver de un soldado español.Después de varios encuentros con el enemigo, ese mismo día, Gómez, desesperado por saber de Martí, se fue hasta el lugar donde la tarde anterior el coronel español Ximénes de Sandoval había hecho un alto llevando consigo el cadáver del Apóstol. Doña Modesta le comentó que Martí estaba muerto: le señaló que tenía un balazo en la cara y otro en el pecho. Gómez evaluó que en efecto, con esas heridas era imposible que estuviera vivo.
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