02 de Mayo, 2006
(Cubarte).- La lectura de Martí, Eros y Mujer (revisitando el canon), de Mayra Beatriz Martínez (La Habana, 1955), ensayo que mereciera premio del jurado Pinos Nuevos, integrado por Caridad Atencio, Teresa Blanco y Jesús David Curbelo, y que la Editorial Letras Cubanas presentó en la recién concluida Feria de La Habana, constituye, sin duda, una incitante y recapituladora incursión en la visión erótica del hombre que dijera: la única verdad de esta vida, y la única fuerza, es el amor.
La autora es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana, especialista del Centro de Estudios Martianos, coautora de la edición crítica de los Diarios de campaña martianos. Ha obtenido varios premios, como el Razón de Ser, en 1994; el Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en 1996; y el Dador, en 2002. Se trata no solo de una tenaz investigadora del equipo que acomete la edición crítica de las Obras Completas de nuestro Apóstol, sino una periodista y editora abierta a las encrucijadas del conocimiento y la creación.
Desde la contracubierta se le informa al lector que en este libro podrá apreciar cómo “se construye, genérica y sexualmente, la imagen femenina martiana: ese moral y cívico deber ser de la mujer” gracias al análisis de los escritos públicos o privados, literarios o políticos, poéticos, narrativos, dramáticos, periodísticos y otros del genio literario y político que en su paradigmático texto “Nuestra América” dijo que en este Continente “los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales”. Es decir, de cómo Martí fue proyectando en su obra la imagen del eros y de la mujer de su época.
Para ello son “revisados y valorados el cuerpo martiano, los patrones con que él concibió la masculinidad y la feminidad – no exentos de prejuicios y contradicciones –, el papel que les asignaba a las mujeres en la sociedad, las diversas líneas ideológicas que tensaron el discurso erótico martiano”. Martí, en su Cuadernos de apuntes No.2, en torno al tópico de la recuperación de lo real mediante la reivindicación del cuerpo, escribió: “Pasión por el deber: preferencia por el martirio voluntario, esto es el alma que asciende. Lo otro es cuerpo que retiene. Esa clase de cuerpo que hay que vencer”.
Dice Mayra Beatriz: “Siendo eros, sin lugar a dudas, uno de los símbolos del tiempo – de las más significantes expresiones de cada época y grupo humano, y el ámbito por excelencia del reconocimiento cercano y del autorreconocimiento íntimo, capaz de permitir que nos observemos y actuemos al desnudo –, habría de resultar imposible desterrarlo de cualquier estudio que aborde el registro mayor identitario, dedicado, en Martí, a la observación consagrada, y a la aceptación y defensa comprometida de las culturas hispanoamericanas en general, y de la cubana en particular”.
Confieso que, desde esta perspectiva, Martí, de cierto modo, me resultaba una atracción, además de ontológica, profundamente humana. En sus provocativas percepciones preliminares, Mayra Beatriz señala que en este aspecto el gran hombre sigue siendo un desconocido. Yo, mientras penetro resueltamente en el ensayo de ella, recuerdo una frase del Maestro, tan apreciada: En el erotismo faltan dignidad y fe. Y esta otra: A nada se va con hipocresía. Porque cerremos los ojos, no desaparece de nuestra vista lo que está delante de ella. Ni calmamos lo que nos dice el corazón transgrediendo muchas veces lo que la praxis pone en la cabeza. De pronto, nos agarra, al vuelo, un criterio de Mayra Beatriz: “Martí, en la esfera de lo erótico, actuó siempre en forma muy refrenada”.
Ella explica la paradoja de quien quiso fijar las más audaces prescripciones a través de un proyecto cultural revolucionario en su sentido más amplio, capaz de incluir rupturas radicales en el plano político, económico y pedagógico, y, sin embargo, proyectó un discurso erótico que, para la época, y en general, puede considerarse conservador, al menos de modo explícito. Yo retengo y en general y sigo adelante. Reflexiono lo de al menos de modo explícito.El corpus temático me clava en la lectura porque los senderos y la necesidad de la máscara, digamos, la privación del espacio para la mujer, la afrenta y dolor del adulterio femenino, los compromisos con la vida en el espacio público, las entretelas de Lucía, la protagonista de la única novela escrita por Martí, la virgen dentro y fuera del canon, de la almohada de estrellas a boa infernal, la dislocación de los modelos, la moralidad suprema (la mujer que anima, aplaude, unge), las cartas a la madre, a la esposa, a las Mantillas...y otras derivaciones no conclusivas, en fin, la mítica leyenda y el encuentro con una visión menos legendaria. (Eva dice: Todo es Eva).
En verdad hay que darle las gracias a Mayra Beatriz por conducirnos desde los textos iniciales de Martí hasta sus días alucinantes, tras su desembarco en Playita de Cajobabo, por mostrarnos, con lucidez y ternura femenina, cómo la percepción y pensamiento del cuerpo implicaron en Martí laceración física y padecimiento existencial, insistente autocensura, sin decaer en su escritura, tan distante de los ensayos hechos con frialdad académica, no imponiendo criterios, sino buscando respuestas en forma diferente, sin plegarse a los criterios establecidos, ejerciendo su legítimo derecho.
Me detengo en cada una de las 253 notas con que Mayra ha ampliado, apoyado, enriquecido su ensayo. Notas que subrayan su horizonte intelectual, el conocimiento, variado y actual, de obras, autores y corrientes que afirman el curso de estas provocadoras décadas del siglo XXI en el campo de la cultura.
Pienso, resumiendo, que constituye una ganancia la lectura de este libro. A mí me ha ayudado a profundizar en la idea de que así debiéramos abordar otros temas y proyecciones de la vida y obra de Martí. Con amor, autenticidad y espíritu despojado de rutinas y esquemas, de cara al mañana que entre todos estamos construyendo.
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