Por: María Teresa Linares Savio (*)
(Fecha publicación:05/05/2006)
El juicio crítico a libros lleva a José Martí al estudio de la vida nómada de los habitantes de la pampa argentina, y establece criterios contradictorios sobre los juicios de 'barbarie' que se manejaron en aquel momento. Hemos conocido al gaucho y la pampa por la versión versallesca de Sarmiento.
El ojo de la civilización mira la barbarie y expresa su punto de vista despectivo sobre ella. La visión americana de José Martí lee y realiza un juicio sobre 'La pampa' de Alfredo Abelot, y compara la escala de valores de aquel conglomerado social con sus formas de vida fundamentales.
De sus descripciones emana respeto y admiración por el hombre gaucho y sus instituciones. En ellas dibuja nuevamente el paisaje físico y social esbozado y señala su fin próximo: '[...] expirando ya a los pies de la locomotora, la vida primitiva y la época'.
Al describir la ilustración de la portada del libro, dice: 'El gaucho viene a caballo tendido, por la llanura, mirando atrás de sí, como quien desconfía [...] el gaucho es de los que nacen a horcajadas; con la rodilla guía a su compañero, más que con la rienda [...] trae calzones azules y camisa blanca; al cuello lleva un pañuelo rojo; el sombrerete de ala floja va bien sujeto por el barbiquejo, a la cara lampiña [...] va con la guitarra al hombro por el desierto americano [...]'.
El progreso, la civilización es ya inevitable, y los restos de hombres nómadas, mezcla de aborigen y español que son los gauchos, aparecen en la descripción del libro como la pampa que se va. Es otro tipo humano, de un conglomerado distinto el que nos describe ahora el autor de 'La pampa'.
Es el de un proscrito de la sociedad que tiene que vivir y luchar él solo por la vida. Un hombre que se ha creado sus leyes propias de subsistencia, que mata para vivir. Describe primero lo externo del hombre; luego, el paisaje humano: 'Allí la vida intensa bajo el techo del cielo [...]. Allí la pulpería con sus velorios y sus rimas, sus carreras y sus cantos [...]. Allí la 'boleada', la caza a caballo con el arma de las bolas; el 'baqueo' ?'rastreador?' siguiendo la pista del indio [...] la 'partida' de soldados y el gaucho malo, el gaucho alzado contra la justicia [...] el que canta de noche el triste y el cielito [...] que bebe a campo abierto en 'la boquilla el mate cimarrón, el matecito sin azúcar'.
Y aquí la crítica de José Martí al viajero-escritor que lleva '... teoría, que es como llevar venda' y 'donde pudo y debió ver los lances heroicos de la sociedad inicial [...] no ve más que barbarie primitiva y necesidad feroz de sangre en el indio descendiente de generaciones oteadas y acuchilladas por el blanco'.
Señala también Martí que el autor cae en el error de atribuir vicios de la urbe ?'como el juego y la embriaguez?' a estas gentes primitivas, como '... un salto atrás según la teoría naturalista'.
Luego compara fiestas comunes en la Argentina y Colombia, como el macabro velorio del angelito ?'que también se celebra en Chile, Venezuela, Perú y otros países de nuestra América. Y sigue comparando otros aspectos de la vida primitiva de los pueblos: 'Batea su carne el cazador pampero, lo mismo que el indio del Norte. Sin ley vive el gaucho de Choele-Choel, y el vaquero yanqui vive sin ley. En cuanto se 'carga' de ginebra en la pulpería, sale el gaucho a flor de aire, a llamar a pistoletazos a quien le saque el pie en valor, y el minero de Colorado hace bailar a balazos en los pies, al petimetre de la ciudad [...] el que sabe de árabes errantes e indóciles, sabe de gauchos'.
Porque son razones similares las que hacen reaccionar a los hombres ante los mismos estímulos. Y agrega Martí: 'El hombre es uno, y el orden y la entidad son las leyes sanas e irrefutables de la naturaleza'.
Otras tres actividades principales en la vida y el orden moral del gaucho describe el juicio crítico de José Martí: '[...] a rastrear va la 'partida'; a buscar al asesino que mató en su rancho al 'baqueano viejo' que era la gloria y el honor del lugar [...].
Por más huellas que vio a la puerta del rancho busca el rastreador al asesino, que huyó hace como ocho días por el yerbal, por el río hasta donde halló piedra, para no dejar rastro a la salida. Llegan a un pueblo [...]. 'Este es el caballo', dice el rastreador. Y era. [...] toma el caballo, a trote de vuelta, el camino de su señor, y el rastreador victorioso le pone la mano en el hombro al asesino, que confiesa [...]. En las calles de piedra conocen los hijos de los gauchos la mula en que pasó el cura, o el caballo en que anda el alcabalero [...]'.
El gaucho argentino vive sobre su caballo, y en todas sus actividades pueden seguirse mejor las huellas de su caballo que las de sus pies. En el caballo realiza las 'boleadas', la cacería del guanaco y el ñandú, o el caballo o el novillo que codicia. Aquí la base económica es otra. La describe también Martí en el trabajo como la cacería colectiva, de provecho individual, por el rescate de plumas de avestruz o pieles de novillos que vende luego al dueño de la pulpería.
No le falta al gaucho su caballo, ni el cuchillo, ni las bolas, ni el recado, tan lujosamente hecho para lucimiento de su brioso corcel: 'El recado con sus jergas dobladas en cuatro [...] su caroña de cuero fino para la humedad, su basto de madera fileteado con estribos de plata, su pellón y su sobrepellón [...] la cinta de cuero [...] el freno es como el de los moros, de cuero trabajado y de plata [...]'.
Considera el autor francés como retorno a etapas primitivas el goce del hombre en circunstancias distintas a su mentalidad europea. Se conduele de que desaparezcan tipicismos que le atraen, que desaparezcan como un paso normal del desarrollo, del avance de su civilización sobre aquella barbarie.
¿Podrá desaparecer la barbarie permaneciendo estampas pintorescas como los carnavales aldeanos de Buenos Aires? Estas particularidades, dice Martí, son comunes a todos los pueblos en la misma etapa de desarrollo. Y he aquí el planteamiento de un concepto teórico etnológico interesante, contrapuesto a aquellas reglas escolásticas del señor Abelot.
'Peca este libro sincero de La Pampa [dice Martí], en que el autor mezcla sus opiniones, aprendidas y prehechas, con las que dan las cosas de suyo, que es lo que el lector busca en los libros [...]. Lo que se quiere es saber lo que enseña la vida, y enoja que no nos dejen ver la vida como es, sino con estos o aquellos espejuelos. Con tanto como se escribe, está aún en sus primeros pañales la literatura servicial y fuerte [...]. Es cierto que en La Pampa el autor cuenta a modo de testigo lo que vió y lo cuenta con soltura y hombría', con descripciones pintorescas e interesantes.
Donde el autor pudo y debió ver los lances heroicos de la sociedad inicial, vio persistencias y desviaciones, y selecciones y atavismos.
Martí abre de nuevo el libro de la vida en otro capítulo. Se enfrenta a la naturaleza del hombre y del paisaje cubanos, en la última etapa de su vida. Escribe en el Diario de Montecristi a Dos Ríos una interminable relación de experiencias, para él antes desconocidas, de su suelo cubano. Anota sus observaciones y las recomienda para que las ordenen por las fechas y las conserven.
Ya había recogido en toda la América nuestra un léxico de música, instrumentos, danzas y comidas. Recomendaba el desarrollo de productos como el maguey y el hule mexicanos y otras fuentes propias de economía. Ya en aquella época se estaba atado a la importación de productos elaborados norte-americanos: '[...] fuerza es que la producción del tabaco [en México] [...] se vea pronto en estado de dar abasto a la creciente petición, sin acudir para ello a muy raros tabacos extranjeros [...]'.
Y agrega que para el ensayo del cultivo que se intenta '... mis laboriosos hermanos de familia [los tabaqueros cubanos] [...] vendrían alegres a hallar ellos pan de destierro, ganado en honra de la industria y bien del país'.
Y de hecho se establecieron fábricas de tabacos con obreros cubanos que emigraron con sus familias, y en esas fábricas ofrecieron recitales de música para los trabajadores los cubanos Ignacio Cervantes, compositor y pianista, y el violinista Rafael Díaz Albertini.
'Y del hule, sí [...] podría sacarse gran partido. ¡Con qué placer leí yo [...] hace unos días ¡Hule mexicano! [...] muy preso yo, me hicieron poner ropa de corteza de árbol, hecha en los Estados Unidos. Raspaba y hería [...]. La del maguey sería mucho mejor'.
(*) María Teresa Linares Savio es cubana, musicóloga, una de las más importantes estudiosas de la raíz africana en la cultura de Cuba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario