domingo, 12 de noviembre de 2006

Cuba tiene un parque en Tampa.

Por Alexandra Zayas
© St. Petersburg Times


Parque José Martí - Foto de Archivo

TAMPA. Tres cuadras al este, resuenan los sonidos especiales en las 20 salas de los cines Muvico. Una cuadra al sur, los trasnochadores van de bar en bar con música de fondo. Pero por la noche, todo es tranquilidad en el verde parque cercado José Martí Park.

La mayoría de los transeúntes no le prestan mucha atención al parque de 0.14 acre en el 1301 E. de la Octava Avenida. Pocos saben que si entrasen al mismo podrían disfrutar de una visita sin necesidad de visa al suelo cubano. Así, literalmente.

Los historiadores de la University of South Florida lo comprobaron hace 30 años. Los expedientes de propiedad del Condado Hillsborough lo muestran. Los funcionarios de Parques y Recreación de Tampa lo confirman: El parque, dedicado al héroe de la independencia cubana, poeta y orador, José Martí, es propiedad de la República de Cuba desde 1956.He aquí lo que un equipo de Estudios Internacionales de la universidad encontró durante una investigación que llevaron a cabo en 1976 y que se publicó en la revista de la Sociedad Histórica de Tampa, The Sunland Tribune, en 1977:

En esos terrenos estuvo una casa de huéspedes propiedad de la patriota afrocubana Paulina Pedroso. Cuando Martí venía a Tampa, en sus esfuerzos por liberar a Cuba del dominio español, a menudo se hospedaba allí. Fue en esa casa de madera donde se recuperó de un intento de asesinato, mientras que el esposo de Paulina, un tabaquero de nombre Ruperto, lo cuidaba. Según las leyendas, el sonido de la pluma de Martí escribiendo, podía oírse afuera en el silencio de la noche.

Martí murió en el campo de batalla en 1895 y Cuba se hizo independiente. Los Pedroso se mudaron a Cuba en 1910 y vendieron la propiedad. Pasó por varios dueños y en 1951 fue comprada por un matrimonio de La Habana que quería darle la propiedad al estado cubano como un tributo a Martí.

En 1956 ellos traspasaron la propiedad a “el Estado Cubano”, o sea la República de Cuba. El gobierno de Fulgencio Batista aceptó oficialmente la propiedad y el Cónsul norteamericano en La Habana certificó la transacción.

La casa fue demolida y el gobierno de Batista donó el dinero para hacer un parque. Luego, en 1959, Fidel Castro tomó Cuba y todo se hizo confuso.

“El parque fue establecido cuando Cuba era libre y democrática,” dijo la vocera del Parques y Recreaciones de la ciudad, Linda Carlo. “Una vez que se convirtió en un país comunista, la ciudad se enfrentó al problema de ¿qué hacemos con él?’”

Los funcionarios de la ciudad decidieron que mantendrían el alumbrado y regadío del parque, pero que lo pondrían en manos de la comunidad cubano americana de Tampa. Puede que ellos no supieran cuán dividida estaba la comunidad, y todavía lo está hoy en día.

A principios de los años sesenta, el parque era el centro de enfrentamientos entre cubanos pro Castro y anti Castro, dijo la historiadora de West Tampa, Maura Barrios. Esa tensión no ha desaparecido.

En 1990 el ex Alcalde Sandy Freedman entregó la administración del parque a un grupo de activistas anticastristas llamado el Centro Histórico y Cultural Cubano, que es el que todavía lo administra.

El grupo está dirigido por el coronel retirado del ejército de los EE.UU., Orlando Rodríguez, y un grupo de ex prisioneros políticos cubanos. El abogado Ralph Fernández paga los impuestos.

En 1999 un grupo de cubanos más liberales que están en contra del embargo, pero que también consideran a Martí su héroe, se reunieron en el parque para recoger ayuda humanitaria para enviar a la isla. Los exiliados se les enfrentaron en la entrada del parque con bocinas y cartelones de protesta que decían, “Castro quiere su dinero, pero odia su valor.” Maura Barrios, que trabajó como voluntaria para recoger la ayuda dijo que la protesta se hizo intimidadora y los organizadores tuvieron que llamar a la policía.

Desde entonces, dijo Barrios, los cubanos que estén en contra del embargo no pueden entrar al parque.

El parque está abierto de 8:30 a.m. a 1:30 p.m. de lunes a viernes.

Si alguien quiere entrar al parque durante el fin de semana, tiene que llamar al número de teléfono que aparece en la entrada, que es el de la casa de Rodríguez.

“Pero es preferible si uno se ajusta al horario. Si no cada vez que alguien llega estarían llamando para que les abriesen.” Rodríguez no niega que el parque se mantiene cerrado por motivos políticos. El brazo de la estatua de Martí ha sido roto varias veces. El considera que ha sido vandalismo pro Castro.

Rodríguez dice que él y el grupo de cubanos exiliados son “guardianes” del pequeño pedazo de tierra cubana libre. Pero esa protección, dicen los críticos, es a costa de la libertad de expresión.

Definiendo la democracia.

El grupo de Rodríguez pintó de blanco la estatua de Martí que antes era de color bronce, para simbolizar la pureza del mensaje de Martí sobre la democracia y para que fuese igual a las estatus de mármol blanco de Martí que hay en Cuba.

A ambos lados del camino de entrada hay árboles en macetones con el nombre de las provincias históricas de Cuba. En los macetones hay tierra cubana traída de la provincia respectiva. Para los cubano anticastristas y pro embargo, esto es lo más cerca que estarán de su patria antes de morir – una tierra que dejaron porque sentían que habían perdido sus libertades.

Rodríguez ve cualquier indicio de simpatía hacia la Cuba de Castro como una invasión de su patria. “Nosotros representamos a la república cubana,” dijo el abogado Ralph Fernández. ¿Por qué hemos de dejar entrar a estos ‘rojillos’ a denigrar lo que José Martí defendió?”

Barrios encuentra irónico que gente que defienda la democracia limiten la libertad de expresión en territorio cubano libre.

Rodríguez dice que en definitiva algunas expresiones son una amenaza a la democracia. “Que gente que representa un sistema totalitario como el de Castro hable de libertad de expresión, da risa,” dijo Rodríguez. “Eso es lo menos que ellos representan. En medio de todo el alboroto, la estatua de José Martí tranquilamente observa todo tras las rejas la mayor parte del día.

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