Oscar Sánchez Madan
Bitácora Cubana, 26 de noviembre de 2006 - Matanzas
Ningún patriota cubano, serio, podría creer que el apóstol de la independencia de Cuba, José Martí, el más brillante de nuestros pensadores, hubiese promovido alguna vez la triste idea de fundar en la isla un régimen semi-feudal como el castrista, que explota a los trabajadores y los condena a vivir esclavizados en una horrible miseria.
A pesar de las infinitas mentiras con que algunos detractores comunistas, que vinculan a Martí a las ideas leninistas, y de la forma grosera con que estos han distorsionado su pensamiento, el héroe nacional de Cuba durante su relativamente corta, aunque fructífera, vida, logró diseñar para su patria un admirable proyecto humanista y liberador que en nada se asemeja al espantoso sistema totalitario y de esclavitud posmoderna, que le impuso a la nación, especialmente a los trabajadores, la actual dictadura bonapartista con su fracasada ideología, rechazada hoy en el mundo entero.
Si para la privilegiada nomenclatura bolchevique los trabajadores somos simples mercancías de las que esta se vale para obtener sus lucrativas ganancias, como lo fueron para los colonizadores europeos Ti Noel, Mackandal y el resto de los negros esclavos africanos del Haití descrito por Alejo Carpentier, en su reconocida novela “El reino de este mundo”, para José Martí, quienes producen y prestan elementales servicios a la nación constituyen una apetitosa levadura de la que se alimenta para su sostenimiento el país.
En múltiples ocasiones el apóstol dejó bien clara su posición en relación con los trabajadores. Para él un pueblo es independiente, cuando quienes trabajan se benefician sin temor alguno de la participación en una economía libre. En tal sentido escribió, en 1884, en un trabajo publicado en la revista La América, de Nueva York, lo siguiente: “La independencia de los pueblos y su buen gobierno vienen sólo cuando sus habitantes deben su subsistencia a un trabajo que no está a la merced de un regalador de puestos públicos, que los quita como los da y siempre tiene el susto, cuando no contra el armados en guerra, a los que viven de él”.
Para el maestro la única manera de alcanzar la verdadera libertad de una nación y de los trabajadores, es garantizar el respeto a la propiedad privada, que es la que verdaderamente produce riquezas, así lo manifestó en una carta que con fecha 12 de agosto de 1886, envió, desde Nueva York, al director del periódico hondureño La República.
En dicha misiva señala: “No hay más remedio de asegurar la libertad en la patria y el decoro en el hombre que fomentar la riqueza pública. La propiedad conserva los Estados, un déspota no puede imponerse a un pueblo de trabajadores”. Mas adelante señala: “No hay acaso por ahora tarea mas patriótica en nuestros países que la de abrir campo ancho al trabajo personal y al erario fuente viva que permite la rápida creación de las vías y conductores de riquezas”.
Sabio el apóstol, cuando en ese mismo documento señala, que “allí donde los hombres no tienen un seguro modo honesto de ganarse el pan, no hay esperanzas de que se afirmen las libertades públicas”.
En la Cuba, donde impera desde hace medio siglo un despreciable régimen totalitario de corte marxista leninista, que ha fuego y sangre ha logrado someter a quienes a diario sudan la camisa, sacrificándolos en favor de las ambiciones personales de un grupúsculo de acomodados bolcheviques, algunos de los cuales no ejercieron por mucho tiempo sus profesiones u oficios, las ideas de Martí, sobre los trabajadores, están aun por materializarse. Es un deber moral y patriótico de cada cubano lograrlo.
Me resulta escandaloso el hecho de que un Estado que se autoproclama martiano, defensor de los obreros y campesinos y protector de los humildes, no les permita a estos percibir un salario promedio mensual que supere los 16 dólares y les impida fundar sindicatos independientes y ejercer el derecho a la huelga, expresarse libremente, y en fin, vivir en democracia.
Martí no podría entender que un estado que lo usa a él como bandera, en sus batallas políticas, se apropie del 95% del salario de los trabajadores, a quien encarcela cuando defienden sus derechos, aun por medio de acciones no violentas. Eso, el apóstol no lo entendería; yo, amigos lectores, tampoco.
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