martes, 28 de diciembre de 2021

José Martí en RD (y IV)

Por TEÓFILO LAPPOT ROBLES
Fecha: 28/12/2021

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EL AUTOR es abogado e historiador. Reside en Santo Domingo.

TERCER VIAJE

El día 29 de enero del año 1895 José Martí había ordenado, a nombre de Máximo Gómez, de él mismo y de otros personajes de la lucha independentista cubana, una insurrección general en el interior de su tierra natal.

Dos días después de dicha orden le informó a Antonio Maceo lo siguiente: “Salgo con Mayía, lleno de brío y justa fe, para Santo Domingo.”

En efecto, en su tercer viaje a la República Dominicana José Martí arribó por Montecristi, en las primeras horas de la mañana del día jueves 7 de febrero del referido año. Llegó en compañía de algunos amigos, entre otros Ángel Guerra Porro y Mayía Rodríguez, veteranos de dos guerras anteriores en las que se intentó independizar a Cuba del que ya era un decadente imperio español.

Para ese entonces a Martí le asaltaba la duda de que Máximo Gómez desaprobara, en ese momento, los preparativos de guerra, debido a algunos fracasos tácticos, especialmente el que se produjo por errores del coronel López de Quezada.

Gómez pensaba todo lo contrario. Había resuelto retornar a Cuba por encima de cualquier circunstancia. Ya le había escrito a su amigo Domingo Figuerola Caneda, historiador y escritor cubano: “Ya sabe usted que decididamente me he puesto al lado de Martí.”

Ambos sabían que sería una lucha difícil, puesto que se enfrentarían a un ejército de ocupación compuesto por más de 200 mil soldados profesionales de la guerra, bien armados y avituallados.

Esa cantidad de combatientes nunca antes la tuvo concentrada a la vez el imperio español, en el gigantesco espacio comprendido desde Baja California, en sus llanos de Magdalena, hasta La Patagonia, con su clima gélido; incluyendo todos los territorios insulares adyacentes a la masa continental. El genio militar de Máximo Gómez los derrotó.

José Martí, luego de explicarle a Gómez algunos detalles importantes para la inminente expedición revolucionaria hacia la mayor de las islas del Caribe, llega a la ciudad de Santiago de los Caballeros el 13 de febrero. Allí se mantuvo en labores propias de su misión patriótica hasta la madrugada del 18, cuando sale con sus acompañantes a El Hatico, un campo entonces situado en el extrarradio de la ciudad de La Vega.

En ese lugar se reunió, en la casa del patriota Manuelico Genao, con el inquieto luchador por la independencia de Cuba Eleuterio Hatton, cuya madre era cubana. Hatton era una figura importante, jefe del movimiento de liberación de Cuba en la estratégica península de Samaná. Martí lo calificó de noble, generoso y meritorio.

Habiendo retornado a Montecristi, Martí recibe la buena nueva de que varios periódicos latinoamericanos, incluyendo el Listín Diario, estaban divulgando la información de que el 26 de febrero había comenzado la guerra en Cuba, especialmente en las zonas de oriente y occidente.

La situación no estaba libre de dificultades. Había conflicto de personalidades, falta de coordinación, pocos recursos económicos y escaso armamento.

Así se comprueba sin mucho esfuerzo en una carta que el referido día le escribió Martí a Antonio Maceo: “El patriotismo de usted que vence a las balas, no se dejará vencer por nuestra pobreza, por nuestra pobreza, bastante para nuestra obligación…La dirección puede ir en una uña. Esta es la ocasión de la verdadera grandeza.” (1)

En el tercer viaje al país Martí tuvo que utilizar su más depurado tacto político para vencer varios obstáculos vinculados con los poderes coloniales españoles que aún incidían en esta área del mundo.

Uno de esos problemas era Cosme Batlle, agente español y poderoso comerciante estacionado en Puerto Plata. Dicho señor, aparte de su abierta oposición a la independencia de Cuba y Puerto Rico, era un acreedor del Presidente Ulises Heureaux e influía en algunos de sus actos. Ayudó mucho a neutralizar las acciones de Batlle la habilidad de don Juan Schoewerere, que representaba en esa demarcación la causa de Martí y Gómez y también tenía contactos con Lilìs.

Fue en su tercer viaje a República Dominicana que Martí conoció, entre otros dominicanos distinguidos, a Américo Lugo, los hermanos Bienvenido y Carlos Nouel, al gobernador provincial Guelito Pichardo y a Lorenzo (Muley) Despradel, periodista de fina pluma y espíritu revolucionario que fue secretario personal de Gómez en la Guerra Necesaria, una larga lucha que se extendió por 3 años entre los independentistas cubanos dirigidos por Máximo Gómez, Antonio Maceo y otros adalides contra más de 200 mil soldados españoles de infanterí, caballería y artillería.

En ese último viaje a tierra dominicana Martí no descansó un instante, moviéndose de un lugar a otro. De Montecristi fue a Dajabón y de allí al vecino país: Juana Méndez, Fort-Liberté y Cabo Haitiano, para retornar en pocas horas a la ciudad del Morro que parece un dromedario dormido.

Vuelve a la ciudad de Santiago de los Caballeros, además de a otros pueblos de la Línea Noroeste, a realizar labores en busca de apoyo a la causa de su patria.

Máximo Gómez, en carta despachada desde Montecristi el 9 de marzo de 1895, destinada a Francisco Gregorio Billini, le dice: “Allá va Martí con su cabeza desgreñada, sus pantalones raídos, pero con su corazón fuerte y entero para amar la independencia de su tierra.” (2)

El dictador Ulises Heureaux tenía inclinaciones a favor de la libertad de Cuba. Luego de algunos reparos, y gracias a la decisiva intervención de Federico Henríquez y Carvajal, ya entrada la noche del 2 de marzo de 1895, decidió ayudar económicamente la causa patriótica que motivaba la presencia de Martí por tercera vez en el país.

Lo hizo mediante una comunicación cablegráfica dirigida en dicha fecha al gobernador provincial de Montecristi, Guelito Pichardo.

“Mi estimado Guelito: La presente tiene por objeto suplicarte, bajo confianza de caballero, le entregues al portador, sin dilación alguna, la cantidad de Dos mil pesos oro…U. Heureaux.” (3)

Con motivo del tercer viaje de Martí a la República Dominicana a Heureaux se le atribuye haber dicho que no daba rienda suelta a su simpatía por la causa independentista de Cuba porque: “Los E.U. de América eran el Águila y España la gallina.” Añadiendo que “Santo Domingo era la cucaracha en peligro de ser comida si no andaba prevenida.” (4

El pensamiento de Martí contribuyó en gran medida a la formación de lo que se considera la idiosincrasia latinoamericana.

Por eso es importante decir que sus ingentes labores independentistas no sólo estaban permeadas por las guerras de 1868-1878 y 1879-1880.

En sus escritos se comprueba que Martí estaba empapado también de otros antecedentes históricos que registran los manuales de la historia de Cuba.

Es válido señalar que antes del Grito de Yara, lanzado en el ingenio Demajagua, dirigido por Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de octubre de 1868, hubo en la isla más grande del Caribe varios alzamientos que tenían diferentes motivos, pero todos fueron expresiones concretas de un estado de rebeldía contra las autoridades coloniales españolas. De una manera u otra sirvieron para abonar el camino de la libertad del pueblo cubano.

Entre las rebeliones aludidas cito la que dirigió el negro liberto José Antonio Aponte Ulabarra, en el 1811, conocida como la Conspiración de Aponte. En el año 1823 grupos de masones, encabezados por el poeta de origen dominicano José María Heredia, protestaron contra el gobierno colonial en lo que se dio en llamar la Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar.

El Águila Negra fue otro movimiento de rebeldía que se produjo en La Habana en el 1826, inspirado en el grupo del mismo nombre creado 3 años antes en México por el contestatario señor Guadalupe Victoria. Así también se puede mencionar la Conspiración de la Escalera, que surgió en el 1843 en los campos cañeros y bateyes de la zona de Matanzas, cuyo objetivo era abolir la esclavitud de los negros sometidos a penosas condiciones de vida.

El tercer y último viaje de Martí a la República Dominicana terminó el primero de abril del 1895. Ya había firmado con Gómez el histórico documento llamado Manifiesto de Montecristi, fechado el 25 de marzo de dicho año. Su Testamento Político lo hizo y firmó el día anterior en esa ciudad dominicana.

Ese día el apóstol de la independencia de Cuba, junto a Máximo Gómez, Marcos del Rosario Mendoza, Ángel Guerra, César Salas, Paquito Borrero y otros valientes salieron desde el litoral marino de la ciudad de Montecristi hacia Cuba, una isla “larga y estrecha como la lengua de un pájaro.”

La hazaña de José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo y otros grandes personajes de la historia cubana mantiene su valor intrínseco y su importancia historia más allá del Tratado de París, firmado en el 1898 entre EE.UU. y España, y de la nefasta Enmienda Platt, un apéndice injertado en la Constitución cubana de 1901.

Esos dos hechos referidos en el párrafo anterior afectaron a los patriotas cubanos, pero en términos de proyección histórica no mellaron los ideales de aquellos valientes que, saliendo desde Montecristi en la República Dominicana y los que estaban territorio cubano con iguales propósitos, llenaron una página de gloria en la historia del continente americano.

El gran intelectual cubano Julio Le Riverend lo dejó escrito así: “Súbitamente, el proyecto histórico de independencia y soberanía, que es tanto como decir, de dignidad democrática, había quedado trozado por la intervención imperialista de 1898.” (5)

En un ensayo de gran calado, el escritor Joaquín Balaguer escribió que José Martí dejó “a los dominicanos, no sólo el honor de su presencia en nuestra isla como peregrino incansable de la libertad, sino también la convicción de que Cuba y Santo Domingo tienen el mismo destino, están ligados por los mismos intereses históricos y tienen la misión ineludible de vivir tanto para sí mismas como para toda la humanidad…” (6)

Uno de los frutos del tercer viaje de José Martí a la República Dominicana fue la amistad que entabló con Américo Lugo Herrera, quien 48 años después de la muerte del mártir de Dos Ríos le escribió una carta a un discípulo de este, en la cual le señalaba que Martí era “la más alta encarnación de la libertad en su época.” “…indudablemente de todos los hombres de su tiempo, Martí es quien más perdurará…” “Por boca de Martí, América ha hablado su propia lengua…” (7)

Bibliografía:

(1) Carta de Martí a Maceo. Montecristi, 26 de febrero de 1895.Reproducida en Martí en Santo Domingo. Segunda edición. Graficas Pareja, Barcelona, España, 1978. Pp111-113.Compilador Emilio Rodríguez Demorizi.

(2) Carta de Máximo Gómez a Francisco Gregorio Billini.9-marzo-1895.

(3) Carta de Heureaux a Guelito Pichardo. 2-marzo-1895.

(4) Francisco Gómez Toro, en el surco del Generalísimo. Editorial Seoana y Fernández. La Habana, 1932.P173.Gerardo Castellanos García.

(5) Entre cubanos. Psicología tropical. Fernando Ortiz. Prólogo a la segunda edición. PVI. Editorial de ciencias sociales, La Habana, Cuba, 1993. Julio Le Riverend.

(6) José Martí. Publicado el 10-octubre-1975.Inserto en Obras Selectas, tomo VII. Biografías. Editora Corripio, 2006.Pp461-494.Joaquín Balaguer.

(7) Américo Lugo. Correspondencia.AGN. Volumen CCCLXXXI. Primera edición, julio 2020.Pp311-315.

JPM

Tomado de: Al Momento.net

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