domingo, 19 de mayo de 2024

El brioso Baconao última cabalgadura de José Martí

Por Leonardo Depestre Catony
16 5 2024
Imagen tomada de Cuba Periodistas

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José Martí es un niño de nueve años cuando escribe a su madre desde Hanábana, en la jurisdicción de Colón, hoy provincia de Matanzas, donde su padre don Mariano ha sido nombrado Capitán Juez Pedáneo. El documento está fechado el 23 de octubre de 1862 y constituye el primer testimonio literario que del Apóstol se conserva. Gracia y afecto emanan de sus palabras infantiles cuando le cuenta a Doña Leonor acerca del cuidado que pone en su caballo: “… Ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo en él, cada día más brío”, le decía.

De manera que desde temprana edad aprendió Martí a montar y a apreciar las cualidades de un caballo. Nuestro Héroe Nacional viajó mucho, lo hizo por barco, en tren, en carruaje, hasta en bote (al desembarcar por la Playita de Cajobabo), pero el caballo debió resultarle, amén del más socorrido medio de transporte, en el que tal vez mejor diera rienda suelta a su amor por la naturaleza.

Dotado de extraordinaria sensibilidad, José Martí aprendió a disfrutar de la belleza en sus más diversas manifestaciones. Y es bastante probable que la plasticidad y elegancia de los corceles, al margen de su utilidad y frecuente compañía, constituyeran motivo de admiración en él.

“… desde temprana edad aprendió Martí a montar y a apreciar las cualidades de un caballo”.

A caballo anduvo Martí por Guatemala y por Santo Domingo, y a caballo anduvo mucho del trayecto entre la Playita de Cajobabo, donde desembarcó el 11 de abril, y Dos Ríos, donde cayó, por lo que de su experiencia como jinete no hay dudas. Existe una anécdota no muy conocida recogida en el libro Así fue Martí, de Gonzalo de Quesada y Miranda. Hela aquí:

“Cuando Martí entró a caballo en la ciudad de Santo Domingo, lo saludó el dominicano Manuel de J. Galván con esta exclamación: ‘—He aquí lo que ha faltado hasta ahora en la América: ¡el pensamiento a caballo!’”.

“El 17 de mayo, dos días antes de morir, escribe: ‘Gómez sale con 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo’”.

De su diarioes este apunte del 9 de mayo de 1895, en plena campaña. La tropa mambisa se mueve por territorio holguinero. Sucinta y bella, la prosa de Martí recoge los incidentes, hombres y caballos en un mismo haz: “(…) Vamos a Masó, venimos de Maceo. ¡Qué entusiasta revista la de los 3 000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba! ¡Qué erguido en su hermoso caballo el valiente Rabí!”.

El 17 de mayo, dos días antes de morir, escribe: “Gómez sale con 40 caballos, a molestar el convoy de Bayamo”.

Los hechos del día 19 de mayo de 1895, cuando muere Martí, han sido estudiados exhaustivamente. Monta el caballo que le ha obsequiado el general José Maceo. Es blanco, de crin rubia, grande y elegante. Se dice que tiene mucho brío y que es veloz. Se nombra Baconao y Martí agradeció sinceramente el obsequio de su amigo el bravísimo general José, quien le tenía en alta estima. Fue el último caballo que montara el Apóstol. Aunque algunas voces han expresado que el caballo se desbocó, la hipótesis ha sido rebatida porque no era la primera vez que escuchaba descargas de fusilería, era manso y Martí, un jinete capaz de controlarlo.

“Los hechos del día 19 de mayo de 1895, cuando muere Martí, han sido estudiados exhaustivamente. Monta el caballo que le ha obsequiado el general José Maceo. Es blanco, de crin rubia, grande y elegante. Se dice que tiene mucho brío y que es veloz. Se nombra Baconao…”.

El animal fue herido de bala en la refriega. El proyectil le entró por el vientre y salió por un anca, pero regresó por sus medios al campamento mambí, donde se le curó y sanó. Por órdenes del Generalísimo Máximo Gómez y respeto a la memoria de José Martí, nadie más montó el caballo, que fue dejado libremente en la finca Sabanilla. Gómez, conocedor como pocos del espíritu de Martí, le concedía así la libertad absoluta que el Héroe Cubano preconizó para todos, como respeto a la dignidad humana y a las leyes de la naturaleza.

El cuadro del pintor Esteban Valderrama “La muerte de Martí en DosRíos” inmortaliza el momento en que el héroe se desploma mortalmente herido. El caballo, en medio del contexto, deviene elemento pictórico de notable fuerza dentro de la concepción dramática del suceso. De estilo académico, la obra fue pintada en 1917, y de ella solo quedaron fotografías en blanco y negro porque la crítica se ensañó tanto con la pintura que el artista decidió destruirla, aun cuando ya había sido reproducida en la portada de la revista El Fígaro, en su edición del 3 de febrero de 1918. La fotografía del cuadro, no obstante, ha servido para en cierta medida reivindicarlo, al “asumirse” en alguna medida como la “imagen real” que nunca se tomó de la muerte de Martí.

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Tomado de: La Jiribilla

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