sábado, 26 de marzo de 2022

Cardo ni ortiga I

Ángel Gilberto Adame
26 de marzo de 2022

Aunque el ambiente en la capital mexicana estaba lejos de la tranquilidad, el cubano José Martí encontró un contexto propicio para continuar ensayando sus ideales

A principios de febrero de 1875, México recibió a un poeta de ideas beligerantes. Su nombre era José Martí. El bardo nacido en La Habana había tenido que exiliarse de la isla por sus convicciones políticas; aunque el ambiente en la capital mexicana estaba lejos de la tranquilidad, el cubano encontró un contexto propicio para continuar ensayando sus ideales. El joven de 22 años, apoyado por Manuel Mercado y su compatriota Pedro Santacilia —yerno del Benemérito— fue aceptado por gran parte de la intelectualidad y recibido en el Liceo Hidalgo a finales del mes de marzo. La actividad cultural del recién llegado pronto involucró publicaciones en diferentes medios, principalmente en la Revista Universal, y aunque sus versos fueron reconocidos, sus textos políticos le traerían nuevas rivalidades.

El círculo mexicano que rodeó a Martí, dirigido por José Vicente Villada, apoyaba la reelección presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada. Sin embargo, la desunión partidista, como siempre, era una parte fundamental de los dimes y diretes en los diarios. Martí culpaba de esa inestabilidad a Porfirio Díaz. “Y es fama que le dijo una persona de pro, con palabras históricas, al cabecilla reacio: —Pero, maldito: si has estado doce años peleando porque gane Don Benito, ¿por qué, ahora que ha ganado, peleas contra él? —Porque yo peleo contra el que manda”.

Por su rechazo a Lerdo, Ireneo Paz, que en ese entonces editaba El Padre Cobos, se convirtió en uno de los contrincantes más férreos de los redactores de la Revista Universal y en particular del cubano, quien veía en el presidente a un “hombre sencillo y modesto”, “de altos principios” y de una “alta inteligencia democrática”: “Si quiere la oposición, y de otra manera fuera indigna, reformar la administración de la república, bienvenida sea al campo de la discusión, y allí todo hombre honrado estará para escucharla y atenderla. Pero esta oposición que así se llama, ¿cómo intenta que se reforme una administración cuyos medios de reforma no proponen? Esta oposición envenena lo que dice, y se opone a una personalidad que le lastima, porque está a una altura tal de legalidad y paz de conciencia —por más que sea con ella susceptible de errores— que daña con su serenidad la impotencia de los que no alcanzan por su valer propio a tanta altura. Esta oposición no ataca, roe.”

Cuando Lerdo oficializó su intención de reelegirse, Ireneo acrecentó sus ataques y llamó a la búsqueda de un candidato común de todos los grupos que estaban en contra del gobierno. Desde la Revista Universal le contestaron con ironía: “Dicho colega (…) quiso tratar en serio la cuestión de candidaturas, y demostrando de una manera evidente la posibilidad de que todo trabajo de sus partidarios en el terreno electoral fuera estéril (…) los exhorta a que poniéndose de acuerdo designen la persona más a propósito, para luchar por ella en los próximos comicios, uniformando la opinión, vigorizando sus trabajos.” La respuesta del Padre Cobos fue tachar de mercenarios a Martí y a sus amigos. “¿Qué significa la distribución de los 300 pesos para la redacción que hace como sigue: Negrete, 50, Bulnes, 50, Martí, 50, Gostkowski , 50, Frías y Soto, 50, Mateos, ¿50? (…). Si imparciales y con razones satisfacen lo anterior, quedaremos convencidos de que los fondos del erario y las contribuciones, no tienen el noble objeto de hacer la barba al Sr. de la buena encía y confeccionar partes telegráficos”. El enfrentamiento entre el cubano y el mexicano se hacía patente y cada vez más tenso.

Tomado de: El Universal

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