
Martí, 2003, obra de José Delarra (acrílico sobre lienzo, 132 x 98)
Relevante en sí misma, la significación del 20 de octubre de 1868 para la historia y la cultura cubanas se entiende cabalmente si se ubica en la epopeya de la cual esa efeméride forma parte: la iniciada el 10 anterior del mismo año por Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio Demajagua, y antecedida por lo que en el Manifiesto de Montecristi José Martí llamó “preparación gloriosa y cruenta”.
Al día siguiente, 11 de octubre, se produjo en Yara una acción militar desfavorable para las tropas mambisas, inexpertas y en desventaja frente a fuerzas que eran parte de un ejército profesional. La tradición independentista vindicó el valor moral de aquella acción, y de ahí —sin descontar el impacto de la sonora brevedad del vocablo Yara comparado con Demajagua— puede venir el exitoso equívoco de asociar el inicio de la contienda no con el pronunciamiento de Céspedes el 10 de octubre, sino con un supuesto Grito de Yara.
Una prueba del inicio temprano de la vindicación la ofrece el hecho de que ya en enero de 1869, en el periódico estudiantil El Diablo Cojuelo, José Martí —quien tenía muy claro el papel fundacional del 10 de octubre, al que dedicó un soneto rotundo— resumiera en los términos siguientes el dilema de Cuba: “O Yara o Madrid”. De ese modo deslindaba opciones irreconciliables: la independencia, simbolizada combativamente en Yara, y el sometimiento al colonialismo, con Madrid por emblema.
Más que a topónimos insignes, lo así representado rinde tributo a la lucha por la libertad y la justicia, de un lado, y, del otro, al poder opuesto a esos ideales. Si por distintos caminos llegarían al entorno habanero de Martí indicios de la presencia de españoles en las tropas cubanas, su mismo contexto estudiantil le mostró que había quienes, nacidos y crecidos en Cuba, se enrolaban en las fuerzas españolas.
De ello tuvo una muestra de consecuencias relevantes para su propia vida: en el ejército español se alistó un cubano que, como él, había sido discípulo de Rafael María de Mendive. Fue, en el mismo 1869, el destinatario de la carta usada contra el adolescente Martí en el juicio en que se le condenó a presidio y trabajo forzado, sentencia mucho más severa que la impuesta a los demás acusados. Y en La Habana actuaban a sus anchas los Voluntarios, que, con cubanos en sus filas, azuzaron hechos que él viviría de cerca, como los del teatro Villanueva en aquel propio mes.