lunes, 5 de febrero de 2024

17 «chispazos» de Martí en sus diarios

Julio Antonio Fernández Estrada
29 de enero de 2024

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Foto: Sadiel Mederos

En el 171 aniversario de su nacimiento, José Martí sigue tan lúcido como cuando tenía 30 años. La relectura de sus Diarios me ha dejado alelado por la cultura, la sensibilidad, la ética, la honestidad y la conexión con la Cuba —que ahora llamaríamos «profunda»— de un hombre que en campaña era capaz de nombrar decenas de especies de la flora, desde República Dominicana hasta el oriente cubano; también podía nombrar manjares guajiros, simples y sabrosos, como su existencia lo era. Lo hacía como si siempre hubiera vivido en el campo caribeño. Podía anotar giros lingüísticos de los sujetos que se encontraba en su camino con la gracia de quien lo hace con sosiego, pero en realidad iba a caballo o a pie por el monte en marcha a veces dolorosa durante sus últimos días de vida.

Los Diarios de Martí son una obra literaria portentosa, además de ser documentos históricos invaluables. Solamente con ellos podemos hacernos una idea bastante poderosa de cómo había llegado Martí hasta ese momento con la carga de amor por Cuba sobre sus hombros, con el deber con la independencia de los cubanos, con la obsesión por una república democrática y cívica. Podemos entender así por qué era posible que a su paso se deshicieran de admiración y cariño por él gentes tan diferentes —campesinos que lo conocían de pasada y mambises curtidos en la Guerra Grande— que no dudaban en llamarlo presidente.

Sobre todo en el último diario, en el de Cuba, Martí enseña su espíritu preocupado y dolido porque los grandes jefes lo miran con sospechas o celos o porque le achacan posturas políticas y ambiciones que no son las de él —ni antes ni tampoco en la manigua—.

En las páginas aparece hermosa y cruda la naturaleza del monte cubano, de las montañas, de los ríos, de los bosques, de los llanos, de las frutas y de las costumbres de la gente rural sobre mejunjes, tisanas, remedios y magia de curaciones

Sobre los Diarios de Martí escribió Guillermo Cabrera Infante:

«Entre el comienzo dominicano y su fin en Dos Ríos el escritor produce páginas de diario que son en realidad trozos de memorable, maestra literatura. Martí no pretende hacer gran literatura, es evidente, pero no puede evitarlo: según va a la muerte, la expedición guerrillera es su camino de perfección literaria*».

Para este enero de 2024 he seleccionado ideas, frases y pasajes de los Diarios de Martí como homenaje a él y como recordatorio de la grandeza de este ser humano del siglo XIX que nos sirve de patrón en el siglo XXI, no sé si por carencias de nuestra estirpe —y nuestra necesidad de ejemplos— o por fortuna de la tierra cubana.

Diario de Montecristi a Cabo Haitiano

1 de marzo

Salcedo, sin queja ni lisonja, porque me oye decir que vengo con los pantalones deshechos, me trae los mejores suyos, de dril fino azul, con un remiendo honroso: me deslíe con su mano, largamente, una dosis de antipirina: y al abrazarme, se pega a mi corazón.

2 de marzo

Duerme mal, el espíritu despierto. El sueño es culpa, mientras falta algo por hacer. Es una deserción…

Cuando los aranceles son injustos, o rencorosa la ley fronteriza, el contrabando es el derecho de insurrección. En el contrabandista se ve al valiente, que se arriesga; al astuto, que engaña al poderoso; al rebelde, en quien los demás se ven y admiran. El contrabando viene a ser amado y defendido, como la verdadera justicia.

3 de marzo

Es inútil, y generalmente dañino, el hombre que goza del bienestar de que no ha sido creador: es sostén de la injusticia, o tímido amigo de la razón, el hombre que en el uso inmerecido de una suma de comodidad y placer que no está en relación con su esfuerzo y servicio individuales, pierde el hábito de crear, y el respeto a los que crean. Las carreras, como aún se las entiende, son odioso, y pernicioso, residuo de la trama de complicidades con que, desviada por los intereses propios de su primitiva y justa potencia unificadora, se mantuvo, y mantiene aún, la sociedad autoritaria: la sociedad autoritaria es, por supuesto, aquella basada en el concepto, sincero o fingido, de la desigualdad humana, en la que se exige el cumplimiento de los deberes sociales a aquellos a quienes se niegan los derechos, en beneficio principal del poder y placer de los que se los niegan: mero resto del estado bárbaro.

3 de abril

La ingratitud es un pozo sin fondo, y como la poca agua, que aviva los incendios, es la generosidad con que se intenta corregirla. No hay para un hombre peor injuria que la virtud que él no posee. El ignorante pretencioso es como el cobarde, que para disimular su miedo da voces en la sombra. La indulgencia es la señal más segura de superioridad. La autoridad ejercitada sin causa ni objeto denuncia en quien la prodiga falta de autoridad verdadera.

Diario de Cabo Haitiano a Dos Ríos

11 de abril

Bote. Salimos a las once. Pasamos rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las siete y media, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos revólveres. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, La Playita (al pie de Cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos málaga. Arriba por piedras, espinas y cenagal. Oímos ruido, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.

15 de abril

Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos. A la noche, carne de puerco con aceite de coco, y es buena.

17 de abril

Libertad en lo azul. Me entristece la impaciencia. Saldremos mañana. Me meto la Vida de Cicerón en el bolsillo en que llevo cincuenta cápsulas. Escribo cartas. Prepara el General dulce de raspa de coco con miel.

20 de abril

En un grupo hablan de los remedios de la nube en los ojos: agua de sal, leche de ítamo, «que le volvió la vista a un gallo», la hoja espinuda de la romerilla «bien majada», «una gota de sangre del primero que vio la nube». Luego hablan de los remedios de las úlceras: la piedra amarilla del río Jojo, molida en polvo fino, el excremento blanco y pelado del perro, la miel del limón; el excremento, cernido, y malva. Dormimos por el monte en yaguas.

21 de abril

¡Pero qué triste noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor?, ¿el gallardo Flor?, que Maceo fue herido en traición de los indios de Garrido; ¿qué José Maceo rebanó a Garrido de un machetazo? Almorzábamos buniato y puerco asado cuando llegó Luis: ponen por tierra, en un mantel blanco, el casabe de su casa…

Vi hoy la yaguama, la hoja fénica que estanca la sangre, y con su mera sombra beneficia al herido: «Machuque bien las hojas y métalas en la herida; que la sangre se seca».

22 de abril

Hablamos hoy de Céspedes y cuenta Gómez la casa de portal en que lo halló en las Tunas, cuando fue, en mala ropa, con quince rifleros a decirle cómo subía, peligrosa, la guerra desde Oriente. Ayudantes pulcros, con polainas. Céspedes: kepis y tenacillas de cigarros. La guerra abandonada a los jefes, que pedían en vano dirección, contrastaba con la festividad del cortejo tunero. A poco el gobierno tuvo que acogerse a Oriente. «No había nada, Martí», ni plan de campaña, ni rumbo tenaz y fijo.

25 de abril

Hamacas, candelas, calderadas, el campamento ya duerme: al pie de un árbol grande iré luego a dormir, junto al machete y el revólver, y de almohada mi capa de hule; ahora hurgo el jolongo y saco de él la medicina para los heridos. Cariñosas las estrellas, a las tres de la madrugada, a las cinco, abiertos los ojos, Colt al costado, machete al cinto, espuela a la alpargata y ¡a caballo!

5 de mayo

Maceo y G. Hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, y una Secretaría General: la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como Secretaría del Ejército. Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: «¿pero usted se queda conmigo o se va con Gómez?». Y me habla, cortándome las palabras, como si fuese yo la continuación del gobierno leguleyo, y su representante… En la mesa, opulenta y premiosa, de gallina y lechón, vuélvese al asunto: me hiere, y me repugna: comprendo que he de sacudir el cargo con que se me intenta marcar, de defensor ciudadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar. Mantengo, rudo: el Ejército, libre, y el país, como país y con toda su dignidad representada.

9 de mayo

Y a poco andar, por el hato lodoso se sale a la sabana, y a unos mangos al fondo: es Baraguá: son los mangos, aquellos dos troncos con una sola copa, donde Martínez Campos conferenció con Maceo. Va de práctico un mayaricero que estuvo allí entonces: «Martínez campos lo fue a abrazar, y Maceo le puso el brazo por delante, así: ahí fue que tiró el sombrero al suelo…

El espíritu que sembré, es el que ha cundido, y el de la isla, y con él, y guía conforme a él, triunfaríamos brevemente, y con mejor victoria, y para paz mejor. Preveo que, por cierto tiempo al menos, se divorciará a la fuerza a la revolución de este espíritu, se le privará del encanto y gusto, y poder de vencer de este consorcio natural. Se le robará el beneficio de esta conjunción entre la actividad de estas fuerzas revolucionarias y el espíritu que las anima. Un detalle: presidente me han llamado, desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del general cariño, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez. Y al acercarse hoy uno: presidente, y sonreír yo: «No me le digan a Martí presidente: díganle general: él viene aquí como general: no me le digan presidente».

¿Y quién contiene el impulso de la gente, general?, le dice Miró: «eso les nace del corazón a todos». «Bueno: pero él no es presidente todavía: es el delegado».

17 de mayo

Asan plátanos y majan tasajo de vaca, con una piedra en el pilón, para los recién venidos. Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, y me trae Valentín un jarro hervido el dulce, con hojas de higo…

*Nota del autor: Cabrera Infante, G. (1997). «Un diario que dura más de cien años». Prólogo a Diarios de José Martí, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, pág.16 y 17. Las citas de los Diarios de Martí que se harán en el texto del artículo han sido tomadas de la misma edición.

Tomado de: El Toque

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