jueves, 8 de febrero de 2024

Iconografía martiana desde los niños

Vasily M. P.
Cultura
06 Febrero 2024

El 24 de enero se inauguró el salón infantil De donde crece la palma, en la galería Raúl Martínez, del Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Ciego de Ávila

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Fotos: Vasily Ojos grandes, expresivos, a modo de caricatura, pero igual de lindos, los dibujados de Camila Hernández, de siete años

Estamos en el salón provincial infantil De donde crece la palma, convocado por el Centro Provincial de Casas de Cultura y la Dirección Provincial de Educación, y presentado por sus instructores de artes plásticas.

Más de una veintena de obras arman sus paredes y en distintos formatos. Loable es el empleo de las técnicas que van desde el simple grafito a color, hasta la colocación de materiales sobre la cartulina.

Es grato ver cómo los niños interpretan la figura martiana. Y no solo desde el contenido, en una amalgama hermosa entre su vida y obra. También sobresalen gestualidades, figuraciones, la gráfica y los fenotipos.

En esta exposición, que destaca en belleza, nos encontramos desde el rostro tan divulgado de Martí, hasta la interpretación más genuina, graciosa, respetuosa.

Un José Julián hecho a la manera picasiana, también, la de Rosana Díaz Zamora, de onceno grado, y del municipio moronense. No por ser cubista, deja de ser hermoso, cautivador. Resalta por su creatividad y dominio del trazo, del buen diseño sobre la cartulina.

Al triángulo que conforma la cabeza del héroe nacional, se le suma la singularidad de un busto con la forma de un libro abierto, o dedos gigantescos al estilo de Oswaldo Guayasamín. Sea cual sea su lectura, resalta la belleza y la construcción humana que se impone.

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No por ser cubista, este dibujo de Rosana Díaz Zamora, deja de ser hermoso, cautivador

Estos niños se apoderan, con toda gracia, del arte de rasgar papel, pegar y edificar. Lo consiguen con total gracia. Con robustez técnica. Y crean una composición que me resulta feliz.

Así, también, la obra con cartón desechable, llamada Mi fantasía sobre Martí, a manos de Yelennys Valdés Fonseca, de siete años y merecedora del Tercer lugar, en el 1er. Nivel escolar. La autora se regodea en los detalles con flores, una estrella, una casa con patas, un cocuyo; y se apoya en la textura, oquedades, y la tridimencionalidad del material empleado.

También destaca Yulianny Valdés Fonseca, de diez años, con su obra Sonetos, otra sobre cartón desechable y que mereciera una Mención.

Una mariposa, un árbol, una niña arrodillada ante una pluma y la silueta de un hombre en las alturas. Todo recortado, pegado luego, bien dispuesto en una composición que luce por su sobriedad y buen tino.

Son tantas las obras para admirar. Tanto que aplaudir. Solo he mencionado una mínima parte de ellas, porque este espacio es breve.

Vemos al héroe desde una rutina hogareña, y pasando por los sinsabores de la guerra. Atestiguamos, también, su casita en la calle de Paula, y su caballo, la bandera, y hasta la pluma con la que escribiera una obra inmortal.

Está, también, el héroe tras las enfermedades, con sus ojos de expresión doliente. Ojos que cautivan y nos hacen sentirnos humanos en estos tiempos tan complejos.

Ojos grandes, expresivos, a modo de caricatura, pero igual de lindos; cándidos y abiertos a la luz, los dibujados en Casa con flores, por Camila Hernández, de siete años. Una obra que mereciera el Primer premio en el 1er. nivel escolar.

Los niños artistas de esta exposición, nos dan una lección de humanidad. Y de que siguen siendo la esperanza del mundo. Al menos, en este muestrario de carisma, veneración y buen gusto, quedó plasmada la fe en el mejoramiento humano, como quería el más universal de los nuestros.

No escapa de esta exposición el empleo de otros símbolos también aparejados a la figuración martiana. Me refiero a la estrella, el sol, el cielo abierto, las flores, la mariposa, el paisaje todo.

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Más de una veintena de obras arman las paredes de la galería Raúl Martínez y en distintos formatos

Y no importa la influencia de los adultos en la concepción de estas obras. Por ahí andan, como duendes de los trazos y los conceptos. Importa, que la manualidad es de los infantes; que los trazos un tanto inseguros, el color a veces tenue, y otros rasgos, no les son ajenos. Y son, más bien, como un reflejo de sus mundos interiores.

Ellos reinterpretan la realidad martiana. Y no se alejan de su propia realidad. Viven, aunque no lo pareciera, con los pies bien puestos sobre la tierra que dibujan; y respiran, a bocanadas amplias, el mismo aire contaminado que todos inhalamos.

Los niños saben querer. Y quieren a Martí. A veces desde la lejana perspectiva de la historia y de lo transmitido en clases. Pero, también, desde el cercano encuentro con alguna parte, aún viva, del autor de La Edad de Oro.

Tomado de: Invasor

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