Marta Gómez Ferrals
Foto: Archivo
29 Junio 2023
En julio de 1889 fue publicado el primer número de la revista mensual La Edad de Oro, dedicada por José Martí, Héroe Nacional de Cuba, a los niños de América, en medio de los ajetreos incesantes de la preparación de la futura campaña independentista que le ocupaban casi todo el tiempo, mientras radicaba en Nueva York, cumpliendo exilio político obligado.
Sólo cuatro números vieron la luz de ese referente extraordinario de la literatura dedicada a la niñez y de la obra martiana en general, pues en octubre de ese mismo año se imprimió la cuarta y última publicación, hoy entre nuestros clásicos.
En 1905, 10 años después de la caída en combate del Apóstol en Dos Ríos, tierra cubana, su discípulo Gonzalo de Quesada logró juntar el contenido de aquellas ya modélicas revistas en un solo libro, como homenaje al más universal de sus compatriotas.
Con ese formato lo han conocido generaciones de sus paisanos desde los años más tiernos y fundamentales de su vida, según la pedagogía moderna, e incluso pequeños del área geográfica de América, sobre todo de Nuestra América.
“Para eso se publica La Edad de Oro -escribió en el primer número El Maestro-: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy (…) Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros”.
Con 32 páginas, su creador se preocupó de manera acuciosa en dotar a la revista de hermosos grabados e ilustraciones, y se propuso y logró hablar a su público con respeto, naturalidad y desenfado, como se habla con los amigos. Huyó siempre del tono admonitorio y profesoral, que intentara establecer la disciplina y el aprendizaje mediante el temor.
Era evidente que quería estimular la razón y el afán por el conocimiento, mediante el proceso de una lectura placentera y muy disfrutable. El entramado de su prosa, sin ninguna afectación, se expresa locuaz y parlanchín como los pequeños, lleno de sabiduría además.
Por eso, 134 años después el Hombre de la Edad de Oro sigue siendo el amigo especial que quiso ser de los infantes americanos, a quienes contribuyó a formar en la sinceridad, la verdad y conociendo de la historia de la humanidad, con sus hechos verídicos, su magia y sus leyendas.
El lenguaje universal fue un vehículo con el cual traía de la mano contenidos regionales imprescindibles, tratados de manera casi primorosa, pero firme y fuerte como todas las esencias que necesitan ser reveladas.
Desde entonces, decir en Cuba La Edad de Oro es hablar de una joya espiritual muy preciada que toda madre, padre o abuelos quieren en contacto con sus seres queridos y que cada maestro adora exponer en su docencia, ayudándolo en la forja de valores de la manera más coloquial e instructiva, produciendo también goce.
Una selección de cuentos, ensayos y poemas, hoy en el imaginario de miles de cubanos de estos tiempos, nos trajeron para siempre a figuras como Nené Traviesa, Bebé y el señor Don Pomposo, La muñeca negra, Los Dos Príncipes, Los zapaticos de rosa, con historias de honda sensibilidad, arraigadas en sus mentes para siempre.
La variedad de los temas es notable, a pesar de la presencia fugaz de la revista. Martí tuvo que desplegar un esfuerzo descomunal para concretarla, pues el trabajo político y organizativo estaba por entonces en la médula de su vida con un accionar muy demandante y concreto.
Por eso insistimos en recordar, en esta feliz oportunidad, aquellos cuentos inolvidables nombrados: Meñique, El camarón encantado, las narraciones Cada uno a su oficio, La Ilíada de Homero, Un juguete nuevo y otros viejos, Un paseo por la tierra de los anamitas, La historia del hombre contada por sus casas, Músicos, poetas y pintores, La exposición de París, El Padre de Las Casas, Historia de la cuchara y el tenedor.
Muchos connacionales, a lo largo de la historia, creen que algo muy íntimo y sagrado de su alma se toca cuando se habla de La Edad de Oro. Quien ha sido considerado uno de los hombres más puros de nuestra raza, como dijera la insigne Gabriela Mistral, o el Padre de la renovadora corriente literaria del Modernismo, según una polémica afirmación de Rubén Darío, mostró de nuevo su maestría con esa creación.
Obra de gran belleza literaria, ingenio, humanismo, entrega, sacrificio, amor… junto a Ismaelillo fluye con nosotros como un manantial claro y así nos acompaña.
Tomado de: Agencia Cubana de Noticias
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