Por Pablo Rosselli Cock
10 de junio de 2023 - 5:48 AM
Según el poeta, escritor y líder político cubano José Martí, “hay tres cosas que las personas deberían hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”. Esta trillada frase ha sido tomada por muchos como el resumen del proyecto de sus vidas y probablemente es simplista pues hay quienes habiendo completado las tres tareas son infelices o, al contrario, no han hecho ninguna y vivieron a plenitud.
No creo que Martí lo haya querido decir en el sentido literal de la sabida frase. No es necesario un pico, una pala y un azadón, hacer un hueco y sembrar un árbol sino, más bien, plantar una semilla, verla germinar y crecer, regarla y podarla cuando sea necesario.
Con respecto a tener un hijo, no todos quieren o tienen la posibilidad de llevarlo a cabo, pero el sentido de la máxima puede estar en criarlo, alimentarlo, vestirlo y darle alas para la vida.
Lo del libro también debe ser visto como una metáfora. Hay quienes no les interesa o se les facilita escribir y, a pesar de ello, dejan en la vida de otros un mensaje perenne. Ahora bien, el problema no está en escribir un libro sino que lo lean y los buenos libros suelen vivir más que las personas. A alguien le escuché decir que la literatura no se va a acabar cuando la gente deje de escribir sino cuando todo el mundo escriba.
En un blog de El País de España, una joven periodista hace su propia interpretación de la frase de Martí diciendo que “mejor sembrar una planta, cuidar a un sobrino y leer un libro”, frase que se ajusta mucho mejor a nuestros tiempos. Otra variación de algún lector dice: “trasplantar un árbol, adoptar un hijo y traducir un libro”. El fondo del asunto radica en vivir con un objetivo creador, a veces esperanzador y dejar una huella en el trasegar de la existencia.
El escritor Ray Bradbury en su libro Fahrenheit 451 da su idea de la trascendencia con estas palabras: -”cuando muere, todo el mundo debe dejar algo tras él, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocará de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor que tú plantaste, tú estarás allí”.
Y, volviendo a Martí, prefiero aquellas otras frases del poeta cubano como “saber leer es saber andar y saber escribir es saber ascender”. Mejor aún, la publicada en su poemario Versos sencillos que dice: “alas vi nacer en los hombros de las mujeres hermosas: y salir de los escombros, volando las mariposas”; o la archiconocida letra de la canción Guantanamera, un verso de Martí: “yo soy un hombre sincero de donde crece la palma y antes de morirme quiero echar mis versos del alma”.
Tomado de: El Meridiano
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