Mauricio Escuela Orozco
26/01/2022
La memoria, si bien existe, no se defiende sola, sino que vive carnalmente en los hijos, a través de sencillos pero vitales mecanismos de justicia y de recordación…
El eminente pedagogo Rodolfo Menéndez de la Peña - (Tomada de Ecured)
Rodolfo Menéndez de la Peña era un hombre joven, maestro, inquieto, cuando le donó casi todo su patrimonio a José Martí. El pasaje es poco conocido en la historia cubana, pero resultó determinante para la causa libertaria del siglo XIX entre los habitantes de la isla, por entonces cautiva de España. Cuando el pedagogo se estableció en Yucatán, México, siguió carteándose con el Apóstol, en un fluido espíritu repleto de ideas, de fulgurantes pareceres en torno a cómo debía construirse la vida en el continente.
Menéndez de la Peña nació en San Juan de los Remedios y emigró siendo casi un muchacho, perseguido por ser independentista. Allá, en el exilio, fundó escuelas, constató un método de enseñanza, erigió revistas y publicaciones de orden científico. Solo vino a Cuba brevemente tras terminada la guerra de 1895. Allá, donde su savia fuera trasplantada con la premura de la saña enemiga, floreció el hombre bueno. México acoge aún el legado de Menéndez de la Peña, donde la universidad principal yucateca lleva su nombre, donde presidentes de la nación y eminencias profesionales le dedican encendidas tesis y homenajes.
El amigo remediano de Martí le puso a su hija el nombre de Patria, a la que educaría según preceptos muy profundos, propios del más moderno colegio. Junto a la revista La Edad de Oro se sitúa Lira de la Niñez, hecha enteramente por Menéndez de la Peña. Ambas publicaciones cuyo destino era América, dieron cuenta de un panorama novedoso y humanista.
Poco hablamos en Cuba de este hombre que además dejó una larga dinastía de periodistas, filósofos y maestros en Yucatán que llega hasta el presente. Sin embargo, no se concibe la enseñanza en el continente sin leerlo. Martí reconoce en su correspondencia la grandeza de Menéndez de la Peña, sobre todo porque en medio de lo peor de la lucha, cuando pocos creyeron en la victoria, el remediano se entregó en cuerpo y alma. Ni donde vivir tenía el maestro tras donarlo todo, hasta el último esfuerzo por Cuba.
El otro amigo remediano de Martí, Francisco Carrillo, compartió el exilio de Nueva York con el Apóstol. Según rezan los artículos del periódico Patria, a este mambí, hombre de tres guerras, se le conoció con el apodo de General de las Barbas de Oro. Su presencia enorme en los asaltos y en los grandes sucesos hacía retroceder al enemigo hispano.
La pluma martiana relata en la sección Historias de la Guerra acerca de la destreza bélica y la vida cruenta en los campos del centro de la isla. Carrillo era un chico rudo, inteligente, de ademanes enérgicos, capaz de doblegar a varios españoles a la vez. Su papel en batallas como las del Fuerte de Tetuán fue crucial. Allí, tras entrar a fuego de metralla en el fortín, agarró un puñado de arroz y se lo llevó a la boca para luego seguir peleando. Llevaba días sin comer. Herido y con la tropa diezmada logró intimidar a los colonialistas con solo su presencia.
Francisco Carrillo era un líder natural, el hombre de confianza de Martí, el que le relataba los últimos días del teniente Jesús Crespo en la manigua, ese oficial que dio cada hueso de su cuerpo por la causa libertaria. Cuando los cubanos entraron en Remedios, ya rendida la plaza, venían Gómez y Carrillo y el alma del Apóstol como un ángel.
El autor de la guerra, el constructor de la paz y de la república, el Maestro, no pudo sobrevivir las descargas de Dos Ríos, pero quedó el amigo remediano para contar a los suyos acerca de la entereza, de la noble palabra y de la acción sana, decisiva, martiana.
Cuando la república se inauguró, Carrillo fue primero miembro eminente de los partidos políticos de entonces. Luego gobernador y vicepresidente. Sus tierras eran de las más ricas y extensas de la región y la familia de hidalgos gozó de privilegios. Sin embargo, hay que ver al hombre en su época y reconocerle la grandeza. El otrora mambí jamás tuvo un desdén hacia los humildes y por mucho intentó mejorar la vida de los remedianos. Un poblado rural lleva su nombre debido a los intentos por reformar la vida, adecentar la mala vibra y los dolores del coloniaje.
El destino fue cruel con Carrillo, pues quedó casi borrado, con tan solo una calle en Remedios que lo recuerda. Ni una estatua ni busto. Solo la memoria de la casa donde naciera y una tarja ahí, cual gesto benévolo. Este amigo remediano de Martí vivió hasta muy avanzada la república y ha dejado una larga lista de descendientes muy ilustres como ciudadanos de la villa. Su figura, hercúlea, reposa en las fotografías familiares que se conservan en el Museo de Historia. Allí, además, diferentes cartas que enviaba en su momento al Apóstol donde reza la disposición de Remedios para la lucha. En la mística de esta historia hay aún muchas oquedades e injusticia que el presente tendrá que saldar.
Menéndez de la Peña y Francisco Carrillo han compartido el mismo olvido. Ambos grandes y martianos, precursores de una causa que nos hermana a todos. Sus sitiales en la obra del Apóstol tocan los tópicos de la guerra y la paz, del dolor y de la necesidad de constituirnos en país. Quizás cuando se tome conciencia de la profundidad de estos hombres podamos entender muchos pasajes oscuros que aún nos perturban como parte de nuestra historia. Ya en pleno siglo XX, un extranjero creaba en la villa los primeros Clubes Infantiles Martianos, que aunaban la memoria con la niñez, la pedagogía y la Patria. En una casona colonial frente a la plaza de Remedios, resurgían el Maestro y sus dos amigos en angelical propuesta, como si el camino se desatara de los terribles nudos que el destino impuso.
Los amigos remedianos de José Martí reposan en un legado que requiere el concurso de los hombres buenos de esta tierra. La memoria, si bien existe, no se defiende sola, sino que vive carnalmente en los hijos, a través de sencillos pero vitales mecanismos de justicia y de recordación.
Hay que traer a Menéndez desde México, darle el sitial que merece en el aporte pedagógico y filosófico, como mismo debemos hacer de Carrillo ese mito que relata el periódico Patria tantas veces, en el fuego del verbo, en las palabras que lo dibujan vivo, con su ímpetu intacto, a punto de asaltar el olvido.
Francisco Carrillo era un líder natural, el hombre de confianza de Martí, el que le relataba los últimos días del teniente Jesús Crespo en la manigua - (Tomada del centro.cubava.cu).
- José Julián Martí Pérez: (La Habana, 28 de enero de 1853 - Dos Ríos, 19 de mayo de 1895) Héroe Nacional de Cuba. Cubano de proyección universal que se convirtió en el más grande pensador político hispanoamericano del siglo XIX. Sus poemas, epistolario, artículos periodísticosy discursos lo sitúan como un intelectual de vasta cultura.
- Rodolfo Menéndez de la Peña (Remedios, 15 de mayo de 1850 - Yucatán, 3 de noviembre de 1928): Fue un maestro y periodista cubano, amigo de José Martí.
- La obra de Menéndez resulta prolífera y está dispersa en innumerables revistas y periódicos del continente. Su obra más conocida abarca múltiples materias, pero su fundamental creación se puede ubicar en el campo de la pedagogía entre las que se encuentran Lira de la niñez (1890), el poema Las fiestas vacacionales, El obrero, Los compañeros.
- Francisco Carrillo Morales, (1851-octubre-Remedios, Las Villas-1926-noviembre de 1926-La Habana): Mayor General del Ejército Libertador cubano. Combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba. Fue colaborador activo del Partido Revolucionario Cubano y uno de los principales organizadores de la Guerra del 95 en Cuba. Sobrevivió a la guerra y tuvo una activa vida política en la República Neocolonial.
Mauricio Escuela Orozco
Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación
Tomado de: Cubahora
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