Autor: Emmanuel Tornés
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26 de enero de 2022 00:01:18
Entre las páginas más hermosas escritas en torno a la relación padre-hijo en la poesía de lengua hispánica del siglo XIX están las de Ismaelillo (1882), de José Martí (1853-1895), texto rupturista, con un destino de fundador, pues, como escribiera Cintio Vitier en un ensayo imprescindible: «Con los 15 poemas de este librito comienza la poesía moderna en lengua española»
Una de las ilustraciones de la portada del libro Ismaelillo - Foto: Portada del libro
Entre las páginas más hermosas escritas en torno a la relación padre-hijo en la poesía de lengua hispánica del siglo XIX están las de Ismaelillo (1882), de José Martí (1853-1895), texto rupturista, con un destino de fundador, pues, como escribiera Cintio Vitier en un ensayo imprescindible: «Con los 15 poemas de este librito comienza la poesía moderna en lengua española».
Al celebrar los 140 años de su publicación en Nueva York, podemos confirmar que no han mermado el vital regocijo de las visiones poéticas descritas en la obra ni la intensidad del drama implícito en ellas. Las actuales relecturas ratifican la sentencia de Cintio: Ismaelillo sigue tan vital como entonces, porque es imperecedera la idea, resuelta en Ismaelillo, de ver en los niños la esperanza del mundo; porque hoy muchas parejas continúan padeciendo conflictos análogos a los que motivaron los poemas; o porque aún repercute en nuestras letras el cambio estético originado por los flamígeros versos del libro, donde estallan imágenes audaces junto a un discurso alucinante.
Martí escribe esta obra en momentos críticos de su vida; en lo político-social el fracaso de la Guerra Chiquita (1879-1880); o las divergencias con su esposa Carmen Zayas Bazán, quien quería estabilizar en la Isla el maltrecho hogar, algo imposible para quien era un declarado independentista y, en consecuencia, un perpetuo desterrado por el colonialismo español.
Aumentan las tensiones; Carmen decide regresar a Cuba, y llevar consigo a José Francisco, el hijo de ambos, pronto a cumplir dos años de edad. Martí sufre en soledad y, como respuesta salvadora ante el marasmo matrimonial y afectivo, crea el conocido poemario, donde ofrece, al modo de una fiesta, una visión optimista de su hijo, la cual amplifica, como encarnación de la niñez, en el personaje de Ismael.
Ismael cobra relieve de príncipe, rey y guerrero, figuras todas envueltas en un ambiente legendario, medieval, pero reescritas, con valores nuevos, como la idea de lo solar, las alas, la metonimia, la sinestesia y la eticidad. Así ve al niño el poeta: Para un príncipe enano/ Se hace esta fiesta. / Tiene guedejas rubias, /Blandas guedejas (…) Sus dos ojos parecen/ Estrellas negras: / ¡Vuelan, brillan, palpitan, / Relampaguean! / Él para mí es corona, /Almohada, espuela. (Príncipe enano). En Hijo del alma destaca el destino del niño: Y si en la sombra ocultas / Búscanme avaras, / De mi calma celosas, / Mis penas varias,– / En el umbral oscuro / Fiero te alzas, / ¡Y les cierran el paso / Tus alas blancas! En Tábanos fieros, Ismaelillo deviene guerrero vencedor de los males: ¡Hijos, escudos fuertes, / De los cansados padres! / ¡Venga mi caballero, / Caballero del aire! / ¡Véngase mi desnudo/Guerrero de alas de ave, / Y echemos por la vía/ Que va a ese arroyo amable, / Y con sus aguas frescas/ Bañe mi hilo de sangre! / ¡Caballeruelo mío! / ¡Batallador volante!
He ahí los signos del cambio decisivo que produce Ismaelillo en la poesía de nuestro idoma. Sin duda, este inicia la poesía del modernismo en Hispanoamérica. Formas nuevas donde el simbolismo y el parnasianismo se sustancian en lo clásico hispano, lo cual, junto a la vocación redentora, cultural e imaginativa, distinguen el quehacer poético de Martí. Por ello, al darle ese rango a la infancia y cantarle con ese lujo verbal e intertextual, Martí lega a los lectores un texto original, inusitado en lengua española. En este sentido, Ismaelillo es un libro del que siempre habrá mucho que escribir.
Tomado de: Periódico Granma
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