Pedro Antonio García
enero 19, 2023 6:00 am
El padre artillero les inculcó la honradez; la madre canaria, el afán de superación
Cuando en noviembre de 1850 el teniente general José Gutiérrez de la Concha e Irigoyen asumió como gobernador de la Capitanía General de Cuba, aires de tornado anexionista soplaban con intensidad sobre nuestro país. En mayo de ese año, el venezolano Narciso López había desembarcado por Cárdenas con el propósito de hacer cesar la dominación española e incorporar el país a los Estados Unidos. Solo pudo mantener en su poder el puerto matancero durante 48 horas. De regreso a Norteamérica, siguió planificando nuevas incursiones con idéntico objetivo.
Ante tales amenazas Gutiérrez de la Concha convenció a sus superiores y logró el traslado de tropas desde la península, entre ellas cuatro batallones de infantería y una batería de artillería. Esta última fuerza incluía a un robusto sargento valenciano, “no menguado de talla”, según sus coetáneos, de ademanes bruscos y aire mandón, llamado Mariano de los Santos Martí y Navarro. En pocos meses se adaptó completamente a la vida habanera y devino asiduo concurrente a los bailes de domingo en el café y salón de bailes Escauriza y el Café de la Bola, donde solía lucir su dril de gala que, sumado a su aire marcial e imponente físico, comenzó a ganarle popularidad entre las hijas de comerciantes y artesanos.
En una de aquellas fiestas dominicales, Mariano conoció a una bella canaria veinteañera de cuerpo deslumbrante y cabellos negros, Leonor Pérez Cabrera. Ella fue la elegida. Tras el casamiento, acaecido el 7 de febrero de 1852, la pareja residió en una casa de la calle Paula cercana a la Muralla. Allí nació el primogénito José Julián Martí y Pérez, el 28 de enero de 1853.
Los padres
Don Mariano Martí no era un ser perfecto. Como cualquiera, tenía grandes virtudes y defectos. Español de su tiempo, aspiraba a dirigir una familia patriarcal y autoritariamente. Sus contradicciones con los hijos mayores en plena adolescencia, José Julián y Leonor (Chata), han sido sobredimensionadas por algunos autores que se basan en la célebre carta del joven Pepe a su maestro Mendive en la que confiesa que su padre “me ha llegado a lastimar tanto […] que solo la esperanza de volver a verle me ha impedido matarme”.
Años después, en una carta a Manuel Mercado (1887), Martí expresaría un criterio totalmente distinto, cuando reconoce de su progenitor: “cuanto tengo de bueno, tiene su raíz de él”. No es de extrañar que en otra ocasión afirmara: “Papá es, sencillamente, un hombre admirable. Fue honrado cuando ya nadie lo es. Y ha llevado la honradez en la medida, como lleva el perfume una flor y la dureza una roca”.
Leonor Pérez Cabrera actuó con el sentido conservador que le habían inculcado. Mariano Martí, en sus años de cabeza de familia.
Asimismo, escribió a una de sus hermanas: “Tú no sabes, Amelia mía, toda la veneración y respeto tiernísimo que merece nuestro padre […] Allí donde lo ves, lleno de vejeces y caprichos, es un hombre de una virtud extraordinaria. Ese anciano es una magnífica figura. Endúlcenle la vida. Sonrían de sus vejeces. Él nunca ha sido viejo para amar”.
Cuenta la tradición que Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera aprendió a leer y escribir a escondidas de sus mayores, pues en esa época no era bien visto que las muchachas estudiaran. Ella volcó ese afán de superación en su hijo varón, al ser quien más impulsó su educación durante la adolescencia.
A la vez fue la más tenaz y tierna opositora de la lucha revolucionaria emprendida por el primogénito. En la veintena de cartas que le dirigió, abundan los reproches y recriminaciones por el camino escogido. Al respecto, el Héroe Nacional comentaría a su amigo Manuel Mercado (1878): “Mi madre tiene grandezas y se las estimo, y la amo –Ud. lo sabe– hondamente, pero no me perdona mi salvaje independencia, mi brusca inflexibilidad, ni mis opiniones sobre Cuba. Lo que tengo de mejor es lo que es juzgado por lo más malo. Me aflige, pero no tuerce mi camino”.
Tiempo después, durante una visita que ella le hiciera a Nueva York, le regalaría al Apóstol un anillo confeccionado con uno de los grilletes que llevaba en el presidio, lo que algunos autores consideran como una aprobación tácita de la labor independentista que realizaba entonces. Según Blanche de Baralt, “desde aquel momento en que su madre le puso al dedo el anillo de hierro, Martí nunca se separó de él. Se le ve en el retrato al óleo que le hizo el pintor escandinavo Norman; lo llevaba cuando cayó bajo las balas españolas en Dos Ríos. ¿Qué será de esa prenda inapreciable? ¿A dónde iría a parar?”.
Las hermanas
Siete hijas tuvo el matrimonio de doña Leonor y don Mariano después del nacimiento de Pepe. Leonor Petrona (La Habana, 29 de julio de 1854-La Habana, 9 de julio de 1900), conocida cariñosamente como La Chata, fue bautizada en la capilla del Castillo del Morro. El 16 de septiembre de 1869 contrajo matrimonio con Manuel García y Álvarez, con quien tuvo descendencia: María M. Andrea, fallecida a los tres años, Alfredo, Oscar y Mario. Dicen que era aficionada a la lectura y destacaba por su carácter sociable y disposición a ayudar a sus semejantes.
(Izquierda) Leonor, conocida por La Chata bautizada en la capilla del Castillo del Morro. (Derecha) Mariana, la novia del pintor mexicano Manuel Ocaranza, amigo de Martí.
Mariana Salustiana Matilde, Ana (La Habana, 8 de junio de 1856-Ciudad de México, 5 de enero de 1875) fue novia del pintor mexicano Manuel Ocaranza. Muchos afirman que era la hermana predilecta de José Julián, tal vez por aquellos versos: “Si quieren, por gran favor, / que lleve más, llevaré/ la copia que hizo el pintor/ de la hermana que adoré”… Se conserva un poema de su autoría dedicado a doña Leonor.
María del Carmen, La Valenciana (Valencia, España, 2 de diciembre de 1857-La Habana, 14 de junio de 1900), se casó en 1882 con Juan Radillo y Riera, y de esa unión nacieron: Juan Paulino, María del Carmen Eleuteria, Pilar, Enrique y Angélica Mauricia.
María del Pilar (La Habana, 13 de noviembre de 1859-12 de noviembre de 1865), la niña inmolada por la crueldad de un maestro, según la tradición, sería inmortalizada como la trasgresora social en Los zapaticos de rosa.
A Rita Amelia (La Habana, 10 de enero de 1862-16 de noviembre de 1944) le decía su hermano “mi discreta Amelia” y la admiraba por su “afanosa inteligencia”, mientras la madre alababa su carácter reflexivo y meditador. Contrajo nupcias en 1883 con José García y Hernández con el que tuvo varios hijos: José Joaquín, Amelina, Aquiles, Alicia, Gloria -que murió a los 17 años-, Raúl y José Emilio.
(Izquierda) Carmen, esta fue su hermana valenciana, nacida en 1847. (Centro) Amelia, a la que más aconsejó. (Derecha) Antonia, a la que el propio Apóstol llamó “la sagaz Antonia”.
De Antonia Bruna (La Habana, 6 de octubre de 1864-9 de febrero de 1900) cuentan que era alegre y sociable, además de inteligente (la “sagaz Antonia”, la denominaba el Apóstol). Se casó en 1885 con Joaquín Fortún y André. Sus hijos fueron Joaquín, Ernesto, María y Carlos. Algunos historiadores apuntan que estos dos últimos vástagos se establecieron en México donde aún viven descendientes.
Dolores Eustaquia, Lolita (La Habana, 2 de noviembre de 1865-29 de agosto de 1870) fue el último retoño del matrimonio Martí-Pérez. Algunos autores señalan erróneamente como fecha de su deceso a 1873; el historiador Luis García Pascual halló su certificado de defunción en la parroquia de Nuestra Señora de la Caridad en el municipio de Centro Habana.
Don Mariano Martí falleció el 2 de febrero de 1887. José Julián cayó en combate el 19 de mayo de 1895. Doña Leonor expiró el 19 de junio de 1907. Al cesar la dominación española, mediante suscripción popular se rescató la Casa Natal del Apóstol, la cual se convirtió en un museo desde el 20 de mayo de 1925.
- Periodista y profesor universitario. Premio Nacional de Periodismo Histórico por la obra de la vida 2021.
Fuentes consultadas
Las Obras completas de José Martí. Los libros Martí, el Apóstol, de Jorge Mañach; José Martí, sus padres y sus siete hermanas, de Ramiro Valdés Galarraga; Entorno martiano de Luis García Pascual y José Martí, 1853-1895. Cronología, de Ibrahim Hidalgo.
Tomado de: Revista Bohemia
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