Autor: Delfín Xiqués Cutiño
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17 de mayo de 2021 22:05:18
El coronel Garriga, con 79 años de edad, ofreció su valioso testimonio sobre lo ocurrido antes y después del combate de Dos Ríos
Ramón Garriga estaba en Nueva York justo para las pascuas de 1888 cuando conoció a Martí. Recién había cumplido 12 años de edad y el Maestro, cariñosamente, le obsequió un libro titulado The Heroes of the Calvary, y le escribió esta breve dedicatoria en su tapa interior: «Al caballero Ramón. Su amigo, José Martí».
Años más tarde, en mayo de 1895, en la manigua cubana el joven Garriga, ahora con el grado militar de alférez y 21 años de edad, se desempeñaba como ayudante de Martí, y, junto a él estuvo en dos memorables acontecimientos: la reunión de Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, en el demolido ingenio de La Mejorana, y en el combate de Dos Ríos, donde cayera heroicamente, de cara al sol, el Mayor General José Martí.
El coronel Garriga, con 79 años de edad, ofreció su valioso testimonio sobre lo ocurrido antes y después del combate de Dos Ríos:
–Al atardecer del día 18 de mayo de 1895, llegó al campamento de La Bija, finca de los hermanos Pacheco, donde hacía dos días estábamos acampados, el mayor general Bartolomé Masó Márquez, quien había recibido orden superior de seguir el rastro de Máximo Gómez y Martí.
«Era como la una de la tarde. Habíamos almorzado en la casa vivienda. Martí estaba escribiendo y, a la vez, terminando de dictarme a mí una circular para los hacendados azucareros.
«… sonó la corneta en el campamento. El prefecto Rosalía Pacheco había venido a dar aviso al Generalísimo de que las tropas españolas estaban en La Bija, en donde habíamos acampado el día anterior, y venían siguiéndonos. Inmediatamente Gómez ordenó: “¡A caballo!”. Sin duda, Gómez no pensaba en aquel momento más que en revivir la gloria del combate de Palo Seco. Hasta entonces y desde el desembarco en Playitas no había podido disparar un tiro. Era la primera vez que se encontraba seguido de más de 400 hombres».
–¿Qué hizo Martí, coronel Garriga?
–Recoger apresuradamente sus papeles y guardarlos en la chamarreta de color gris que, con el pantalón negro y el sombrero de castor, de ala muy ancha, era el traje de campaña que venía usando.
–¿No llevaba en las alforjas del caballo el Diario?
–No, ese lo tenía yo, que lo entregué al general Gómez después. Por cierto, íntegro, sin que le faltaran las hojas que le arrancaron más tarde, igual que a las del Diario del propio Generalísimo.
«Todas las fuerzas cubanas que venían con Gómez, Martí y Masó cruzamos el río Contramaestre por el lugar conocido por Paso de Santa Úrsula. Una vez pasado el río, bastante crecido por la lluvia de aquellos días, el general Gómez ordenó al general Paquito Borrero que cargara por el flanco derecho, mientras él iba a hacerlo por el izquierdo. Y volviéndose al también Mayor General José Martí, le recomendó mucho que se quedara con Masó, a la retaguardia. A mí me ordenó que siguiera con el general Borrero».
–¿De ese modo fue como vio usted a Martí por última vez?
–Así fue.
–¿Pero nadie de los cubanos puede asegurar haber visto caer a Martí?
–Nadie.
–¿Es incierto, por consiguiente, cuanto se ha dicho de Ángel de la Guardia?
–Tengo la absoluta convicción de ello. Si Ángel de la Guardia, hombre valiente y decidido, lo hubiese acompañado, seguro hubiera muerto al lado de Martí o hubiera rescatado su cadáver.
«Después, al reunirse todos –vuelve a decir el coronel Garriga– vinieron las conjeturas. Rápido, Máximo Gómez dijo que era preciso saber a punto fijo qué había sido de Martí. Si estaba prisionero, si se hallaba herido o ¡si había muerto, como todos temíamos! Fue al día siguiente, después de una noche tristísima, cuando se le ocurrió la idea de la carta al coronel español Ximénez de Sandoval. Rápidamente me la dictó. Y entregándomela, me dijo: «¿Serías capaz de llevarla a su destino?». Mi respuesta no podía ser otra que la que le di. La recogí, monté a caballo y salí a todo el trote que consentían los algarrobos, las ceibas, los maniguazos y las cercas de alambre. Tuve que trasponer el corte de monte, para llegar al campamento español.
La carta, como es sabido, decía:
«Dos Ríos, 20 de mayo de 1895,
–Al coronel jefe de la columna en operaciones sobre Dos Ríos.
Coronel: en el combate que sostuvimos ayer, hemos sufrido una baja sensible, la del señor José Martí, que su arrojo, por una parte, y la fogosidad de su caballo por otra, lo hicieron traspasar los límites que la prudencia aconsejaba defender. En vano nos tiramos más de una vez encima de vuestras filas para descubrir su cadáver, y no viendo nada, pensamos entonces que, sano o herido, se había extraviado por allí mismo en la confusión de la pelea. No lo hemos podido encontrar al fin, y confiado en la hidalguía y caballerosidad de usted, como valiente si lo es, envío a usted mi ayudante Ramón Garriga para saber, por conducto de usted mismo, si el señor Martí está en su poder, herido y cuál sea su estado, o si, muerto, dónde han quedado depositados sus restos. Eso es todo, porque, en el último caso, percances son todos de guerra, y para nosotros, no obstante ser el señor José Martí un compañero estimable, nada importa un cadáver más o menos de tantos que tendrá que haber en la guerra que sostenemos. Si mi ayudante Ramón Garriga no vuelve a incorporarse, porque usted lo impida, cualquiera que sea la forma que para ello está usted en libertad de emplear, así sea la muerte misma, al joven oficial le importará poco eso, y a los que quedamos en pie no hará mella ninguna en el espíritu que nos anima. Si, por el contrario, el oficial aludido vuelve con las noticias que va a solicitar, nos será usted, desde luego, acreedor del justo concepto de un hombre valiente y, por tanto, generoso y caballero. Me suscribo de usted muy atento y s. s., M. Gómez».
Nota: No extrañe que no le llame por su nombre, pues lo ignoro y tampoco han podido decírmelo dos soldados, Emilio García Rozón e Isidoro Alfonso Galante, que tenemos prisioneros, y a los que, dejándoles en libertad de volver a sus filas, no han querido hacerlo.
–// Otra: El señor José Martí tenía encima, no estoy seguro, pero creo que más de $500.00 oro americano. Lo digo a usted para fines delicados».
Tornamos a intentar que el coronel Garriga nos hable sobre su misión. Pero apenas conseguimos que nos cuente otra cosa que su llegada al campamento español, el alto que le dio el primer centinela, la entrega de la carta al capitán Capaz.
Luego, lo hicieron prisionero, y le pusieron un vigilante a su lado. Llegó la noche... y Garriga consiguió huir. En el primer bohío en que pudo refugiarse, le dieron la terrible noticia: Martí había muerto y lo habían enterrado aquella mañana en la misma fosa en que también sepultaron a un sargento español muerto en la acción.
Plano del combate de Dos Ríos, dibujado por el pintor Crucet según el que le entrego el coronel Garriga. Foto: Revista Carteles
¡Era todo lo que tenía que saber!
–¿Cuánto tiempo tardó usted, coronel, en encontrar al general Gómez?
–Cuatro días.
–¿Y le dio la noticia?
–Naturalmente. Pero el Generalísimo estaba de un humor de mil diablos, frecuente por otra parte en él. Me trató ásperamente. Y me dijo que no era verdad lo que me habían dicho, pues por un periódico de Holguín sabía que a Martí lo habían enterrado en Santiago de Cuba, no en Remanganaguas.
–¿Y cuando al fin supo la verdad?
–Nada, rectificó. Pero, pasando por mi lado, ordenó a un soldado: «Que le den a Garriga un huevo y un pedazo de casabe». En aquel tiempo, tal obsequio constituía un desagravio, una recompensa y casi una gloria...
Fuentes:
Revista Carteles No. 43, 23 de Octubre de 1953.
Cuba. La Forja de una Nación, Rolando Rodríguez, Tomo III
Campamento de Dos Ríos, 18 de mayo de 1895 Sr. Manuel Mercado
«Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber—puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo—de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.
En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin»...
Fragmentos de la carta inconclusa de Martí a Manuel Mercado, abogado mexicano y su más fiel e íntimo confidente por más de 20 años. Se considera el Testamento Político del Apóstol.
Tomado de: Periódico Granma
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