lunes, 31 de mayo de 2021

José Martí, hijo de Venezuela (+Foto)

Por Pedro Pablo Rodríguez
La Habana, 29 may (Prensa Latina)

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'Deme Venezuela en qué servirle: ella tiene en mí un hijo'.

Se ha repetido a menudo esta frase de José Martí al despedirse de Venezuela en carta al director del diario caraqueño La Opinión Nacional. Ella prueba, sin dudas, el afecto que el país y su gente levantaron en el cubano, al igual que las preocupaciones por su presente y su futuro, que conocemos por un posterior texto en francés, que todo parece indicar quedó inédito.

Su estancia venezolana duró casi exactamente seis meses: del 21 de enero al 28 de julio de 1881. Poco tiempo, pero de intensa vida y de profundo estudio de aquella sociedad, particularmente de sus varios sectores ilustrados.

Su decisión de ir a Caracas estuvo motivada por el apoyo de algunos venezolanos residentes en Nueva York, a pesar del criterio desfavorable de quienes eran enemigos del presidente Antonio Guzmán Blanco; pero hasta estos le entregaron cartas de presentación para sus amistades. El mandatario era el líder de las reformas liberales que dieron golpes al poderío económico de la Iglesia católica y de la aristocracia colonial; apoyó con una fuerte expedición a los patriotas cubanos durante la Guerra de los Diez Años y a su fin les dio acogida en el país.

Así, a poco de su arribo ya Martí estaba contratado como profesor en el afamado colegio Santa María y, posteriormente en el colegio Villegas. Los dueños de ambas escuelas, Agustín Aveledo y Guillermo Tell Villegas, eran personas de larga ejecutoria política en el bando liberal, habían ocupado cargos importantes en el Estado y el segundo fue presidente varias veces.

También se destacaron como escritores y educadores, y propiciaron sus contactos con la activa pléyade intelectual de la época, que lo invitó el 21 de marzo a ser uno de los primeros oradores en el recién fundado Club de Comercio de Caracas, punto de reunión de ese sector ilustrado capitalino.

Tal discurso fue un triunfo pleno del cubano, quien en sus palabras recordó las glorias de las contiendas por la independencia suramericana, destacó su admiración por Simón Bolívar y su intento de unidad latinoamericana, y expresó su compromiso con la libertad de Cuba.

El vigoroso aliento patriótico hacia su patria y América Latina, la fuerza y novedad de sus imágenes, y el potente llamado a los sentimientos, arrebataron a aquella culta audiencia para la cual la oratoria era habitual medio de comunicación e intercambio.

Todos los presentes que escribieron acerca de aquella noche coincidieron en el entusiasmo ante Martí. Jóvenes estudiantes que luego fueron personalidades destacadas de la cultura venezolana, le pidieron clases de oratoria.

CECILIO ACOSTA

Estableció Martí amistad con Cecilio Acosta, un patriarca de la ilustración del país y encontró apoyo para editar el viejo sueño de su etapa en Guatemala: una publicación acerca de las peculiaridades y valores de nuestra América, de su identidad propia y de cuanto podía serle útil de otras partes. Se trataba para él de establecer un diálogo fructífero con la modernidad, no de convertirse en siervos de sus intereses avasalladores.

El 1 y el 21 de julio de 1881 salieron los dos primeros únicos números de la Revista Venezolana, que desconcertaron a los lectores acostumbrados al clasicismo, pero que entusiasmaron a quienes buscaban letras e ideas nuevas. Según algún testimonio, al presidente Guzmán Blanco le disgustó la noble y emocionada etopeya martiana ante la muerte de Cecilio Acosta en el segundo número, y como Martí no aceptó su deseo de que hablara de su labor gubernamental en la próxima edición, recibió la orden de abandonar el territorio.

Sin expresar razones a sus tantos amigos, el 28 de julio abordó un vapor con destino a Nueva York, a pesar de que había escrito a la esposa para que viniera a Caracas con el hijo de ambos.

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Partía con el amor de hijo para servir a Venezuela, y como señaló en la misma carta de despedida, consagrado a la 'revelación, sacudimiento y fundación urgente' de su América: Ya era el combatiente consciente por una nueva nuestra América, de plena soberanía defendida de conjunto y sin rezagos coloniales.

(Tomado de Cuba Internacional 473)

Tomado de: Prensa Latina

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