Por Solángel Sánchez Aguilera
Publicado: 9 de enero de 2007
Dos fechas importantes se asientan en enero de 2007, que sin aparente vínculo sí guardan estrecha relación: el 28, natalicio 154 del Héroe Nacional José Martí, y el 15, Día de la Ciencia en Cuba.
Tres contemporáneos de José Martí dejaron testimonios poco conocidos sobre el interés del Maestro por la temática científica. En abril de 1889 a propósito de las clases que por esa época Martí impartía en Nueva York a cubanos humildes reunidos en la sociedad denominada La Logia, su alumno Manuel J. González escribió: "De literatura, de ciencia, arte, política, religión, etc, de todo se trató allí, de todo sabía él y de todo nos hablaba..."
Por su parte, el periodista Enrique Trujillo apunta en sus recuerdos: "Se le ve por las calles y plazas por donde transita para ir a sus ocupaciones, cargado de periódicos y de libros. Siempre lleva consigo la última palabra de la ciencia, del arte, de la política..."
El "hermano del alma", en el sentir de Martí, el amigo Fermín Valdés Domínguez, describe así la modesta oficina del patriota en la urbe neoyorkina: "En un largo estante, muchas obras notables formaban una preciosa biblioteca, en la que no había un solo volumen que no guardara importantes notas escritas por su mano, a las veces, andando, otras en los tranvías o en los ferrocarriles. Al lado del más moderno tratado de fisiología, encontrábanse estudios antropológicos y de medicina, ciencias, derecho y literatura: todo lo que había en aquel gran cerebro estaba en aquel pequeño templo".
Con tales antecedentes, no es difícil comprender y aceptar que el poeta José Martí, en una de sus últimas misivas -la dirigida a la niña María Mantilla- escribiera esta sorprendente revelación: "Leo pocos versos, porque casi todos son artificiales o exagerados, y dicen en lengua forzada falsos sentimientos, o sentimientos sin fuerza ni honradez, mal copiados de los que los sintieron de verdad. Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia..."
Años antes ha expresado: "Nada sugiere tanta y tan hermosa literatura como un párrafo de ciencia. Asombran la correspondencia y relaciones entre el mundo meramente natural y extrahumano y las cosas del espíritu del hombre, tanto que un axioma científico viene a ser una forma eminentemente gráfica y poética de un axioma de la vida humana. ¿Qué mayor poesía que la que, a manera de selva amazónica, va surgiendo ante los ojos a la lectura de un libro científico, en que se revela la grandiosidad, armonía y espíritu de la naturaleza?...
Ese hombre, que ha leído y amado en su madurez los libros de ciencia, es el mismo que mucho antes, en 1875 -en plena lozanía de sus 22 años- manifestó públicamente en la Revista Universal, de México, su pesar por el abandono del tema en los periódicos: "Dados los unos a infructíferas querellas, dados los más a esta mortificante vida pública diaria, que tiene de encarnizada todo lo que de escasa y monótona, tiene apenas, si alguna vez hallan cabida en las columnas de los periódicos, las solemnes palabras de la ciencia, madre amorosa que descompone, elabora, estudia y crea en pro de tantos hijos que la desconocen, la desdeñan o la olvidan..."
En su extenso quehacer periodístico, José Martí no olvidó jamás el espacio amplio y bien documentado acerca de cuanto evento científico o noticia sobre invenciones y novedades tecnológicas llegaban hasta él.
Y cuando, en ocasiones, estuvo al frente de publicaciones, como director de estas, marcó claro rumbo hacia la divulgación científica.
Por eso, en cada conmemoración del Día de la Ciencia en Cuba, hay un espacio importante para recordar a José Martí. Enero, para los cubanos, es martiano y científico.
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