lunes, 29 de enero de 2007

El imprescindible José Martí (II parte)

27 de Enero, 2007
Por: Rolando López del Amo

Cubarte.- Para Martí, pues, el cumplimiento de su deber de hombre, de su deber para con la humanidad, comienza por la tierra natal, por la patria.”La patria se levanta sobre los hombros unidos de todos sus hijos. No se tiene derecho al aislamiento: se tiene el deber de ser útil”.

Pero Martí tenía su patria grande a la que llamó Nuestra América, y que era una sola, desde el Río Bravo, en el norte, hasta la Patagonia, en el sur. Confesaba que su anhelo era poner alma a alma y mano a mano, a los pueblos de esa América. Cuba era parte de ella, de la América que con el padre Hidalgo, con San Martín y con Bolívar, por sólo recordar a estos tres grandes fundadores, tuvo certificado de nacimiento en una epopeya que sigue conmoviéndonos.

México, Guatemala, Venezuela, Belice, Honduras, Costa Rica, Panamá, Jamaica, Haití, Santo Domingo, conocieron de la presencia física de Martí. Uruguay, Argentina y Paraguay le confiaron su representación consular en Nueva York y Uruguay, además, la de su representante en la primera conferencia monetaria internacional americana celebrada en Washington, de la que fue redactor de la declaración final. Sus crónicas y artículos se publicaban en los principales diarios y revistas del continente.

“De América soy hijo y a ella me debo”, afirmó. Y para los niños de Nuestra América escribió y publicó en Nueva York, la revista “La Edad de Oro”, en cuyos sólo cuatro números trató de mostrar a sus lectores cómo se vivía en América, y en las demás tierras, antes y entonces, y ponía al alcance de los niños, que “son la esperanza del mundo”, lo mejor de la literatura y la información actualizada del saber científico y técnico y la palabra necesaria para ser mejores seres humanos y les pedía que se reunieran una vez por semana para ver a quien podían hacerle una obra de bien todos juntos. Para enseñar deleitando, como pedían los sabios del Renacimiento, se hacía la revista, para sembrar, con cada artículo una flor de amor.

La vocación latinoamericana de Martí se expresa también en el Partido Revolucionario Cubano que funda no sólo para luchar por la independencia de Cuba, sino por la de Puerto Rico, para que las Antillas libres fueran salvaguarda de la independencia latinoamericana y contribuyeran así al equilibrio del mundo. Pues “las Antillas, que dan hijos brillantes, serán tierras gloriosas. Ya las veremos resplandecer como las griegas”, pronosticaba.

“Es cubano todo americano de Nuestra América”, escribía. Y creía, como Bolívar, en la posibilidad de un destino común para nuestras tierras.” Surgirá en el porvenir de la América, aunque no lo divisen todavía los ojos débiles, la nación latina, ya no conquistadora como Roma, sino hospitalaria”.

Nuestra América debía unirse tan fuertemente como la plata en las raíces de los Andes para enfrentar el desafío inevitable de la otra América. Para que la América latina echara a andar bien, decía, era imprescindible que echara a andar el indio.”¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó a América?” Y las soluciones a sus problemas debía buscarlas, no en la copia del extranjero, no con recetas foráneas, sino en el conocimiento profundo de la historia y la realidad propias, No es que se cierren los ojos al mundo y se viva tonto y arrogante como aldeano vanidoso, pero tampoco del calco de lo que no corresponde a lo necesario. La solución que ofrece es esta:”

Injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”. El gobernante en nuestras tierras debe ser un creador. Cuanto hombre u obra de mérito aparecía en nuestras repúblicas, contaba con la exaltación fervorosa y fraternal de Martí. Sirvió a nuestros pueblos con fidelidad y pasión.Hombre que no conoció el reposo, creía que ser culto era el único modo de ser libre. Su amor por el saber y su concepción de la vida como obra de bien, iluminaron su paso por el mundo.

Conocedor de los fundamentos del latín y el griego clásicos, diestro en lenguas europeas modernas, traductor del inglés y del francés, idiomas en los que escribía sus artículos, además del castellano, se interesó por los hombres de todas las latitudes para hallar la esencia de la especie dentro de la diversidad geográfica, lingüística, religiosa, cultural.

Estudió el pensamiento filosófico universal, fuera europeo, americano, asiático. Incursionó en la filosofía védica, en las enseñanzas budistas, en el pensamiento de Emerson. Estaba al tanto de lo que se publicaba en América y Europa, de lo que podía llegar a un hombre del occidente del planeta. Su sed de conocimientos era insaciable. “Sobre la tierra no hay más que un poder definitivo: la inteligencia humana”, pensaba.

Sintió afecto especial por Francia, desde el Víctor Hugo que marcó su adolescencia, hasta los poetas que le fueron contemporáneos y que influyeron formalmente en su estilo con el que inició en lengua española, según el crítico literario dominicano Henríquez Ureña, la corriente modernista, con su libro de versos “Ismaelillo”, dedicado a su pequeño hijo y escrito en Venezuela en 1881.Sin embargo, es en la prosa donde más está la expresión nueva que tanto admiró, y de la que se sintió deudor, el joven poeta nicaragüense Rubén Darío.

Martí nos dejó una novela, algunas obras menores de teatro, traducciones; pero su obra grande está en la poesía, en el ensayo, en el periodismo, en la oratoria, en su epistolario y en sus diarios, coleccionados en más de una veintena de volúmenes.

La educación era para él un derecho y un deber humanos.” Al venir a la tierra todo hombre tiene derecho a que se le eduque y después, en pago, contribuir a la educación de los demás”. La educación es también un permanente accionar. “La educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte”.” Una ciudad es culpable mientras toda ella no sea una escuela”, sentenciaba.

La educación debía convertir al hombre en resumen viviente de todo lo que lo ha antecedido para que pueda ser un hombre de su tiempo y de su pueblo. “La educación -decía- ha de dar los medios de resolver los problemas que la vida ha de presentar. Los grandes problemas humanos son: la conservación de la existencia.- y el logro de los medios de hacerla grata y pacífica”.Preconizaba que “estudiar las fuerzas de la naturaleza, y aprender a manejarlas, es la manera más derecha de resolver los problemas sociales”. “El hombre ignorante –añadía- no ha empezado a ser hombre”.

La poesía era para él un don muy especial, que sana y levanta.”Las manos de los poetas cierran las heridas que abre la ira de los hombres”.”De que los poetas sean oídos, y se acerquen y trabajen a la par, vendrá la paz humana”.Creía que la poesía era indispensable a los pueblos y que no era durable hasta que no fuera obra de todos, porque tan autores son de ella los que la hacen como los que la comprenden. Donde encontraba poesía mayor era “en los libros de ciencia, en la obra del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores; en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas.- y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo de cada día.”

Su amor por la creación artística lo confiesa así: “Yo amo tenazmente el arte. Hoy tenía un peso y lo he gastado en tazas del Japón...He penetrado los misterios del color, he sorprendido en la obra de mármol los secretos del cincel; una obra bella es para mí una hermana; un golpe de color, para mí una revelación clarísima de los pensamientos e ideas que agitaban el alma del pintor. He sentido dentro de mi alma frotarse algo, en el Louvre, ante los medios tintes de Murillo...He hundido tímidamente el dedo en un lienzo del mexicano Rebull para convencerme de si aquel acerado azul era lienzo o nube”.

Pero la expresión más alta la encontraba en la música, “la más bella forma de lo bello”, porque “la música es el hombre escapado de sí mismo...es la armonía necesaria, anuncio de la armonía constante y venidera”. Aunque concluía que “poetas, músicos y pintores, son esencia igual en formas distintas” En definitiva “ arte es huir de lo mezquino y afirmarse en lo grande”. Estaba convencido que la cultura alcanzada por cualquiera era gracias a la patria que se la había dado y a la humanidad a quien heredamos.

Divulgador ferviente del conocimiento científico y técnico de su época, nos explicará, paso a paso, como se construyó el puente colgante de Brooklyn, y como se ensambló la estatua de la libertad que Francia, en el centenario de su revolución, le regaló a los Estados Unidos, o como se levantó, en ese mismo año del centenario, la torre Eiffel, para la exposición universal de París. A los niños les explicará el proceso industrial para hacer cubiertos de mesa y hablará de las razas de ganado y de los cultivos de cereales, de las locomotoras y máquinas de vapor, y de la electricidad y de todo lo que la capacidad creadora del hombre es capaz de hacer. Lo que no olvidará nunca son los principios éticos que deben regir todo el saber humano. Así, se pregunta, ¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?” Y dice que los libros han de servir para cerrar las heridas que las armas abren.

“Es hora ya –escribe- de que las fuerzas de construcción venzan en la colosal batalla humana a las fuerzas de destrucción. La guerra, que era antes el primero de los recursos, es ya hoy el último de ellos: mañana será un crimen”.
Su concepción sobre la identidad superior del ser humano podría resumirse en estas palabras suyas:” Razas, lenguas, historia, religiones, todo eso son vestiduras de quitaipón, debajo de las cuales surge, envolviéndolas y dominándolas, la esencial e invariable naturaleza humana”.

Su misión en el mundo la definió así: “A servir modestamente a los hombres me preparo; a andar con el libro al hombro, por los caminos de la vida nueva; a auxiliar, como soldado humilde, todo brioso y honrado propósito: y a morir de la mano de la libertad, pobre y fieramente”. He procurado, en insuficiente síntesis, intentar una mirada a la vida y pensamiento de José Martí a sabiendas de lo imposible del propósito, con la esperanza de que sirva como invitación a volver los ojos a obra que hoy resulta antecedente indispensable y visión de innegable valor contemporáneo en nuestro continente y el mundo.

De la intertextualidad me he valido como método expositivo, procurando que sus palabras pudieran llegar al lector sin cambios ni interpretaciones.
La profunda religiosidad ecuménicamente abarcadora y a la vez sintética de José Martí, que nos dice que el hombre es el universo unificado, se conjuga sin dificultad con su condición de patriota y revolucionario antiimperialista, de luchador por los derechos del hombre y la justicia social, por un mundo de prosperidad y fraternidad en el que terminadas las labores del día, los hombres no se distingan entre sí más que por el fuego en el corazón y el número de estrellas que lleven en la frente.

Su sentido de la vida rebasa al individuo aislado, porque el hombre es obra y parte de sus semejantes como ya lo había visto el griego Aristóteles.”La sociabilidad es una ley, y de ella nace esta otra hermosa de la concordia”.
La clave está en darse a los demás para multiplicarse en ellos, y trabajar juntos para ascender, al menos, un peldaño más en la luz de los tiempos, recordando que “sobre las manos enlazadas de los hombres se levanta el mundo.”
Fuente: CUBARTE

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