martes 23 de enero de 2007 6:00:00
Emilio Ichikawa Morín, Homestead
El 21 de noviembre de 2006 apareció en el periódico El Nuevo Herald un artículo de Carlos Ripoll titulado Martí en The New York Times, donde fechaba dos eventos simbólicamente importantes para la historiografía cubana:
1) La primera mención a José Martí en The New York Times se habría hecho el 7 de marzo de 1892, a propósito de un acto por la libertad de Cuba celebrado en el Military Hall, de Bowery.
2) El dibujo "más antiguo" de José Martí en la prensa de Nueva York (en general) apareció en el periódico The New York Times el 15 de abril de 1893, ilustrando una reseña sobre actos por la libertad de Cuba realizados en varias ciudades.
Unos días después, en el mismo periódico, el profesor Lisandro Pérez respondía a Ripoll con unas precisiones contenidas en su artículo Martí en la prensa de Nueva York:
1) La primera mención a Martí en The New York Times no es la que señala Ripoll, sino la aparecida el 11 de octubre de 1891 (p. 4) en una nota acerca de un evento en el Hardman Hall conmemorando el Grito de Yara y que había presidido el propio Martí.
2-El dibujo más antiguo conocido de José Martí en la prensa neoyorquina apareció en verdad el 13 de septiembre de 1891 en The New York Herald, es decir, no en la fecha ni en el periódico que señala Ripoll.
'Soul' y 'fast'
Más allá de las precisiones realizadas, este diálogo historiográfico (el tono amabilísimo del profesor Pérez impide hablar de polémica) deja ver dos cuestiones importantes:
a) Existen por lo menos dos estilos en la investigación martiana. Un estilo romántico, mimético, donde el historiador adopta una personalidad apostólica plagada de moralismo y espíritu redentor presumible en el mismo Martí, y otra más sencilla, modesta (acaso más martiana en algún sentido), donde el investigador trata de ceñirse a la verdad. Carlos Ripoll trabaja en el primer estilo, sin dejar de amonestar y hasta silenciar a otros colegas que no concuerdan con sus puntos de vista, incluso con su moral. Lisandro Pérez trabaja en el segundo, un poco más desapasionado, es cierto, pero no intimidante.
b) Los resultados vertidos en esos sendos artículos han aprovechado circunstancias tecnológicas distintas que, consecuentemente, tienen que ver con los estilos diferenciados anteriormente. Ripoll tiene el mérito de la soul research, la virtud de haber dedicado una vida entera a una devota aprehensión de Martí papelito a papelito, página a página, imagen a imagen.
El profesor Pérez, en cambio, pertenece ya a la cultura del fast research (encontró sus datos en la edición digitalizada de The New York Times, 1851-presente), donde el mérito radica en la eficiencia y en una velocidad intelectual que, por ser tan alta, extiende las distancias hasta el umbral del desapasionamiento.
Nota: Averiguaciones posteriores indican que la dicotomía metodológica no es exacta. Ni Ripoll ha sido ajeno a la investigación electrónica, ni el profesor Pérez al arduo camino de la página tras la página. Por si un dato faltara, este último dedicó todo un año a husmear en los archivos de varias instituciones neoyorquinas con información sobre el exilio cubano en esa ciudad en el siglo XIX.
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