lunes, 15 de enero de 2007

Si Martí viviera.¡Otro gallo cantaría!

Diario Las Americas
Publicado el 01-13-2007
Por Armando Pérez Roura

En el destierro hemos tomado el mes de enero para reverenciar al Apóstol de nuestras Independencias José Martí. Cada vez que hablamos de José Martí tenemos que recordar que solamente vivió 42 años, y fue a Dos Ríos para con su sangre demostrar que su prédica merecía ese sacrificio. Ni eso le perdonaron al grande de nuestra patria aquellos que sabían que Martí no era solamente para los cubanos, sino para los jóvenes de todo el mundo.

Por ejemplo Rubén Darío jamás le perdonó a Martí su inmolación en Dos Ríos. “Si no hubiera muerto” habría sido, sin duda, uno de los más grandes filósofos de la humanidad. Lo hemos afirmado muchas veces rindiéndole el merecido tributo al Apóstol de nuestra Independencia. Conoce todas las doctrinas filosóficas. José Marti tuvo en su corta existencia un profundo conocimiento del saber, y supo que en el Lilinda Pahna se habla de las cosas del alma, antes que el mismo Platón las expusiera.

El insigne historiador Roberto Agramonte en su obra “Martí y su Concepción del Mundo” nos muestra como el Apóstol comprendió a Sócrates y le sobrecoge su ética. Interpreta a Aristóteles con menos fervor que a Platón. Y es lógico: el estagirita lo explica todo a través de la materia y la forma, en tanto que Platón se hunde en las insondables manifestaciones del alma. Era tal su simpatía por el filósofo idealista, que, en cierta ocasión, en un estudio sobre Olegario Andrade, escribió: “Platón es el anciano que se sienta a ver hervir los mares, desde las rocas de Egina, y a coloquiar con el espacio vasto, como un natural amigo y a vislumbrar en los lejanos siglos, surgiendo como entre colosales brumas tibias, la Atlántida fragante”.

José Martí era espiritual, metafísico, místico. Siempre creyó en el hombre y en la bondad humana y siempre tuvo fe en sus semejantes, y siempre confió en el destino superior de Cuba. De Marco Aurelio dijo: “Era manso, profundo, amante, justo, firme, grandioso. Envuelto en la aurora de la religión nueva, y cumpliendo serenamente deberes que le amargan”.

No pasa por alto a un solo gigante del pensamiento antiguo; y por los de la edad media, llega a recomendarle a la Biblioteca Nacional de Caracas que busquen y obtengan libros de Teología y Literatura, sobre todo de San Agustín, de los que aquella benemérita institución carecía. Elogia a Abelardo, por el escolasticismo que creo como única forma libre de pensamiento en aquella edad oscura.

Tiene un dominio absoluto de la Filosofía. Un poeta tan idiomático, tan musical, tan profético, tan filantrópico, tan débil a las mujeres, tan tierno a los niños, tan fuerte y animoso a los hombres, y tan colérico y digno ante los verdugos, no podía pasar por alto el pensamiento culto y científico del Renacimiento, del racionalismo, del empirismo. Bacon, Montaigne, Descartes, Leibniz, La Bruyere, La Rochefoucauld, y los empiristas Locke, Hume, y Berkeley. Los enciclopedistas. Diderot, queriendo ahorcar reyes con tripas de curas, Voltaire, agradeciendo a los carceleros de la Bastilla la ración que se le daba, pero reprochándoles el alojamiento forzado… José Marti los conocía a todos profundamente.

¿En qué tiempo este hombre, a todas vistas anormal -como anormales fueron todos los genios y padres de la humanidad que en el mundo han sido- se pudo hacer de tal cúmulo de conocimientos? Eso es un misterio que ninguno de sus biógrafos ni apologistas ha podido descifrar. En Nueva York ya se conocía que dominaba bastante el alemán.

Como ya dijimos y todo el mundo sabe, Martí era idealista, espiritualista, místico. Martí creía en Dios. Pero, veamos como era su creencia en Dios. En un fragmento de una carta enviada a su amigo don Manuel Mercado, dice el Apóstol: “Por creencia o por miedo de comercio quería el editor que yo hablase “del temor de Dios” y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuviera en todos los artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así, en tierras tan trabajadas por la intransigencia religiosa como las nuestras? Ni ofender de propósito el credo dominante, porque fuera abuso de confianza y falta de educación, ni propagar de propósito un credo exclusivo”.

En esta carta se refería el Apóstol al señor de Costa Gómez, editor de La Edad de Oro, que era hebreo, y, por el dogmatismo de su religión de un Dios de Ira, y al que hay que temer, entró en conflicto con el dulce escritor de niños. La situación concluyó en una frase que enviara a Mercado en otra carta: “Es la primera vez, a pesar de lo penoso de mi vida, que abandono lo que de veras emprendo”. Aunque sé que todos conocen su convicción en la existencia del alma y de su inmortalidad, no está de mas señalar una expresión que fijó en su El Presidio Político en Cuba: “el que vive para Dios, en otros mundos tendrá verdadera gloria”

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