jueves, 25 de enero de 2007

Un tunero fue el primer editor de Martí.

Por Juan Morales Agüero

En la historia del periodismo y la literatura cubanos existe un hecho que vincula a nuestra provincia con José Martí. A pesar de no ser lo suficientemente conocido, entraña per se un extraordinario significado, pues establece nexos nada menos que con el debut del autor de La Edad de Oro en el universo de la letra de molde.

Los tuneros trabamos conocimiento con esa buena nueva a través de un material periodístico que el diario 26 insertó en sus páginas el día 27 de agosto de 1981 bajo la firma de Carlos Tamayo. Dice así el trabajo en su parte de mayor impacto: “todo parece indicar que Manuel Nápoles Fajardo fue el primer editor de José Martí”.

Como el lector probablemente sabe, Manuel Nápoles Fajardo era hermano de Juan Cristóbal, El Cucalambé, el más eximio poeta bucólico cubano del siglo XIX. Manuel fue autor del primer libro tunero, Flores del alma, publicado en 1860, y solía firmar sus trabajos con el seudónimo de Sanlope, anagrama de su apellido Nápoles.

En el artículo de referencias, Tamayo se remite al testimonio del investigador Camilo Domenech, quien, al revisar el número correspondiente al domingo 26 de abril de 1868 del periódico El Álbum, publicado por entonces en la capitalina Guanabacoa, se llevó una gran sorpresa, pues en el ejemplar aparece, según afirma Domenech, “lo que sin dudas constituye el primer trabajo de Martí en letra impresa”.

Al divulgar después su hallazgo, Domenech precisa que El Álbum era por aquella época un semanario fundado y dirigido por Manuel Nápoles Fajardo, quien lo editaba en una imprenta de la calle Nazaret 16, en la bien llamada Villa de Pepe Antonio, donde residía a la sazón el bardo tunero. Y dice sobre el texto fundacional rubricado por Martí con solo 15 años de edad: “(…) Se trata de un poema dedicado a Micaela Nin, la dama guanabacoense, esposa de Mendive, con motivo del fallecimiento del primogénito de ambos, ocurrido en febrero de ese año”.

No es de extrañar que la primera incursión del más universal de todos los cubanos por los predios de la literatura impresa haya tenido como tema a la familia de José María Mendive, su maestro en el colegio San Pablo, de quien recibió siempre aprecio y apoyo para continuar sus estudios interrumpidos por apuros económicos. El deceso del pequeño Miguel Ángel le inspiró el ya citado poema, estructurado en cuatro partes, y que el joven Martí tituló A Micaela. Su primeros versos dicen:

“Cuando en la noche del duelo / Llora el alma sus pesares, / Y lamenta su desgracia, / Y conduele sus afanes, / Tristes lágrimas se escapan / Como perlas de los mares; / Y por eso, Micaela, / Triste lloras, sin que nadie / Tu dolor consolar pueda / Y tus sollozos acalle; / Y por eso, Micaela, / Triste en tu dolor de madre, / Lloras siempre, siempre gimes / La muerte de Miguel Ángel.”

Martí concluye su poema a la atribulada madre de la siguiente manera: “Pero, ¿no ves, Micaela, / Esa nube y esos ángeles? / ¡Mira! ¿No ves cómo suben? / ¿Los ves? ¿Los ves? ¡Triste madre, / Ya se llevan a tu hijo, / De tus delirios la imagen, / El alma de tus amores, / La noche de tus afanes, / Pura gota de rocío / Linda perla de los mares!... / ¡Llora, llora, Micaela, / Porque se fue Miguel Ángel!”

Carlos Tamayo ha comentado el hallazgo así: “mientras no exista prueba en contra, el tunero Manuel Nápoles Fajardo fue el primer editor que tuvo José Martí”.

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