lunes, 29 de enero de 2007

El crecimiento espiritual de José Martí.

Por Lydia Esther Ochoa Peña

Holguín. Cuba.-El hombre que creyó en el mejoramiento humano, en la vida futura y en la utilidad de la virtud, José Martí, nació el 28 de Enero de 1853. Cuando niño se estremeció al ver a un esclavo muerto en el monte por la crueldad del amo, y juró lavar con su sangre el crimen, al tiempo que crecía espiritualmente.

También creció al sentir en sus tobillos el grillete de presidiario siendo apenas un adolescente, el mismo adolescente que había escrito antes el poema dramático Abdala cuando tenía 15 años de edad. El héroe de la obra exclama en los últimos instante de su vida como una premonición ¡Oh, qué dulce es morir cuando se muere/ Luchando audaz por defender la patria!

José Martí describió los horrores de la cárcel en El Presidio Político en Cuba, que fue publicado en España, donde se encontraba desterrado después de su confinamiento... "Era el 5 de abril de 1870.

Meses hacía que había yo cumplido diez y siete años". El inicio del relato es impactante: "el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás".

Ciertamente le dejó hondas huellas pero lejos de matar la inteligencia de Martí determinó el rumbo de su vida, su consagración a la Patria, el crecimiento espiritual del hombre. Aunque en las canteras de San Lázaro junto a los demás presidiarios realizó trabajos forzados, tuvo la entereza de dedicarle a su progenitora Doña Leonor Pérez la hermosa poesía "Mi madre".

"Mírame, madre, y por tu amor/ no llores: Si esclavo de mi edad y mis/doctrinas./ Tu mártir corazón llené de espinas,/ Piensa que nacen entre/espinas flores". Fue escrita el 28 de agosto de 1870, cuando Martí tenía 17 años de edad.

Con la madre también dialoga en Yugo y Estrella, poesía perteneciente a Versos Libres, obra escrita en 1882. El camino que seguirá José Martí se vislumbra en los versos finales: "Dame el yugo, oh mi madre, de manera/Que puesto en él de pie, luzca en mi frente/ Mejor la estrella que ilumina y mata". Para entonces el crecimiento espiritual del cubano llega a dimensiones enaltecedoras.

Aunque consagra toda su energía y talento a la libertad de la Patria, Doña Leonor no se aparta de su existencia y días antes de su desembarco en Cuba, junto a Máximo Gómez, para convertirse en un soldado más de la Guerra Necesaria, organizada y preparada por el propio Martí, el 25 de marzo de 1895, escribió una carta a la madre, fechada en Montecristi, Santo Domingo.

En la carta le confiesa que siempre está pensando en ella y aunque: "usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida", éste es expresión de sus enseñanzas. "El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre".

Es que Martí no puede separar ambos amores, el que siente por la Patria y el que siente por la Madre y siempre trató de hacerle comprender a Doña Leonor la necesidad de su lucha. La carta finaliza con unas frases que definen la grandeza espiritual del hombre que al morir no tuvo miedo y se hizo maestro para hacerse creador: "jamás saldrá de mí corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición".

Radio Angulo Digital/Domingo 28/01/07

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