Autor: Por Pedro Rioseco
24 de Febrero de 2022
El 29 de enero de 1895 José Martí firma la orden de alzamiento para el reinicio de la guerra de independencia en Cuba, y cumpliendo las instrucciones del Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC), su representante en la Isla, Juan Gualberto Gómez, fija el 24 de febrero para comenzarla.
Aunque en Occidente y Centro el plan de alzamiento no funcionó a cabalidad, en el Oriente fue exitoso. El 22 de febrero Guillermón Moncada recibe la orden por telegrama y da aviso a los otros jefes del territorio. Parte de Santiago de Cuba, con dirección a Alto Songo, donde finalmente se unió a la lucha. Alfonso Goulet se alzó en El Cobre y Victoriano Garzón en El Caney. También se unen a la guerra las zonas de Ti Arriba, Palma Soriano y Mayarí.
Ese mismo día 24 de febrero comenzó la lucha en lo que hoy son las provincias de Guantánamo, Granma y Holguín. El día 25, todas las fuerzas alzadas se reúnen en Baire y, en asamblea de jefes y oficiales, nombran cargos provisionales y se organizan por territorios para la guerra.
Menos de dos meses después, el 11 de abril de 1895, cerca de las diez y treinta minutos de la noche, el Delegado José Martí arriba a costas cubanas por la Playita, tres kilómetros al este del poblado de Cajobabo, en el actual municipio Imías, en la costa sur caribeña de la provincia de Guantánamo.
Por ese agreste lugar en una noche lluviosa se produjo el desembarco de Martí para incorporarse a la que llamó la Guerra Necesaria, acompañado del mayor general Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador, y los generales Francisco Borrero y Ángel Guerra, el coronel Marcos del Rosario y el capitán César Salas.
Las causas que determinaron el reinicio de la guerra, dando continuidad a la epopeya de los 10 años entre 1868 y 1878, frustrada por la desunión de los encargados de dirigirla, fueron la necesidad de lograr la independencia de la Isla del colonialismo español eliminando sus gobiernos tiránicos y militaristas.
Los cubanos en esa época carecían totalmente de derechos políticos, incluso a ocupar cargos en el gobierno, y comenzaron a aparecer partidos políticos que se oponían a la independencia de Cuba, lo cual obligaba a acelerar los preparativos de la guerra en momentos en que España había perdido su control económico y aumentaba su política represiva.
En el plano social comenzaba la aparición de nuevas clases y sectores sociales: obreros y colonos, unido a la agudización de todos los males sociales y de la crisis en la economía cubana, el incremento de la política española de altos impuestos y la conversión de Estados Unidos en la metrópoli económica.
El surgimiento de un líder fuerte como José Martí, capaz de lograr la unificación de la emigración y su apoyo financiero para una nueva guerra de independencia, ligado a la creación de una fuerza dirigente organizada como el Partido Revolucionario Cubano, “la organización militar de la emigración”, y medios de prensa como el periódico Patria, fueron determinantes en la nueva conciencia de las masas y la vigencia del ideal independentista.
El 14 de marzo de 1892, el periódico Patria reproducía las Bases del Partido Revolucionario Cubano, donde en los nueve artículos del documento se llamaba a ordenar una guerra generosa y breve, a fundar una nación por una guerra de espíritu y métodos republicanos, a abrir recursos para la guerra, así como realizar todo cuanto contribuyera a su éxito.
En el artículo Nuestras ideas de esa misma edición se precisaba que “la guerra es un procedimiento político, y este procedimiento de la guerra es conveniente en Cuba” por múltiples razones que la hacían el único medio al que podían apelar los cubanos para alcanzar la independencia, pues España había cerrado cualquier otro modo.
La nueva organización no se proponía sólo poner fin al colonialismo hispano, sino “defender, en la Patria redimida, la política popular”; se trataba de llevar a cabo una contienda que hiciera posible “completar una Revolución. Mediante el enfrentamiento bélico se alcanzaría la independencia, y esta haría posible la fundación de una República nueva, “con todos y para el bien de todos”.
Martí dispuso una consulta de hondo significado político: la elección del General en Jefe del Ejército Libertador, que debía reorganizarse, pues sus jefes, oficiales y soldados permanecían a la espera, desmovilizados, pero no desmoralizados. Como Delegado del PRC, Martí consultó “a todos los militares graduados en la guerra de Cuba”, quienes con su voto secreto expresaron la aceptación de un mando no impuesto sino elegido por decisión mayoritaria, lo cual obligaría al acatamiento de la disciplina y la autoridad que merecía la dignidad del alto cargo de dirección. El 18 de agosto ya había sido elegido el mayor general Máximo Gómez casi por unanimidad y quedaban atrás los desacuerdos.
Martí y Gómez compartirían luego de su encuentro el 11 de septiembre de 1892 en la finca La Reforma de Montecristi, la preparación de la guerra. Fueron más de dos años en los que se compenetraron, intercambiando experiencias e ideas, anhelos y angustias. Semillas que fructificaron el 24 de febrero de 1895.
Tomado de: Contraloría General
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