Por Jorge Wejebe Cobo / ACN
24 Febrero 2022
Enero de 1895 le trajo un golpe demoledor a José Martí, cuando el espionaje español coaligado con la policía estadounidense ocuparon el 12 de ese mes el cargamento de armas, junto a varios barcos en el Puerto de la Fernandina, en la Florida, destinados a llevar a la mayor de las Antillas las expediciones para iniciar la Guerra Necesaria, con lo cual se perdieron más de dos años de ingente preparación, dirigida por el Apóstol en el acopio de toneladas de municiones y suministros de armas.
La noticia fue reproducida en España como el golpe definitivo a los planes de los patriotas, y en La Habana los círculos integristas festejaron por todo lo alto la buena nueva y desarrollaron una campaña con la información de que las autoridades estadounidenses cooperaron con el espionaje hispano en la ocupación de barcos y pertrechos militares, pero el jolgorio no les duraría mucho.
Recogen testigos presenciales que Martí se mostró muy apesadumbrado al conocer la noticia y reiteraba que no había sido su culpa. Posteriormente se conocería que el coronel López Queralta, involucrado en los preparativos, tuvo un desliz y divulgó el secreto que llegó al espionaje colonialista y a las autoridades estadounidenses.
No obstante, los acontecimientos tendrían consecuencias muy diferentes a los esperados por Madrid, ya que la gran magnitud de los medios incautados y la participación de centenares de patriotas en los planes de las expediciones levantó el entusiasmo y demostró a los cubanos que el camino trazado por Martí para la nueva contienda, con la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), era el único camino posible para lograr la independencia.
El Maestro supo aquilatar la situación y ratificó la decisión de seguir con los planes insurreccionales, y concibió que aun en esas difíciles circunstancias materiales los máximos líderes revolucionarios debían llegar a la Isla a como diera lugar y firmó la orden de alzamiento el 29 de enero, en Nueva York, como delegado del PRC, junto a Enrique Collazo y Mayía Rodríguez.
Utilizó un fino papel para escribir el documento que fue envuelto en un tabaco de igual configuración que los producidos en la época y se le encargó al cubano Blas Fernández O’Hallorans, propietario de una fábrica en Tampa, torcer personalmente cinco puros iguales, pero el que contenía el mensaje fue identificado por dos manchas amarillas en su capa superior.
El tabaco marcado iría junto al resto en el bolsillo del conspirador Miguel Ángel Duque De Estrada para ser entregado en La Habana a Juan Gualberto Gómez, con el fin de que este hiciera llegar la orden de alzamiento a los jefes conspiradores, en otras regiones.
En la ordenanza enviada se dejaba claro que “[…] autoriza el alzamiento simultáneo […] de las regiones comprometidas […] durante la segunda quincena —y no antes— del mes de febrero”.
Se insistía en que se “[…] considera peligroso y de ningún modo recomendable todo alzamiento en Occidente, que no lo efectúen a la vez que los de Oriente […]”, teniendo en cuenta las características del movimiento revolucionario en esas zonas, y se reafirma la voluntad de la emigración de aportar “[…] los valiosos recursos ya adquiridos y la ayuda continua, incansable del exterior […] en la certidumbre de que la emigración entusiasta y compacta tiene hoy la voluntad y capacidad de contribuir a que la guerra sea activa y breve”.
Juan Gualberto escogió la fecha del 24 de febrero para aprovechar los festejos de los carnavales en La Habana, con el fin de que no levantara mucha curiosidad el traslado y la reunión de los mambises, y envió emisarios al interior del país con la propuesta para ponerse de acuerdo con los jefes de los grupos de conspiradores.
Los orientales aceptaron la fecha, mientras los camagüeyanos secundaron el alzamiento posteriormente al igual que los villareños.
En la región occidental el espionaje ibérico penetró los preparativos e inexplicablemente el general Julio Sanguily, jefe de la insurrección en La Habana, fue detenido fácilmente en su domicilio.
Mientras, Juan Gualberto Gómez acudió al poblado de Ibarra, Matanzas, lugar escogido para el pronunciamiento pero fue detenido junto a otros complotados por las fuerzas españolas que cercaron el lugar con lo que se frustró el estallido revolucionario en el occidente.
En la región oriental el 24 de febrero hubo el alzamiento de fuerzas dirigidas por Guillermón Moncada, Bartolomé Masó, Quintín Bandera, Pedro (Periquito) Pérez y otros patriotas en Holguín y después de múltiples vicisitudes el primero de abril arribaron por Duaba, en las costas guantanameras, Antonio Maceo, su hermano José, junto a Flor Crombet; mientras Martí y Gómez, en unión de otros patriotas llegarían a la misma región por Playitas de Cajobabo el 11 de abril.
Así se inició la última etapa de la lucha anticolonial en Cuba, que otras generaciones de revolucionarios continuaron en la seudorrepública, hasta el definitivo triunfo del primero de enero de 1959, que hizo realidad la patria como la concibió Martí, caído muy al principio de la guerra que sería frustrada por la intervención estadounidense en 1898.
Tomado de: Adelante
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