domingo, 6 de febrero de 2022

La RD vista por José Martí

Por JORGE ZORRILLA OZUNA
Fecha: 29/01/2022

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El autor es mayor general retirado del Ejército Nacional. Reside en Santo Domingo.

Muchas han sido las figuras internacionales que han pasado a lo largo de la historia por nuestra querida patria. De diversas maneras han dejado plasmadas sus impresiones sobre las características más sobresalientes de su naturaleza, su geografía, su cultura y sobre todo la alegría y solidaridad de su gente. Uno de ellos, sin embargo, dejó marcado a fuego su paso por nuestro territorio: el que ha sido llamado tan justamente Apóstol de la independencia de Cuba.

Se cumple hoy el aniversario 169 del natalicio de José Martí, ese hombre inmortal al que nos referimos. Fue Martí una de las personalidades a quienes más impactó el conocimiento de la historia de la República Dominicana. El historiador Emilio Rodríguez Demorizi, en su imprescindible libro Martí en Santo Domingo, no deja lugar a dudas al respecto. Desde antes de pisar por primera vez el suelo dominicano, ya Martí había escrito páginas imperecederas donde ponderaba diversos aspectos de nuestra historia, de nuestra vida nacional, de nuestros prohombres, de nuestra literatura.

Su conocimiento de la novela Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván, lo hizo escribirle de inmediato a su autor, aún cuando nunca antes habían tenido relación. Martí confiesa el impacto que le produjo la obra, el carácter del bravo cacique trazado por la pluma del escritor dominicano, y diversos expertos han planteado que fue justamente esta obra la que marcó un antes y un después en los análisis martianos sobre el mundo americano precolombino. En septiembre de 1892, cuando visitó por primera vez nuestro país y convivió por pocos días en la capital de la república, tuvo oportunidad de conocer y saludar a Galván, quien al percatarse de que el gran escritor y patriota cubano entraba cabalgando a Santo Domingo, expresó: “He aquí lo que ha estado faltando en América hasta hoy: el pensamiento a caballo”.

Una carta que le escribió el poeta dominicano José Joaquín Pérez motivaría su artículo Maestros ambulantes, que ha pasado a la historia como el escrito fundamental donde el Maestro que también fue este gran pensador americano dejaría plasmado su ideario pedagógico.

Tres veces visitó el Apóstol a la República Dominicana. Y cada vez se sintió más a gusto entre nuestros compatriotas. La primera y la tercera visitas, en 1892 y en 1895, fueron las más extensas y provechosas. La segunda, ocurrida en 1893, fue apenas una visita de consulta al general Máximo Gómez, que ya había sido elegido General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba para la Guerra Necesaria (1895-1898) cuyo principal líder político era el propio Martí.

En el primero de esos viajes, describió en su Diario muchas de esas impresiones a las que nos hemos referido. Desde las características de nuestra naturaleza, pasando por las tradiciones culturales de los pueblos que visitó, hasta la forma de hablar de nuestros campesinos. Y en ese primer viaje pudo abrazar a su gran amigo Federico Henríquez y Carvajal, quien lo acompañaría a ver los restos del Gran Almirante en la Catedral Primada de América, y organizaría para él una recepción en la Sociedad de Amigos.

Sobre Luperón tuvo frases elogiosas cargadas de profunda admiración por la vida y las luchas del prócer restaurador, y también de agradecimiento por la manera solidaria con que Luperón ordenó realizar honras fúnebres en la iglesia de Puerto Plata para honrar la memoria del bravo general cubano Ignacio Agramonte, caído en el combate de Jimaguayú, en el Camagüey, el 11 de mayo de 1873.

Sobre Máximo Gómez ya es de conocimiento general el gran respeto y consideración que sintió por el genial estratega banilejo, al punto de entregarle el mando del ejército que combatiría a España en suelo cubano.

Pero pocas letras revelan con tanta claridad su amor sincero por nuestra adorada patria, como las que le escribe a Federico Henríquez y Carvajal desde Montecristi, el 25 de marzo de 1895, ya con un pie en el estribo para irse a la guerra donde abría de caer frente a las balas españolas como él mismo predijo: De cara al sol: “De Santo Domingo ¿por qué le he de hablar? ¿Es eso cosa distinta de Cuba? ¿Vd. no es cubano, y hay quien lo sea mejor que Vd.? ¿Y Gómez, no es cubano? ¿Y yo? ¿Qué soy, y quién me fija suelo? ¿No fue mía, y orgullo mío, el alma que me envolvió, y alrededor mío palpitó, a la voz de Vd., en la noche inolvidable y viril de la Sociedad de Amigos? Esto es aquello, y va con aquello. Yo obedezco, y aun diré que acato como superior dispensación, y como ley americana, la necesidad feliz de partir, al amparo de Santo Domingo, para la guerra de libertad de Cuba. Hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino. (…) Levante bien la voz: que si caigo, será también por la independencia de su patria.

jpm-am

Tomado de: Al Momento

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