Autor: Pedro de la Hoz
pedro@granma.cu
31 de enero de 2022 23:01:40
El relato televisual nunca dejó de mostrar lo que en esencia es Los zapaticos de rosa en términos escénicos: teatro por sobre todas las cosas, pero fue más allá del mero teatro filmado mediante una filmación que atrapó gestos, colores y atmósferas en una muy cuidadosa edición. Martí para todas las edades, legado para todos los tiempos
Escena de Los zapaticos de rosa - Foto: Almaguer, Sonia
Si en una columna anterior comenté acerca de la deuda que la TV Cubana tenía con la difusión masiva del teatro cubano, en esta ocasión siento la obligación de llamar la atención sobre un hecho que apunta a una de las maneras posibles de saldar el débito: la puesta en pantalla de Los zapaticos de rosa, por Teatro de las Estaciones.
La salida al aire coincidió con la conmemoración del aniversario 169 del nacimiento de José Martí, y permitió a una vasta audiencia entrar en contacto con un montaje ejemplar que recrea el poema publicado en 1889 en el tercer número de la revista La Edad de Oro, dedicada a niños y jóvenes, para que al crecer –aspiración martiana– fuesen «hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien, hombres elocuentes y sinceros».
De Los zapaticos de rosa, texto que dialoga en aquella magnífica entrega con una deslumbrante crónica (La Exposición de París), un cuento aleccionador (El camarón encantado) y una vindicadora estampa histórica (El Padre Las Casas), la poeta y ensayista Fina García Marruz ha dicho: «Martí no le trasmite al niño conclusiones sino solo a modo de comentarios en torno a un cuento o lecciones que se desprenden naturalmente de él: estas deducciones las podría haber hecho su lector, y el lenguaje en que él se las comunica está también robado a su razonamiento infantil».
En efecto, la narración en versos limpios, transparentes, de imágenes precisas que se deslizan a lo largo de las cuartetas de la composición, apelan a la razón emocional para incidir en la construcción de un paradigma ético no impuesto, sino sensiblemente sugerido.
Proponer una lectura escénica fiel al texto martiano, en intención y carácter, y al mismo tiempo visual y literariamente enriquecedora, fue hazaña cumplida por el teatrista Rubén Darío Salazar y el diseñador Zenén Calero, desde que en 2007 incluyeron la pieza en el repertorio del colectivo matancero fundado y desarrollado por ellos.
A lo largo de más de una década, la obra, premiada por sus colegas y la crítica, ha confirmado sus aciertos sobre las tablas; de modo que la TV cubana encontró una sólida base para su traslación al medio a partir de la iniciativa de los creadores y el interés del Consejo Nacional de las Artes Escénicas y la estructura provincial yumurina, conjunción de factores que no se debe perder de vista.
Como tampoco se puede obviar la capacidad de Salazar y Calero para aglutinar talentos a fin de tocar puerto seguro con este poema dramático musical para figuras (muñecos), dos damas y dos caballeros: la música por cuenta de la maestra Elvia Santiago, los movimientos coreográficos por Liliam Padrón, la presencia de Carlos Pérez Peña y la voz de la soprano Bárbara Llanes.
El relato televisual nunca dejó de mostrar lo que en esencia es Los zapaticos de rosa en términos escénicos: teatro por sobre todas las cosas, pero fue más allá del mero teatro filmado mediante una filmación que atrapó gestos, colores y atmósferas en una muy cuidadosa edición. Martí para todas las edades, legado para todos los tiempos.
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