martes, 1 de febrero de 2022

Martí, un misterio por develar (Podcast)

Sealy Gardón Pantoja
26 enero, 2022

El aniversario 169 del natalicio de José Martí, la vigencia de su pensamiento y lo que aún está por descubrirse de él, se convierten en excusas perfectas para que Pedro Pablo Rodríguez, líder de las Ediciones Críticas de las Obras Completas de José Martí, converse con nosotros desde la cabina de Podcast Reloj

Ampliar imagen
Pedro Pablo Rodríguez nos acerca a la vida del Apóstol - Foto: Julio Lago

La Habana, Cuba. – Radio Reloj se prestigia con la presencia del profesor Pedro Pablo Rodríguez, Jefe del equipo de la edición crítica de las Obras Completas de José Martí, con quien conversamos en ocasión del Aniversario 169 del Natalicio del Apóstol. Para ello, lo más prudente es hablar de su vigencia, de su permanencia en el tiempo, la permanencia de un hombre que habló con tanta claridad de la muerte y que dijo que los patriotas y los hombres que mueren por su Patria vienen siendo abono para esta tierra, y eso ha venido a ser Martí.

Efectivamente, yo creo que una de las cosas más comunes que comparten la mayoría de los estudiosos de Martí, incluidos muchos extranjeros es su vigencia. Es un caso hasta un poco sorprendente, porque fue un hombre tan anclado en su tiempo, tan conocedor de los grandes problemas de su tiempo y cuyo programa y proyecto revolucionarios para Cuba supo condicionar a esa época histórica que le tocó vivir. ¿Por qué se produce esto? Pues por varias razones. Quizás la primera es esa conciencia que tuvo Martí y voy a usar una frase que repitió varias veces de distintas maneras: Para ser un hombre de todos los tiempos primero hay que ser un hombre de su tiempo. Y en segundo lugar, porque Martí fue un hombre que no tuvo límites en su pensar. Fue una persona de una mente tan abierta, tan capaz de asumir las más diversas culturas y a la vez tan interesado en conocer la intimidad del individuo. Martí fue un conocedor profundo del alma humana. Y hay otro elemento importantísimo que es la ética totalmente humanista, en la que el ser humano tenía su centro. El humanismo martiano es un humanismo en función de alcanzar la justicia. La justicia para Martí era un fin permanente.

Las distintas generaciones de cubanos nacidos después de su muerte hemos asumido siempre a Martí como un guía que nos hace movernos hacia el bien; y no es estar bien uno mismo, sino servir, ayudar a mejorar la vida de las personas, ayudar a entendernos mejor, a comprendernos mejor, a colaborar entre nosotros. A eso Martí dedicó justamente su vida: a colaborar; decimos siempre para la independencia de Cuba, lo cual es cierto, pero no solo para eso. Martí colaboraba para levantar al ser humano. Recordemos alguno de sus versos cuando dice: Nos condenan juntos o nos salvamos los dos. Es porque para él inclusive el arte es una forma de expresión de la justicia.

José Martí aboga por servicio fundamental no solo para Cuba, sino para el mundo entero: entender que los seres humanos venimos para servirnos unos a los otros. Ese era precisamente el principio de Martí y en esa visión humanista de la que usted nos hablaba, yo me atrevería a decir que se resume en las líneas fundamentales del pensamiento martiano: el independentismo y antiimperialismo, no solo como ideales políticos por los que hay que tomar las armas, sino en principios de vida; y esa proyección de país que todavía no hemos alcanzado, no porque no caminemos hacia ella, sino porque era tan grande una idea de república martiana. ¿Cuánto crees que estamos necesitando hoy los ideales de Martí? ¿Qué nos está faltando?

Algunas personas piensan, y lo hacen con su mejor voluntad, qué bueno que todos los cubanos fueran unos profundos conocedores de la obra de Martí y se la conocieran de memoria. El problema no es tanto de eso, a mi juicio. No es repetirlo, sino realmente entenderlo y llevarlo dentro.

La generación de mi padre solía decir de muchas personas: “fulano es un martiano” y no es porque fuera capaz de estar hablando cinco horas de Martí, sino porque era una persona limpia, justa, realmente con principios, con valores. Yo creo que ahí está el asunto, porque asumir la lectora de Martí es un placer artístico y literario, es un disfrute. Pero también vamos a disfrutarlo en el plano emocional, sentimental, espiritual y también ético. Porque cuando uno va viendo cómo él es capaz de superarse a sí mismo, yéndose por encima de los problemas uno puede ver una enseñanza permanente de superación individual.

Y quiero cerrar esta parte de la conversación recordando cómo el Manifiesto de Montecristi, que es la gran explicación de Martí de porqué los cubanos han empezado una nueva guerra el 24 de febrero y dice que es por el bien mayor de América, la conformación de la república moral en América, el equilibrio aun vacilante del mundo y por el bien mayor del hombre.

Lo que Martí quería decir es que la guerra no era solo para los cubanos, porque lograr ese equilibrio del mundo, lograr esa república moral en América, evitar el derrame del imperialismo norteamericano por el continente, buscar una sociedad más equilibrada en Cuba, que no fuera el modelo de las sociedades latinoamericanas tras la independencia, era una contribución que Cuba hacía al mundo y esa es una idea que Martí está constantemente manejando en sus textos del periódico Patria, en sus discursos en los años finales de su vida, que Cuba lo que hace es servir.

Los cubanos estamos sirviendo cuando vamos a la guerra. No es solo que estamos alcanzando la independencia, eliminando el colonialismo español y sus formas de opresión, sino hacer una entrega. Yo creo que ahí está ese sentir que hay que asimilar.

Martí tenía una visión que rebasaba lo político para llegar al enaltecimiento humano. Creo que veía la independencia con un punto de inicio desde el alma misma del hombre, porque habló también de la independencia desde lo cultural, cómo nuestro pensamiento puede ser más libre, más crítico y cómo las dosis de sacrificio diario son lo que realmente van a hacer de cada uno de nosotros mejores personas y, por lo tanto, de un mejor país.

Ese ideal ético va acompañado de un fuerte sentido de la originalidad. Martí está defendiendo siempre, yo diría que ese es un rasgo esencial de su expresión, que cada persona es un ente diferente, cada persona no tiene por qué ser exactamente igual al otro, aunque pueda tener un modelo, pero tiene que ser original en estos principios éticos y ser él. Por consiguiente, cada sociedad debe ser también original, es decir, responder a sus problemas en las medidas de sus propias necesidades y no ser meramente una copia de otras. ¿Qué quiero decir con esto? Que el sentido de originalidad es decisivo y por eso Martí es un tan poderoso escritor, tan poderoso pensador y tan poderoso moralista, en el mejor sentido de la palabra.

Martí lo dice desde su punto de vista, con sus propias palabras y lenguajes, lo cual nos permite, en el plano literario, disfrutar la obra de un hombre que da placer leer, porque no repite a nadie.

Cuando uno ha leído muchas veces a Martí se da cuenta que le pueden presentar delante un texto y saber si es de él o no. Eso nos pasa a nosotros en el Centro de Estudios Martianos a veces, que de pronto nos mandan una carta a ver si definitivamente es o no de Martí, o un texto que ha aparecido en algún lugar. El estilo de Martí es tan propio, tan original, y eso es lo que le pide a todo el mundo, él no pide nunca que lo imiten, sino que para él la primera cualidad de un político, de un artista, de un pensador, de cualquier persona es ser él mismo, ser original.

Buscar las esencias. Me recuerda aquello que decía en Ismaelillo, cuando le dedicaba el poemario: “Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras, dile que te amo demasiado para profanarte así”.

Ahí está. Ese sentido de originalidad es decisivo en Martí, es una de las claves para poderlo entender.

Martí decía algo que me ha costado un poco entenderlo de primera, ha sido un proceso, y es cuando él decía: “soy un Cristo vivo”. Y nosotros solemos hablar mucho de sacrificios en pos de una meta. Y Martí ha sido uno de los hombres que más sacrificó, incluso su vida, cuando decidió ir al campo aun sabiendo que él no era el hombre de combate. Nos sacrificó a nosotros su propia presencia un poco más de tiempo para fundar una República, que no llegó a ser en 1902 lo que él soñaba que fuera cuando terminara la guerra. Pero dejó cimientos sólidos para crear la Cuba que es hoy, con una Carta Magna que abre con un pensamiento martiano.

Has dicho una cosa que me ha hecho pensar, porque creo que también lo he dicho y me he dejado llevar un poco por la corriente. No sé si Martí fue o quiso ser un hombre de combate, por un sentido de responsabilidad. A veces la gente me dice: “pero, ¿cómo ese hombre fue al combate?” Y yo le digo bromeando a algunas personas: “¿y tú te imaginas a aquellos guajiros orientales –que era la tropa que estaba con ellos en ese momento, la gente de Masó, la gente de Santiago de Cuba y Guantánamo que estaban por allí- si el jefe de la Revolución, el que ha inventado todo eso, el delegado del Partido Revolucionario Cubano se queda en el campamento escribiendo cartas?”

Para ser el líder usted siempre tiene que marchar al frente, dar el ejemplo de lo que está pidiendo a los demás. Y él sintió esa responsabilidad. Desde que comenzó la guerra, Martí decidió que él tenía que estar en algún momento, incluso se especula de si, efectivamente, saldría o no de Cuba, de si Gómez y Maceo estaban influyendo más en él –sobre todo Gómez- para que fuera a Estados Unidos a organizar las cosas, pero todos sus escritos de esa época están indicando que él no pensaba irse. Él pensaba llegar a Camagüey con Gómez, organizar el Gobierno y ver allí qué pasaba. Ese era un momento decisivo, la guerra se ganaba también si había un Gobierno que diera los principios martianos en ella. Bueno, ¿y si Martí salía electo presidente? Como le empezaron a decir esas tropas orientales a Martí, que hablaba y le decían Presidente. Quizás la historia hubiese sido otra. No quiero quitarle sus méritos a los que fueron Presidentes de la República en Armas, lo que quiero decir es que todo apuntaba a que había un espíritu popular.

Uno se pregunta cómo podía ser, si esa gente nunca había visto a Martí, muchos de ellos eran analfabetos, muchos de ellos quizás no entendían todas las frases de Martí, ese lenguaje tan rico, tan florido. Hay un puertorriqueño, Mariano Corona, periodista, que estuvo en la guerra, fue capitán, y oyó a Martí hablando en un campamento y la gente lo aplaudía. Y él se preguntaba cómo la gente lo entendía, con esas cosas que estaba diciendo, esas frases; y habló con uno y le preguntó por qué aplaudía. “Porque me gustó lo que dijo”, le respondió. ¿Pero usted lo entendió todo? “Bueno, hay cosas que no entendí”, le dijo aquel mambí. ¿Pero entonces por qué aplaudía? “Porque él dijo lo que yo quería oír”.

Hay una conexión en el espíritu que dice que esta persona tiene lo que yo necesito, está alimentando mi alma.

Está alimentando mi alma y mis intereses, mis deseos. Y yo creo que Martí lograba eso, esa capacidad de reunir, de atraer, de convencer, de moverse por la 5ta avenida en Nueva York en las casas de los cubanos ricos y levantarles el espíritu patriótico en momentos de apuro y llegar a Cayo Hueso y pedirles ayuda a los fabricantes de tabaco para levantar la Revolución. Convencer, llegar al Cayo porque le han llegado noticias de que hay cierto espíritu racista e ir a buscar a esa negra que lo cuidó en su casa cuando estaba enfermo y decirle “póngase sus mejores ropas”, y salir con ella caminando por todo el Cayo. Qué manera más linda de dar una lección. No lleva “oye, que aquí no puede haber racismo, en qué están ustedes, parece mentira”. No, no: se paseó con su negra del brazo y se acallaron todas aquellas discrepancias que podían ser terribles para la Revolución.

Yo creo que esa capacidad de Martí de moverse de lo más sublime a lo más terrenal, por debajo del terreno también al subsuelo, era su extraordinaria capacidad humana y que lo ayudó a convertirse en el hombre que fue, en el líder de los compatriotas cubanos.

Esa expresión del intelecto en las obras que salían de sus manos ha sido fundamental para que se ganara el respeto del mundo entero. Porque aun cuando hay tanta polarización política y tantos criterios encontrados de hacia dónde debe caminar el mundo, sin dudas, todos van a Martí buscando el ideal de lo que tiene que ser para que el mundo sea mejor.

Estás tocando un punto esencial. El planeta está en peligro, el ser humano lo está destruyendo en buena medida. Pero sobre todo en una crisis de valores absoluta. ¿Y qué está pasando? Bueno, qué se está extendiendo el interés por Martí en el mundo. No sólo se le edita en lengua española, o en los países de América Latina, sino que ha llegado hasta Europa. Martí está traducido al chino, al japonés, hay cátedras martianas en La India. ¿Cómo es posible que culturas tan distintas lo estudien? Justamente porque quienes no se dejan avasallar por el sentido del poder y la riqueza encuentran la limpieza del lenguaje y acción de Martí, la profundidad de su análisis sobre la personalidad humana les conmueve, y por eso yo diría que como nunca antes hay un fuerte interés de estudiar a Martí en el mundo.

Para terminar hablemos del Martí periodista y los principios éticos que nos deja y que hoy debemos con urgencia regresar a él. A la luz de tantos años, el Apóstol sigue siendo una ruta para andar el periodismo que defiende la verdad.

Yo creo que si Martí viviera hoy escribiría para Radio Reloj, tendría un programa de televisión, haría documentales, tendría su periódico, porque tenía un sentido artístico total. En su tiempo no había escuelas de periodismo, lo que existía era el periódico-diario; y Martí disfruta y aprovecha ese medio, manejando todos los géneros en una época en la que no se hablaba de ello. El Apóstol hacía artículos de las más diversas temáticas. Cuando toca temas económicos, Martí sabe de qué está hablando y sabe explicar. Cuando habla de un problema de la sociedad norteamericana -que fue el momento de la gran madurez de Martí- estudiar esa sociedad a fondo fue lo que le permitió convertirse en el primer gran antiimperialista de ese mundo moderno y ser un crítico de esa modernidad en Estados Unidos. Uno se da cuenta que Martí fue un periodista total porque sabe comunicarse, acercarse y transmitir opiniones, juicios, valores y sentimientos. Yo pienso que ahí está esa capacidad que no puede perder el periodismo cubano; la capacidad de expresar sentimientos y decir siempre la verdad, porque será la única forma en la que seremos creíbles. Aunque se discrepe hay que convencer al que lo hace, cuando lo hace con honestidad. Ojalá todos los periodistas cubanos fuéramos unos grandes conocedores de Martí, no para copiarlo, sino para ser originales.

Tomado de: Radio Reloj

No hay comentarios: