Jesús G. Bayolo
enero 27, 2022
La historia de José Martí ajedrecista es una historia de amor que comienza cuando llega a México —ocho de febrero de 1875— con los bríos de 22 años, un caudal de ideas políticas para liberar la Patria, inquietudes literarias y una extraordinaria pasión.
Flotaba aún en su recuerdo Blanca de Montalvo, a quien le entregó su cariño en Aragón; sin embargo, en México encuentra nuevos y fervientes amores: Rosario de la Peña, Concha Padilla… Carmen Zayas-Bazán Hildalgo.
El 19 de diciembre de 1875 ocurre un gran acontecimiento: su primer estreno teatral. Se presentó a lleno completo, en el Teatro Principal, Amor con Amor se paga, que tuvo como protagonistas a Concha Padilla y a Gusap de Peris.
En uno de los palcos resplandecía la hermosura de la recién llegada joven camagüeyana Carmen, quien le fue presentada formalmente por su amigo mexicano Manuel Mercado en un baile por el éxito de la obra.
Casi de inmediato se manifestó un furor de Martí por el ajedrez. ¿Y por qué esa motivación en medio de éxitos literarios, del proceso de maduración política y de fervorosos amores?
El amor, precisamente el amor, es lo que lo impulsa, pues necesita del filosófico juego como eficaz embajador que le facilite abrir las puertas de un corazón, el de Carmen.
Porque, con carácter de “acorazado”, Don Francisco Zayas-Bazán era un ajedrecista empedernido. Vivía con dos de sus hijas, Isabel y Carmen —ya Rosa estaba casada con Ramón Guzmán—-, en la calle San Francisco, justo al lado del periódico Revista Universal, donde Martí escribía sobre temas literarios y políticos.
Zayas-Bazán tenía como contrincante cotidiano a su yerno Ramón Guzmán y, ocasionalmente, visitaba la peña ajedrecística Andrés Clemente Vázquez. Ambos eran amigos de Martí y, a juicio de este redactor, junto con Nicolás Domínguez Cowan, deben haberle prestado los “primeros auxilios” en materia de enroques y tomas al paso.
Una vez dominados los rudimentos del juego, comenzó a frecuentar la casa de los Zayas-Bazán Hidalgo en compañía de Guzmán para presenciar los duelos, hasta convertirse él mismo en rival cotidiano del futuro suegro.
Martí no llegó a Carmen por el ajedrez, sino que llegó al ajedrez por Carmen, porque el juego de tácticas y estrategias le permitió estar más cerca de la hermosa cubana que lo cautivó:
Es tan bella mi Carmen, es tan bella
que si el cielo la atmósfera vacía
dejase de su luz, dice una estrella
que en el alma de Carmen la hallaría.
Cuando comenzaron a conocerse, la tercera de las seis hijas del matrimonio entre Francisco Zayas-Bazán e Isabel María Hidalgo, quedó enamorada. Ha trascendido esta nota que le escribiera a Martí en el propio 1975: “Pepe, yo no tengo solo tu carta en el corazón, tengo tu imagen… Ámame como yo te amo… Tuya, Carmen”
José y Carmen se casaron el 20 de diciembre de 1877 en la Capilla, de la Parroquia del Sagrario Metropolitano de México. Los testigos fueron el pintor Manuel Ocaranza, Francisco Zayas-Bazán, Manuel Mercado y Ramón Guzmán. Posteriormente se dirigieron a la casa de Manuel Mercado para celebrar.
Una partida para la Historia
El cubano-mexicano Andrés Clemente Vázquez (1844-1901) fue el más importante cronista de ajedrez en la segunda mitad del Siglo XIX. Gracias a él pasó a la historia una partida del Apóstol, un hecho que adquiere extraordinaria relevancia pues no sucedió con otros patriotas, que sí eran medulares ajedrecistas, como Carlos Manuel de Céspedes.
Corría el año 1876 —etapa dorada de las tertulias ajedrecísticas en casa de Don Francisco—, cuando un día presentaron ante Clemente Vázquez a un niño de siete años nombrado Andrés Ludovico Viesca. Este había nacido el ocho de abril de 1869 en Parras de la Fuente, México, y ya jugaba al ajedrez, lo cual era una novedad para la época.
Para mostrar las habilidades del pequeño se organizó una velada en casa del también cubano Nicolás Domínguez Cowan, (autor del libro titulado Pifias). Dos partidas jugó Ludovico: una con Martí y otra con Mendiola (no se consigna el nombre), ganando ambas.
¿Había aparecido un prodigio? El hecho no iba a permanecer inédito estando allí Clemente Vázquez, quien lo publicó en octubre de ese año en La estrategia mexicana, acompañando la partida. Entonces el chico era la noticia.
Hoy, por el contrario, conocemos la existencia de Viesca gracias a Martí. Andrés Clemente Vázquez retomó la crónica y la publicó en La Habana (revista El Fígaro) en octubre de 1893, como adorno a la figura de Martí, que ya había alcanzado gran estatura política.
Veamos la partida:
Blancas: Andrés Ludovico. Viesca
Negras: José Martí
Gambito de Damiano
1.e4 e5 2.Cf3 f6 3.d4 Cc6 4.d5 Ca5 5.Cc3 c6 6.dxc6 bxc6 7.Ae3 Cb7 8.Ac4 Ch6 9.Dd3 Ac5 10.0-0 d6 11.a3 Axe3 12.fxe3 Cc5 13.De2 Ag4 14.b4 Axf3 15.Dxf3 Cb7 16.Aa6 Dc7 17.Tad10-0 18.Axb7 Dxb7 19.Txd6 Db8 20.Tfd1 Cf7 21.Txc6 Td8 22.Txd8+ Cxd8 23.Tc5 Ce6 24.Td5 Dc8 25.Td3 Cg5 26.Df5 Dc4 27.Dd7 Cxe4 28.Dd5+ Dxd5 29.Cxd5 g5 30.Ce7+ Rf7 31.Cf5 g4 32.Ch6+ Re6 33.Cxg4 Cd6 34.Rf2 e4 35.Td4 Cb5 36.Txe4+ Rf5 37.Tf4+ Rg5 38.Cxf6 Cxa3 39.Cxh7+ Rg6 40.Cf6 Cxc2 41.g3 Tb8 42.Cd5 Te8 43.Tf6+ Rg5 44.h4+ Rg4 45.Tf4+ Rh3 46.h5 Te5 47.Th4++
El cotejo concentra todo su valor en el documento histórico que constituye. No digo que Martí fuera excelente ajedrecista —no hay pruebas de ello—, pero tampoco podemos calibrar su fuerza de juego en muestra tan especial, conociendo su entrañable amor por los niños.
Carmen fue como una Reina del tablero que inspiró al joven José Julián, y para orgullo de los amantes del ajedrez, en su rica historia aparece el Héroe Nacional. Se conoce que practicó el noble juego entre 1875 y 1877, en México y Guatemala. No ha quedado testimonio de que haya desplazado alfiles por diagonales en posteriores momentos de su vida.
Jesús G. Bayolo
Es periodista e historiador del ajedrez, toda una autoridad del tema en Cuba.
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