José Antonio Molina Farro
1 febrero, 2022
El ser humano no es un participio, es un gerundio. No estamos hechos del todo sino que nos vamos haciendo”
José Ortega y Gasset
Nació el 28 de enero de 1853, y vaya que es oportuno evocarlo. “Urge ya, en estos tiempos de política de mostrador, dejar de avergonzarse de ser honrado. Los pícaros han puesto de moda el burlarse de los que se resisten a ser pícaros. La política virtuosa es la única útil y durable”. Este pensamiento nos recuerda a Gabriel Zaid, “En este país la honestidad es tragicómica, hay que disimularla para no causar lástima o para no causar problemas”. En un mundo que, según Albert Caraco, (Breviario del caos) es “frío, sombrío, injusto y metódico, con gobernantes imbéciles, patéticos o profundos perversos”… En un tiempo en que “rodamos confundidos, presas de aquello que mezclándonos, no para de aislarnos, en que nuestras tradiciones caen una tras otra como vestimentas, dejándonos desnudos por fuera, vacíos por dentro”.
El más genial y universal de los pensadores cubanos y precursor del movimiento literario modernista en Hispanoamérica, fue latinoamericanista y antiimperialista, ideólogo, ensayista, político, filósofo y periodista. Implacable defensor de los derechos humanos sin distinción de razas ni de credos: “Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad”. Este apóstol de la libertad sacrificó su vida en nombre del interés superior de la nación y de la emancipación de todos los cubanos. Estaba convencido de que “la única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor”. Según el cubano la salvación del ser humano pasaba por la cultura: “Ser culto para ser libre. Saber leer es saber andar. Saber escribir es saber ascender”. Todo pasaba por la educación: “La madre de la decencia, la savia de la libertad, el mantenimiento de la república y el remedio de los males es, ante todo, la propagación de la cultura”. “Pueblo que se somete perece”. “La ignorancia mata a los pueblos, es preciso matarla”. “Una escuela es una fragua de espíritus; ¡ay de los pueblos sin escuela!, ¡ay de los espíritus sin temple!” Sólo se podía fundar un pueblo mediante el saber y el conocimiento.
Habla del proteccionismo, “puede ser útil proteger una industria genuina, mientras las restricciones necesarias para protegerla no imponga a la nación un sacrificio superior al beneficio que a toda luz haya que sacar de ella. Las industrias crecidas necesitan salir de la protección, como de los andadores necesita salir el niño. Con el mucho auxilio sucede a las industrias lo que a la criatura a quien nunca saquen del andador: que no aprenderá a andar.” Creía profundamente en la justicia, “cuando el acatamiento a la justicia desaparece, y el cumplimiento del deber se desconoce, infamia envuelve el triunfo y la gloria, vida insensata y odiosa vive el poder”. “Yo quiero que la primera ley de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Algo poco estudiado por sus biógrafos. En sus discursos, en sus artículos periodísticos se inclinó preferentemente a lo jurídico, aunque su vida como jurista fue muy breve, al no legalizar su título por problemas económicos. Hay ideas rectoras como las que abogaban por la plenitud del Derecho, “los derechos se toman, no se piden”, se refiere a los derechos ciudadanos que debe proteger la Constitución ya que a su juicio “se arrancan no se mendigan”. “Al poder se sube casi siempre de rodillas. Los que suben de pie, son los que tienen derecho natural a él”. “La libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía”. Se igualaba con su contemporáneo Salvador Díaz Mirón, quien consideraba “despreciable soportar en silencio el yugo de un criterio ajeno, más todavía aquel que hace de su palabra la máscara típica de la tragedia antigua, ésa que cubría el rostro del farsante”. Bien decía el gran poeta zacatecano, “antes que los honores está el honor”.
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