sábado, 11 de febrero de 2023

La conexión avileña de José Martí

Por Ailén Castilla Padrón
Fotos: Michel Guerra
28 Enero 2023

En el aniversario 170 del natalicio del Apóstol hurgamos en la historia y atamos finos lazos entre él y Ciego de Ávila.

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José Martí es ese misterio que nos acompaña.
José Lezama Lima

Que José Martí haya vivido más de 20 de sus 42 años en el extranjero, y que fueran apenas cinco o seis ciudades cubanas las que recorrió en este lapso, es el único consuelo que nos queda para rellenar el espacio en blanco de la visita que nunca hizo a suelo avileño.

No hay evidencia histórica de que tal cosa haya sucedido y la historiografía solo ha encontrado finos hilos comunes para atar historias y sostener hipótesis: una mención a La Trocha en uno de sus poemas, una libreta de notas con los nombres de figuras insignes de la provincia, y algunos objetos que estuvieron en sus manos o que nos llevan directo a su memoria.

Por estos motivos y azares no nos sentimos del todo huérfanos de su presencia, aunque hubiésemos querido preciarnos, quizás, de unas “escenas avileñas” nacidas de su puño y letra, o de una finca donde haya corrido, montado a caballo o peleado gallos finos.

Mientras otras regiones del país pueden ufanarse de conservar memorias intactas y de haber documentado, por ejemplo, dónde durmió, comió, escribió, nació, murió o fue sepultado, aquí nos quedamos con la certidumbre y el simbolismo de lo objetual y con las reliquias familiares que pasaron de generación en generación hasta reposar en las vidrieras del Museo Provincial Coronel Simón Reyes Hernández.

Entonces, un día cualquiera, una pequeña Bandera Cubana, deshilachada y maltratada por el tiempo, da paso a una historia más grande, la de la admiración de José Martí por el mambí manzanillero Emilio Gordillo Romero, a quien se la regalara en señal de reconocimiento por sus vínculos con el Partido Revolucionario Cubano (PRC) y que fuera donada por su hija María Emilia Gordillo en 1990.

Un cliché del PRC usado para imprimir bonos y sustentar por esta vía la causa independentista es otra de las piezas singulares que no permiten olvidos y corroboran los vínculos entre patriotas del terruño y la gesta revolucionaria. Según el museólogo José Luis León Hidalgo, el cliché es de origen mexicano y data del año 1892.

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Muy bien conservado, a pesar de su antigüedad, aparece el cliché para la impresión de bonos del PRC

“Fue regalado al coronel Francisco Arredondo Miranda, amigo particular y seguidor del marqués de Santa Lucía, dueño original del cliché. Esta figura se desempeñó como presidente del Cuerpo de Consejo del PRC en Venezuela. El objeto llegó a nuestra institución el 13 de enero de 1992, justo 100 años después de su fabricación, gracias a una compra”.

La tríada se completa con un plato conmemorativo de cerámica, del cual se supone existieron 100 ejemplares, aproximadamente, en el año 1953, cuando se conmemoró el centenario del natalicio del Apóstol. Su diseño contempla una efigie suya, la frase “La patria es ara y no pedestal” y, al dorso, un interesante texto que destaca virtudes y cualidades de su personalidad.

El devenir de esta pieza todavía no está esclarecido. Fue adquirida en una compra hecha a Lay Jiménez Souto, pero se desconoce si se comercializó en toda la Isla o en el exterior como vajilla o suvenir, bajo el sello de la marca norteamericana Vernon Kilns. Un reporte del diario Granma de 2008, sin embargo, dio cuenta de que en el Museo 26 de Julio de Santiago de Cuba expuso un plato similar.

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El plato de cerámica conserva su belleza original

Para completar las referencias y conjeturas, el historiador José Martín Suárez echa mano a sus investigaciones y confirma que se encontró una pequeña libreta de notas, que data de 1892 o 1893, la cual es recogida en el volumen XXIII de sus Obras Completas. En ella se acotan los nombres de los avileños Severo Pina, Alejandro Suero Balbín y los hermanos La Hera.

“Lo curioso es que cada una de estas personalidades está vinculada al proceso revolucionario dirigido por él. Por ejemplo, Severo Pina fue ministro de la guerra durante el gobierno de la República de Cuba en Armas, y Alejandro Suero Balbín resultó, en mi opinión, el mejor alcalde del territorio; incluso, parece que colaboraba financieramente con la causa, pues Valeriano Weyler lo expulsó al llegar a Cuba. Si bien no hemos podido comprobar este vínculo, es la hipótesis más lógica. Asimismo, los hermanos La Hera combatieron en el Ejército Libertador”.

La maestra Clotilde Agüero Cepeda conoció a Martí en México y cuando este se percata de sus habilidades para tejer y bordar le pide que confeccione 50 escarapelas y una enseña nacional de mayores proporciones, para ser usadas en el campo insurrecto. En este caso, las labores de búsqueda y recopilación han tenido menos suerte, pues están, por ejemplo, los espejuelos de la avileña, pero se desconoce cuál es el paradero de esta bandera, la cual podría ser una pieza clave en este rompecabezas que 170 años después pretendemos juntar.

Un texto de 2013, firmado por el colega Luis Raúl Vázquez, puso un poco de luz sobre esta bandera, de la mano del historiador Ángel Cabrera Sánchez. “(…) en 1936 Clotilde recibió una carta con fecha del 16 de noviembre. Era de Bernardo Gómez Toro, hijo del Generalísimo, y en uno de sus párrafos decía: ?La bandera invasora de las fuerzas directamente mandadas por mi padre es sin duda de ninguna clase la que Ud. hizo y costeó por sus propias manos. Reciba mi felicitación y estimación

Los aportes al conocimiento científico hechos por José Martín Suárez han determinado, también, cuatro visitas al terruño de José Francisco Martí Zayas-Bazán, el Ismaelillo

La primera fue en 1905, cuando pasó aquí la noche y en la Sociedad de Instrucción y Recreo La Gloria se le rindió homenaje.

Luego, en 1918, de camino hacia Camagüey en tren, hace una breve parada y las autoridades, encabezadas por el entonces alcalde Chicho Torres y gente del pueblo, fueron hasta el lugar donde estaba para comprobar sí existía algún parecido entre él y su padre.

En septiembre de 1920, José Francisco se persona otra vez con el objetivo de buscar la unidad en el Partido Unión Nacionalista y un mes después regresa. Entonces, viajó de Jatibonico hasta Majagua, siendo este territorio el último en acogerlo.

Fue también en la zona de Majagua, cuando se libraba el segundo combate de Santa Teresa durante la Invasión a Occidente, donde Máximo Gómez perdió el machete que pertenecía a Martí y da la orden de que nadie se mueva hasta encontrarlo, aunque eso significara la muerte.

Según José Martín Suárez, se trataba de un paraguayo, demasiado largo para su complexión física, que le había regalado Panchito Gómez Toro y que usó en el desembarco por Playitas de Cajobabo. “El Generalísimo le sugirió cambiarlo por otro más adecuado y fácil de manejar, por eso, cuando cae en combate en Dos Ríos, llevaba solo un revólver en la mano”.

Esta ilación de sucesos y objetos dan cuerpo y forma al misterio de su vida, que es tallo y raíz de la nación cubana. Sus huellas respiran y esa certeza hecha metáfora es uno de los imposibles que 170 años después nos siguen animando a redescubrir a un Martí nuestro y universal.

Tras la huella de Martí en Ciego de Ávila || Periódico Invasor

Tomado de: Invasor

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