Dariel Alba Bermúdez
28 enero, 2023
A propósito de celebrase el aniversario 170 del nacimiento de nuestro Apóstol Nacional José Martí, la sociedad cubana se hace eco de tan magna fecha mediante la publicación de textos, reseñas y artículos científicos relacionados con la vida y obra del más genial de todos los cubanos. De igual modo, en cada una de las instituciones de la Isla se desarrollan actividades para evocar las enseñanzas del discípulo predilecto de Rafael María de Mendive. Sin embargo, llegada esta época del año, se hurga en la historiografía cubana para sacar a la luz historias curiosas y pocas conocidas por la población sobre José Martí que, lejos de parecer que ya no existe nada aportador sobre el estudio de esta figura histórica, avivan aún más las ganas de seguir indagando y retomando las enseñanzas del Maestro. Es por ello, que dicho modus operandi no cambiará para este cronista que tratará de recrear, en estas líneas, el accionar de una institución que, aunque nacida después de su caída en combate en Dos Ríos en mayo de 1895, tuvo como principal primicia la materialización del ideario martiano de visualizar a la Isla libre del régimen colonial español: Cazadores de Martí.
Una vez iniciada la Guerra Necesaria (1895-1898), la emigración cubana residente en los Estados Unidos sirvió de aparto logístico de la propia conflagración. Los emigrados de la mayor de Las Antillas y de Puerto Rico constituyeron en sí la estructura fundamental del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y muchos de ellos crearon diversas instituciones, a modo de clubes revolucionarios, para entrenar a los futuros expedicionarios en el arte de la guerra, recaudar fondos y acopiar enseres belicistas. Entre ellas, sobresalió un grupo establecido por el comandante del Ejército Libertador y fundador del PRC, Gerardo A. Castellanos Lleonart, que llegó a enviar a los campos de batalla a más de un centenar de hombres. A finales de 1894, Castellanos Lleonart se había establecido en Marti City, una especie de downtown situado a escasos kilómetros de Ocala, en La Florida. Este lugar constituyó, en varias ocasiones, el punto de encuentro entre el viejo mambí de la Guerra de los Diez Años y José Martí para analizar el avance de la última etapa de lucha.
El comienzo de las acciones bélicas motivó la salida hacia la Isla de los principales jefes militares, entre los que sobresalieron Máximo Gómez, Antonio Maceo y José Martí. La salida de este último representó un desafío para los emigrados cubanos, pues no ejercería un control directo sobre las decisiones del PRC y su accionar en el escenario bélico estaría respaldado por la influencia en determinados grupos de revolucionarios y el aval que le otorgaría el grado de mayor general, otorgado por el Generalísimo. Confirmada su muerte en Dos Ríos, los emigrados cubanos eligieron por unanimidad a Tomás Estrada Palma como nuevo delegado del PRC, en julio de 1895. Otro elemento a tener en cuenta después de muerte del Maestro, fue la elección de los agentes de la Delegación Plenipotenciaria en las localidades que no contaban con instituciones directivas para así complementar la ausencia de estos jefes militares.
Los nuevos nombramientos recayeron sobre las personalidades que poseían una marcada ascendencia política dentro de sus comunidades. Además, en los centros ya consolidados por su activismo independentista, como Nueva York y Cayo Hueso, dichos cargos fueron ocupados por los propios presidentes de los Cuerpos de Consejo. A la vez, los agentes se apoyaron en el quehacer de los subagentes para alcanzar una mayor organización de las actividades revolucionarias. En Tampa, el coronel Fernando Figueredo fue elegido como agente oficial del PRC y Gerardo A. Castellanos Lleonart resultó ser el sub agente en la ya aludida Marti City. Hasta la fecha no se han podido localizar las fuentes documentales que revelen las primeras acciones realizadas por el primer comisionado del PRC en Cuba en su nueva obligación, aunque todo parece indicar que estas estuvieron orientadas hacia la recogida de fondos y pertrechos de guerra.
Por su posición geográfica, entre Jacksonville y Key West, Marti City fue destinado como centro expedicionario. En dicha ciudad, se estableció una especie de cuartel general donde se preparaban militarmente a los emigrados que partían hacia el territorio nacional en calidad de expedicionarios. El terreno escogido para el emplazamiento de la sui géneris unidad militar fue la panadería de Briñas y que sería bautizada por sus habitantes como Cazadores de Martí. No se ha podido precisar con exactitud la fecha en que fue fundada esta institución, pero la consulta de varias misivas revelan que ocurrió en julio de 1895. En esta dirección, sobresale que el 7 de julio del propio año el comisionado autorizó al tabaquero Francisco Ibern la construcción de diez bombas para que, siete de ellas, se las entregaran al comandante Enrique Collazo.[1] Asimismo, por esta misma fecha, se produjo el traslado de la fábrica de tabacos de Castellanos Lleonart para un inmueble más grande que le permitió la ampliación del número de obreros y con ello obtener el sustento de sus adiestrados que ascendía a más de 60 voluntarios.[2]
Por otra parte, Carlos Roloff, en carta remitida al comisionado en marzo de 1895, deja entrever los pasos iniciales en la creación de los Cazadores de Martí.[3] La venta de artículos personales de valor, la remisión de tabacos y medicinas a los futuros expedicionarios; y la recogida de fondos, constituyeron en sí las actividades preliminares que dieron paso a su fundación.[4]Igualmente, su estructura estuvo dada por la voluntariedad de los emigrados cubanos y foráneos que deseaban luchar por la independencia de Cuba del colonialismo español. En varios momentos, el historiador Gerardo Castellanos García declara que sus miembros llegaron a sobrepasar la cifra de 100 voluntarios y, en otras, solo manifiesta 50.[5]Sin embargo,hasta la actualidad, solo se han precisado 19 de ellos, entre los que figuraron varios abogados y periodistas.
Entre los miembros más reconocidos de los Cazadores de Martí estuvieron Armando André y Miguel Coyula. Ambos culminaron la Guerra Necesaria (1895-1988) con la graduación de comandante. Resulta válido destacar, que el primero de ellos sería una de las primeras víctimas de la dictadura machadista. A esta lista se le sumaron Rafael B. Jiménez, Julián Zárraga, el oficial francés Jaime Viel, el cubano radicado en China Rogelio Guillén y José Sosa. Muchos de estos voluntarios ni siquiera aparecieron en el Índice de defunciones del Ejército Libertador y sus nombres quedaron en el anonimato, pero sirvan estas líneas para rendir tributo al sacrificio de estos hombres que tuvieron como máxima de vida luchar por la emancipación de Cuba.
Cazadores de Martí, como institución, poseía varias líneas de trabajo en correspondencia con su funcionalidad. Una de ellas, se centró en la preparación militar de sus integrantes, cuyo entrenamiento se basaba fundamentalmente en las prácticas de tiro y la construcción de artefactos explosivos. Por otro lado, sobresalió en la recogida de pertrechos de guerra, como machetes, armas y municiones. Unido a ello, la institución disfrutaba de una amplia red de colaboradores que la auxiliaba en la compra de los instrumentos necesarios para el período de entrenamiento, así como los gastos de alimentación, hospedaje y logístico de los voluntarios. De este modo, la acertada dirección del comisionado permitió mejorar la capacidad combativa de estos hombres que partían en las diversas expediciones armadas hacia el territorio nacional.
Por espacio de casi un año, Cazadores de Martí estuvo funcionando hasta que, en marzo de 1896, el coronel Fernando Figueredo le notificó al comisionado que trasladara su centro militar al Hotel Monroe, en Cayo Hueso, para un mejor avituallamiento. No se ha podido precisar si Gerardo A. Castellanos Lleonart se trasladó al Peñón con sus subordinados, pero la consulta de varias fuentes documentales, entre ellas la obra Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí, declaran que dicho movimiento se realizó hacia West Tampa a finales del propio año, como consecuencia de la crisis económica que azotó al sur de los Estados Unidos. Este hecho marcaría la desintegración de la sui generis unidad militar.A pesar de su accionar efímera, la institución sirvió de base no solo para mejorar las condiciones combativas de sus miembros, sino también para consolidar el patriotismo en sus modos de pensar y actuar, y al mismo tiempo, acentuar el ideario martiano en medio de un contexto tan complejo como lo fue el despliegue de la tendencia liberal del PRC que, tras la caída en combate de José Martí, se consolidaba en la urbe neoyorquina bajo la composición de las capas medias e intelectuales residentes en esta comunidad.
A mi juicio, no considero que sea la historia nacional la que haya olvidado el accionar de esta institución que,por su corta duración en el tiempo, no deja de ser un acontecimiento significativo en las tradiciones de lucha del pueblo cubano. Pero sí soy de la creencia que, en ocasiones, los historiadores y demás investigadores sociales, entre los que me incluyo, prestamos demasiada atención a los procesos históricos y no a la trascendencia de los hechos. Esto no quiere decir, y sin dar paso a malas interpretaciones, que los procesos históricos no sean importantes, pues sin ellos no podemos entender la dinámica de estos hechos pocos conocidos. Tales sucesos nos demuestran que los procesos históricos son materializados por figuras emblemáticas, pero a su alrededor existen otras, consideras no tan importantes, que fueron partícipes de esos procesos y que aportaron su granito de arena en la conformación de la idiosincrasia de los habitantes de este pequeño terruño ubicado en el Caribe.
Notas
[1]Carta del comandante Gerardo Castellanos Lleonart a Francisco Ibern (7 de julio de 1895). En: Fondo: Siglo XIX. Caja 11, Expediente 1. Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. La Habana. Cuba.
[2]Ibídem.
[3]Carta del mayor general Carlos Roloff al comandante Gerardo Castellanos Lleonart (18 de marzo de 1895). En: Fondo: Siglo XIX. Caja 21, Expediente 21. OAHCE. La Habana. Cuba.
[4]Carta del mayor general Carlos Roloff al comandante Gerardo Castellanos Lleonart (6 de abril de 1895). En: Fondo: Siglo XIX. Caja 21, Expediente 22. OAHCE. La Habana. Cuba.
[5]Castellanos García, Gerardo. Misión a Cuba. Cayo Hueso y Martí. Editorial Centro de Estudios Martianos. La Habana, Cuba 2009. p. 186.
Tomado de: 5 de Septiembre
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