por Daniel Fernández
Especial/el Nuevo Herald
26 de enero de 2023 9:42 AM
Mausoleo de José Martí en la Ciudad de Santiago de Cuba. Dr. Vladimir Iván/CC BY-SA 3.0, Wikimedia Commons
Basta asomarse a la producción literaria del escritor y prócer cubano José Martí para darse cuenta de que nos encontramos ante un ser sobrenatural. No solo por su torrencial creatividad, sino por la profundidad de su pensamiento, la energía de sus ideas y muy especialmente, por las virtudes de su carácter que se manifiestan paladinamente en todo lo que escribió, en todo lo que hizo y, sobre todo, en su lucha incesante por la libertad de Cuba.
Se le han adjudicado sobrenombres como el de “Apóstol”, “Santo”, “Maestro”, “Mesías””, y aunque todos esos apelativos le pueden cuadrar en mayor o menor grado, también se le podría ver como profeta, y particularmente, como patriarca, pues supo crear casi en solitario de un caos de ideas, tendencias e intereses adversos una patria que él concebía “con todos y para el bien de todos”.
José Martí c. 1892. Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Arte/Wikimedia Commons
Se han escrito verdaderas bibliotecas sobre Martí, sin embargo su figura se agiganta con el tiempo, y como él bien predijera: “Mi verso crecerá: bajo la yerba/Yo también creceré….”. Y es este uno de los más desconcertantes elementos de su legado espiritual: su capacidad profética, algo que resuena hasta en el estilo de su prosa, que recuerda por momentos los Proverbios bíblicos; especialmente al lanzar sus reflexiones sobre la vida, la muerte, el bien, el mal, el cosmos, Dios. Mucho se ha especulado sobre el sistema de pensamiento que se percibe a través de los miles de apotegmas, máximas y reflexiones que lo establecen como un filósofo no convencional y difícil de apresar dentro de alguna tendencia, pues su visión de la intrínseca libertad del espíritu humano hace difícil su clasificación bajo cánones establecidos.
Este ecumenismo de su pensamiento ha permitido que distintas disciplinas, fes o teorías sociales hayan querido arrimar la luminosidad de Martí a su brasa. Por suerte, Martí, como una poderosa tormenta, es inapresable, pues su pensamiento es inabarcable, corcel de pradera que no aguanta bridas. Los cristianos ven en él a uno de los suyos; los masones, alegan con propiedad, que él fue iniciado en los ritos y misterios de esta sociedad esotérica; mientras que los castristas y socialistas de distintas latitudes pretenden acomodarlo a su materialismo seudomarxista, ignorando lo que el propio Martí escribiera sobre Marx.
Monumento a José Martí en Ybor City, Tampa, Florida. Marvincsc/Public Domain
Para los místicos, Martí presenta todas las características de aquellos que en cualquier religión han alcanzado la comunión con la divinidad; para los ocultistas son evidentes los trazos de su conocimiento de las claves secretas que solo se alcanzan por inmanencia o revelación. Es en estos atisbos de una sabiduría muy especial y que no es posible encontrar en libros, donde Martí se agiganta aun más como un iluminado, un ser enviado a este planeta por las fuerzas supremas que rigen en el cosmos como un rayo de luz para disipar las tinieblas.
Esos aspectos de una sabiduría muy distinta a la que se puede conseguir con el estudio han sido ya advertidos por algunos estudiosos, en especial, la pionera en ese sentido, Rosa Blanca Perera, gran maestra espiritual, creadora del grupo esotérico Familia Amor, y a quien tuve la oportunidad de conocer de cerca como integrante de ese grupo. Su libro El Martí no conocido es la piedra fundacional del estudio del prócer desde otro punto de vista, como un maestro espiritual no sólo para la nación cubana ni para la América Hispana, sino para todo el planeta, como apuntara en su momento Emil Ludwig, que comparaba superlativamente el pensamiento de Martí con el de Nietzche.
'El Martí no conocido' de Rosa Blanca Perera. Cortesía/Amazon
Muchos autores del mundo entero, contemporáneos suyos o posteriores han visto en Martí esa trascendencia; pero pocos han alcanzado la belleza expresiva del colombiano Héctor Rojas Herazo que en breves páginas eleva la figura del poeta a “padre de todos los que vinimos después”, refiriéndose a los hispanoamericanos. Aquí mismo en Miami, el especialista José Raúl Vidal y Franco ha publicado en 2015 Los Versos libres de José Martí: Notas de imágenes, donde analiza esos versos desde una inusitada profundidad filosófica. En esta obra prolija, inspirada y brillante se da una visión de Martí que lo pone en una perspectiva más compleja y cercana. Su explicación de esos versos en el contexto místico, simbólico y trascendente es sencillamente magistral y definitiva.
El especialista José Raúl Vidal y Franco ha publicado en 2015 'Los Versos libres de José Martí: Notas de imágenes', donde analiza esos versos desde una inusitada profundidad filosófica. Cortesía/Amazon
Pero hay más, mucho más. Martí llegó hasta el grado 30 en la masonería del rito escocés, que viene siendo el último grado en cuanto a conocimiento y revelación, ya que los últimos tres grados de ese rito son de tipo administrativo y judicial, y Martí, dadas sus labores por la libertad de Cuba, carecía del tiempo necesario para ocupar alguno de los cargos de esos últimos tres grados. Suele menospreciarse el paso breve de Martí por la masonería, y aunque hay un interesante libro sobre el tema, se limita a los aspectos superficiales de su filiación, y por supuesto, no puede tocar los aspectos conceptuales que pertenecen al hermetismo de esas sociedades fraternales.
Sin embargo, a pesar de lo reservado de esa sociedad, puede especularse con fundamento que para llegar a tal grado tuvo que pasar Martí iniciaciones y estudios que lo pusieron en contacto con sabidurías antiguas en las que se basa la masonería, cuyos orígenes se remontan al templo de Salomón por un lado y se entronca misteriosamente con la famosa orden de los Caballeros del Templo.
Pueden verse en Martí muchos rasgos de la masonería y el ocultismo. Por ejemplo Martí llama hermanos a sus mejores amigos, aunque algunos de ellos eran también masones, como Fermín Valdés Domínguez y Rafael María de Mendive, su maestro. Así se llaman los masones unos a otros. Su fe en “el mejoramiento humano”, como pone en la dedicatoria del Ismaelillo es una de las premisas de la masonería. Su “en silencio ha tenido que ser”, recuerda los juramentos de silencio y secreto de los masones de su época, y quizá insinúa la secreta participación de estos en la causa cubana.
En cuanto a las premisas cristianas en el pensamiento martiano, son numerosas y evidentes tanto por su conducta como por sus palabras, su práctica de amar al enemigo, su doctrina del perdón (como hizo con los que intentaron envenenarlo), su bondad, que lo acercan tanto al mesianismo sin fronteras. En su obra hay hasta citas directas de los Evangelios , y la cruz es una imagen frecuente en su obra. Sin embargo, Martí se sale del marco de los distintos cristianismos con su furioso anticlericalismo, pues no considera que sean necesarios los intermediarios entre el hombre y Dios. Para el “las religiones son formas de la poesía que el hombre presiente fuera de la vida. Son la poesía del mundo verdadero. La verdadera religión está escrita en las armonías del Universo”.
También su decidida seguridad en la reencarnación, algo que manifiesta desde edad tan temprana como en su Presidio político en Cuba, con apenas 18 años: “Me parece que en mundos anteriores he cometido una gran falta, que mi merecida peregrinación por el espacio me la ha traído a venir a purgar aquí…”. Es tal su conocimiento de esa realidad que hasta crea las palabras “antevida” y “posvida”. Para él “la muerte es una forma oculta de la vida”.
La visión que tiene Martí de Dios es también panteísta. Asimilando, como Spinoza, la idea de una conciencia suprema a la Naturaleza y al cosmos: “Dios no necesita que lo defiendan, porque lo defiende la Naturaleza”. Consumado individualista, sin faltar al respeto de las distintas creencias, ve las religiones como un camino donde lo sobrenatural se manifiesta hasta que la razón pueda entender eso que el corazón ya entiende. “No hay rito mejor de religión que el libre uso de la razón humana”. Martí volaba sobre las tinieblas del tiempo, y quizá por eso una de las imágenes que más usaba era la del águila, el ala; esa Águila que todo hombre llevaba dentro, esa ala en la que todo hombre estaba llamado a convertirse.
Tanto se adelantó Martí a su tiempo y hasta al nuestro, que aún se encuentran en él pasajes complejos, oscuros, contradictorios, difíciles de entender. Conceptos que se perciben como verdaderas revelaciones o como nueva manifestación de preceptos antiquísimos que quizá le fueron enseñados en los libros ocultos masónicos o quizá le bajaron directamente de lo alto, como cuando enuncia el arcaico precepto alquímico: “Todo hombre está destinado a ser rey y toda mujer a ser reina”. También es el águila, tan usada en sus versos y prosas, uno de los emblemas de la alquimia.
Lo oculto, lo mágico se manifiesta de mil formas en Martí como cuando proclama que “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”. También su convicción de que el sacrificio ritual a una causa crea el egregor de su consecución. Desde muy joven profetiza su sacrificio en el ara de la patria. Asimismo, su uso de la oratoria se basaba, consciente o inconscientemente, en la premisa mágica de que la palabra es “una espada flamígera”, un conjuro que crea realidad. De ahí su insistencia en que se usara “para decir la verdad, no para encubrirla”, porque las palabras falsas crean estados de falsedad, oscuridad, destrucción.
Moneda de oro de 5 pesos cubanos de 1915 con el rostro de perfil de José Martí. National Museum of American History/National Numismatic Collection
Martí logró la libertad de Cuba, pero ha dejado de tarea pendiente la libertad de las almas. Esa “revolución de las almas” que profetiza, ese deseo que se respira en toda su obra de liberar al ser humano de todas las trabas que “lo esperan ya al borde de la cuna” y muy especialmente, de las miserias de nuestra condición humana. El cree en ese “mejoramiento” en ese mundo mejor.
El legado espiritual de Martí es inmenso, posiblemente inmensurable, pues como todo lo verdaderamente trascendente, escapa de los límites convencionales del espacio y el tiempo. Martí es cubano, pero universal; es un romántico del siglo XIX, pero un maestro espiritual para toda la eternidad. Su legado escrito tiene un valor incalculable que merece estudios profundos, inspirados, constantes; pero el ejemplo de su vida y de su muerte es una espada de luz que derrota las tinieblas.
Este es el texto que servirá de base para la charla en la Cena Martiana en La Habana Vieja, el viernes 27 de enero, a las 7 p.m. Reservaciones directamente en el restaurante. (305) 448-6660.
Tomado de: El Nuevo Herald
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