Moscú (Prensa Latina)
Por Alexander Jarlamenko (*)
Colaborador de Prensa Latina
enero 28, 2023 CST00:21 (GMT) -0500
Este 28 de enero, los cubanos y sus amigos en todo el mundo celebramos el 170 aniversario del natalicio de José Martí, fecha que motiva a pensar en todo lo vinculado al hombre que apenas vivió 42 años.
El Héroe Nacional de Cuba, el Apóstol de su independencia, como se le llamó con justicia, es del tipo de hombre que ninguna bala puede apartar de la historia.
Precisamente el 24 de febrero recordaremos el 128 aniversario del manifiesto del Partido Revolucionario, fundado por José Martí, y que llamaba al pueblo cubano a desatar su segunda guerra por la independencia.
No en vano Martí sacrificó su vida en esta gesta. Entonces se puso fin al colonialismo español en América, no por el desembarco de las tropas norteamericanas, que aplazó en 60 años la plena independencia de la isla, sino por el propio pueblo cubano en su “guerra necesaria”, llamada así por Martí, y a pesar de la caída de sus líderes mayores.
Este mérito de José Martí sería suficiente para honrarle con el lugar digno en la afamada fila de los heroicos libertadores de América Latina, al lado de Simón Bolívar, José de San Martín y Miguel Hidalgo.
CONTRIBUCIÓN A LA CULTURA CUBANA
No menos grande fue la contribución de José Martí, como poeta, escritor, pensador y publicista en la formación de la cultura cubana, como la base de su identidad nacional.
Con plena razón los cubanos le consideran no solo el más eminente de sus libertadores, sino también uno de los “padres” de la entonces joven nación. Esto de por sí sería suficiente con creces para hacerle inmortal.
Pero todos estos alcances, que le unen con sus grandes antecesores, no agotan la talla y el contenido de la trascendencia histórica de José Martí.
Él tuvo la suerte de vivir y luchar al borde entre las dos épocas -en el ocaso de la civilización burguesa del siglo XIX y en vísperas del siglo XX-, el que sería el más revolucionario en la historia.
Siendo el último en la fila de los libertadores anticoloniales de América Latina, Martí concluyó su vida como el primer antiimperialista consciente en la historia. Con destacada clarividencia, el ilustre cubano descubrió con antelación la escala de la peligrosidad imperialista emanada de los Estados Unidos.
Con la necesidad de contrarrestar esta amenaza, Martí vinculó el imperativo de la unidad de los pueblos de América Latina, que era para él Nuestra América.
Adelantado a su tiempo, vio la creación del contrapeso a la expansión estadounidense como un factor importante del “equilibrio universal”, lo que sería indispensable para que la humanidad pudiera prevenir guerras catastróficas a escala mundial.
En su última carta destinada a Manuel Mercado, uno de sus amigos mexicanos, José Martí subrayó la urgencia vital de “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.
El fin fundamental de la “guerra necesaria” del pueblo cubano lo vio él en el imperativo de “impedir que en Cuba se abra, por la anexión a los imperialistas de allá y los españoles, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia”.
IDEAS ORIENTADAS AL FUTURO
Tanto por su visión geopolítica como por el propio ideario, el antiimperialismo de Martí se orientaba al futuro, y no al pasado. Su ferviente patriotismo era inseparable de la conciencia internacionalista, la que era acuñada en sus palabras preclaras: “Patria es la Humanidad”.
Procedente del país donde naciera y curtido en el entretejido de los vínculos planetarios, siempre muy capaz de integrar a los seres humanos y las ideas de distintas tierras, Martí identificaba su lucha por la liberación nacional con el humanismo, y no con el nacionalismo.
Vivió en los Estados Unidos durante varios años, entregando sus fuerzas a la educación política de los trabajadores migrantes de Cuba.
Siempre hacía la clara distinción entre el naciente imperialismo norteamericano y la otra Norteamérica, país de sus amados poetas Whitman y Longfellow, y también del Mayo obrero de Chicago, siendo uno de los primeros solidarios con sus mártires.
Estos rasgos muy avanzados del ideario y la actividad de José Martí, unidos con el atractivo moral de su eminente personalidad, determinaron el papel colosal de su impronta en el complejo de las premisas espirituales de la Revolución Cubana.
No es nada casual que en 1949, la profanación del monumento a José Martí cometida por los marines norteamericanos borrachos, fuera el choque contundente para los cubanos, y dio un fuerte impulso a la protesta antiimperialista y la lucha revolucionaria.
Es lógico que la formación de lo que sería el Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, comenzara en las filas de la “Sociedad del Centenario del Apóstol”, y en el mismo año del centenario, 1953, los jóvenes patriotas asaltaran los bastiones de la tiranía.
El ideario martiano, como la base inicial de la cosmovisión de los jóvenes revolucionarios, era el adecuado a las condiciones de Cuba de los mediados del siglo XX, cuando aún vivían algunos veteranos de la independencia. La toma del relevo de lucha de los abuelos por la generación de sus nietos fue expresada en el nombre y las ideas de Martí.
Su humanismo antiimperialista, asimilado con profundidad por el joven Fidel Castro, le ayudó a convertir el discurso ante la corte batistiana en el despliegue del programa de la nueva generación de los revolucionarios.
En la etapa posterior, la obra martiana ayudó a Fidel Castro, y podemos decir, a toda la Revolución Cubana, a transitar con certeza de su primera fase democrática a la siguiente fase de la liberación social.
Para tal tránsito era de primera importancia lo que el ideario martiano aportaba a la conciencia patriótica sin limitaciones nacionalistas, a la vez cubana y latinoamericana, y abierta a todo el mundo.
Con esto, no alineaba a sus seguidores de la teoría marxista, del movimiento comunista y de los retos estratégicos del mundo circundante, sino les ayudaba a marchar hacia el porvenir con los ojos abiertos.
Por todo esto, es muy lógico que la vigente Constitución de la República de Cuba, aprobada por la votación de todo su pueblo, afirme como el fundamento ideario de su rumbo antiimperialista y socialista, al lado de las ideas inmortales de Marx, Engels y Lenin, la heredad del gran cubano José Martí.
arb/AJ
*Experto del Instituto de América Latina de la Academia Rusa de las Ciencias.
Tomado de: Prensa Latina
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