viernes, 17 de febrero de 2023

El Martí de siempre

Por: Jorge R. Bermúdez
1 febrero 2023

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“La estética será la ética del porvenir”, sentenció Máximo Gorki a inicios del pasado siglo. José Martí, que bien pudo firmar esta idea, la realizó. No tuvo que esperar ese tiempo abierto como una promesa, sino que la concibió en su agónico apostolado por la independencia nacional y la justicia social. Su concepción del Partido Revolucionario Cubano y de la “guerra necesaria”, son en sí mismas expresiones de un criterio sobre el acto creador que iba más allá de los límites precisos que le otorgaba su época.

A Martí hay que sentirlo para interpretarlo. No es un paisaje más de hombre, es el paisaje hecho hombre. Su obra es un gran libro pensado para servir a su pueblo y al momento histórico que le correspondió interpretar, expresar y cambiar. La recepción sincera que todo artista de valía tiene de su vida y obra literaria, es la mejor confirmación.

En este sentido, se hace oportuno apuntar que mucho y muy bien se pintó a Martí durante el pasado siglo y lo que va del presente. Entonces como ahora, la mejor representación pictórica y gráfica de Martí nunca se satisfizo, ni mucho menos fue satisfactoria con solo dar una gran frente y un poblado bigote.

Piensan mal los que así todavía lo conciben, patrón de una identidad visual esencialmente imitativa, que si bien fue válida a inicios de la República en consonancia con la novedad y pertinencia histórica de su iconografía fotográfica, por entonces, principal referente visual para sentar las bases de lo que hemos dado en llamar la pintura académica de asunto histórico nacional, ya no lo fue tanto, o mejor decir, se hizo más exigente a partir de la llamada vanguardia del 27. Dos ejemplos emblemáticos de esta nueva sensibilidad serían Muerte en Dos Ríos (1939) de Carlos Enríquez y Martí (1945) de Jorge Arche.

Desde esta perspectiva estético-comunicativa, su imagen se hizo parte viva de la herencia que identifica a los principales estilos personales y tendencias artísticas que hacen nuestra historia del arte.

Salvo excepciones, todos nuestros artistas plásticos y gráficos importantes tienen su José Martí. En consecuencia, todo verdadero creador que en nuestro tiempo lo aborde, es obvio que tenga como premisa darle continuidad a este legado visual con un Martí propio, personal, en tanto condición primera para que sea de todos. Él es una ética y una estética. También movimiento y cambio. Él encarna entre nosotros la noción más inmediata del Bien; a todos sirve. Él es un método de interpretación de lo cubano desde lo universal, y viceversa, así como del presente desde el ayer.

De ahí esta verdad incuestionable: Martí es un género del arte cubano. La cantidad y calidad de las obras de las artes plásticas y gráficas que lo han asumido durante más de un siglo, así lo pone de manifiesto, desde Esteban Valderrama hasta Kamyl Bullaudy, pasando por los ya citados Enríquez y Arche, Raúl Martínez, Roberto Fabelo y Ernesto Rancaño, entre muchos otros creadores cuyo estudio personalizado de su obra rebasa los propósitos del presente artículo. Mientras que del ámbito artístico continental son de destacar los mexicanos Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.[1]

“Arte soy entre las artes”, no solo es una verdad poética autobiográfica, sino también expresión de una realidad en constante desarrollo, que tiene un permanente lugar en los lenguajes que conforman nuestra cultura visual, en particular, la pintura, el cartel, la escultura y la fotografía. Al igual que en otros períodos de nuestra historia del arte, la actual coyuntura histórica se ve, cara a cara, con nuestro Héroe Nacional en los citados lenguajes y los artistas que los asumen con una renovada perspectiva estético-comunicativa, para generar una unidad de sentido única en el arte contemporáneo cubano en particular y en el latinoamericano en general.

La conceptualización visual de su obra en prosa y verso, una vez más, se presenta como punto de partida y estímulo para empeños artísticos presentes y futuros; y también documento de constatación de ese continuo comienzo de nuestra cultura visual en relación con el “género Martí”, en consonancia con un inicio de siglo en demasía complejo, el cual se presenta anticipador de un nuevo tiempo para nuestro país, así como para esa otra patria global que su genio político y literario avizoró: la humanidad. “Honrar, honra”.

[1] Jorge R. Bermúdez: Antología visual: José Martí en la plástica y la gráfica cubanas. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2004.

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Tomado de: Cuba Debater

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