Autor: Gustavo Robreño Dolz | internet@granma.cu
28 de enero de 2021 23:01:37
Al cabo de más de un siglo, a la espada de Bolívar y al pensamiento de Martí les queda todavía un trecho por avanzar, en medio de las duras luchas por la soberanía y la justicia social de «las repúblicas dolorosas de América», frente a los intentos insaciables del imperio yanqui
El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de Nuestra América …
José Martí
No es para nada casual que la ALBA-TCP lleve el nombre de Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, siendo Simón Bolívar y José Martí sus inspiradores y guías, tal como lo confirmaron Hugo Chávez Frías y Fidel Castro Ruz y así lo decidieron en memorable jornada, al concretar esa nueva forma sin precedente, –bolivariana y martiana–, de solidaridad, integración, ayuda mutua y respeto recíproco, muy lejos del hipócrita panamericanismo en que se apoyó la Doctrina Monroe y aun hoy sostiene la agónica y desprestigiada Organización de los Estados Americanos (OEA).
«De América soy hijo, a ella me debo», había dicho ya Martí a Fausto Teodoro de Aldrey el 27 de julio de 1881, al salir de Venezuela, que califica como «Cuna de América», al afirmar en la propia misiva: «Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces copa amarga, ni el áspid muerde en pechos varoniles…».
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Sin duda, es José Martí el primer pensador nuestroamericano, el primero en avizorar, analizar y comprender de conjunto la realidad continental, extraer las conclusiones más acertadas, trazar las perspectivas de sus luchas y de su porvenir y alertar sobre los riesgos que la acechan desde entonces.
Esa visión exacta se expresa, por ejemplo, en el Economista Americano de julio de 1888: «En lo que se escribe ahora por Nuestra América imperan dos modas, igualmente dañinas, una de las cuales es presentar como la casa de las maravillas y la flor del mundo a estos Estados Unidos, que no lo son para quien sabe ver; y otra propalar la justicia y conveniencia de la preponderancia del espíritu español en los países hispanoamericanos, que en esto mismo están probando precisamente que no han dejado aun de ser colonias…».
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Martí abrió los ojos de Nuestra América ante lo que llamó como «peligro mayor» por parte del «vecino formidable» y así sentencia en su testamento político, que es la ya conocida carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado, –malintencionadamente oculta por algunos de sus biógrafos–, en la cual, de manera rotunda y explícita, reconoce como deber «impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América…». En este sentido, es terminante al afirmar: «Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso…».
En el aniversario 130 de su publicación, el ensayo martiano Nuestra América mantiene vigencia plena; su interpretación y estudio se convierten en guía para la acción de los pueblos latinoamericanos y caribeños. En el propio ensayo, el Apóstol nos dice: «La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia».
Al cabo de más de un siglo, a la espada de Bolívar y al pensamiento de Martí les queda todavía un trecho por avanzar, en medio de las duras luchas por la soberanía y la justicia social de «las repúblicas dolorosas de América», frente a los intentos insaciables del imperio yanqui.
Nuestra América es el más valioso aporte martiano a esas luchas, en el campo de las ideas.
Tomado de: Periódico Granma
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